miércoles, 31 de octubre de 2012

Cuando vencíamos al tiempo

Niño Jesús de Praga

En los últimos tres años he recorrido metódicamente todos los lugares sagrados de los sitios por los que he pasado, en los que he encendido velas al santo patrón o patrona local. No por propia devoción sino porque en este tiempo he tenido dos amigas enfermas de cáncer: Paloma y Belén. La primera, creyente, la segunda, no. Yo soy creyente pero en ninguna religión, creo en otras cosas.

Acuérdate de la vela, me decía Paloma antes de cada viaje, por corto que fuera. Así lo hacía y, ya puesta, ponía una segunda por mi amiga no creyente, que esas cosas, daño no hacen. Mi sentido del método había llegado a un punto que con frecuencia bromeaba con Paloma: o ella se curaba o yo iba a acabar beata perdida.

Para Paloma, octubre era un mes aciago: en un mes como éste habían muerto sus padres y su suegro. Me da mala espina este mes, había confesado recientemente a una amiga. Cuando me desperté esta mañana mi primer pensamiento fue: ya sólo queda un día. Pero a esas horas ya había muerto. Sólo 16 días después que Belén. 
Peniche (Portugal)
Nacer y morir son las dos caras de la misma moneda, decimos, y decimos bien. Ver morir a quienes queremos es el precio que pagamos por cumplir años  pero perder a dos personas queridas en medio mes es duro de asimilar.

Así que, tratando de encontrar consuelo en los recuerdos, me ha venido a la mente una anécdota vivida años atrás, creo que en 1996 –que también era bisiesto- cuando quisimos torcer el tiempo.

Por entonces, un grupo de amigas nos reuníamos un viernes al mes a cenar en el restaurante Bellman del Hotel Suecia, situado en la calla Marqués de Casa Riera, esquina con los Madrazo, a un costado del Congreso de los Diputados. En el hotel –ya cerrado- se habían alojado Hemingway y el Che Guevara y en el restaurante pasaba las horas muertas el diputado guerrista Pepe Acosta, frecuentemente acompañado de algún compañero de grupo. El responsable del local nos preparaba siempre una mesa en el mismo lugar, en el rincón del fondo a la derecha, según se entraba por la pequeña puerta de la calle de los Madrazo.

El grupo no podía ser más heterogéneo: una italiana, dos argentinas, una holandesa y dos españolas; una actriz, una psicóloga –argentina, naturalmente-, una empresaria, dos abogadas y una periodista. Cada mes una imponía la tarea que todas teníamos que llevar en la siguiente cita. Hicimos las tareas más peregrinas: desde una muestra de labor –creo recordar que un zurcido y un ojal- hasta relatos breves, dibujos o recetas de cocina.  Los trabajos los guardaba siempre Nani. 

Nuestra Señora de los Ángeles en Colliure
En octubre de aquél año una de las amigas estaba divorciándose y el proceso estaba resultando más doloroso y complicado de lo previsto. Así que en la reunión de aquel mes decidimos dar por concluido el año en noviembre, sin esperar a diciembre, para conjurar su maleficio. Si el año no era capaz de comportarse como era debido, nosotras no íbamos a andarnos con contemplaciones, lo finiquitamos y a otra cosa. En consecuencia, celebraríamos la cena de Nochevieja en la reunión de ese mes. Y, naturalmente, con toda pompa y boato y respetando todas las tradiciones.

Allí nos presentamos el día fijado vestidas con nuestras mejores galas, dispuestas a cumplir una por una las costumbres de nuestros respectivos países de origen: comeríamos lentejas y uvas, beberíamos cava y tiraríamos algo, si no por la ventana, ya veríamos dónde. A mí me tocó esto último por lo que acudí provista de una taza desportillada.

Cenamos, reímos, brindamos y dimos por finalizado el año aciago de 1996. La botella de cava, que había llevado Belén, y mi taza la romperíamos discretamente contra un contenedor que habíamos localizado en la calle Marqués de Cubas. Pero, al salir a la calle Marqués de Casa Riera y divisar la tapia del Banco de España que está frente al hotel, metí la mano en el bolso y, animada quizá por el cava que habíamos bebido, dije algo como: siempre he querido hacer una cosa así, y estampé la taza contra la tapia. Las demás me miraron horrorizadas porque, justo al lado del hotel había una patrulla de la Policía Nacional.

Cuando me percaté, ya no quedaba nada de la taza. Me recompuse como pude y pasamos junto a los policías que nos miraban, entre sorprendidos y desconcertados. Arregladas como íbamos, seguramente pensaron que éramos un grupo de diputadas y no nos dijeron nada.      

Por lo común, las dos argentinas llegaban y volvían juntas, en el coche de una de ellas. A las demás, Belén nos iba distribuyendo a domicilio. Ocurrió que, cuando Belén quiso abrir el coche no hubo manera de encontrar la llave. Se te habrá caído en el restaurante, dijimos. En ese caso, ¿quién volvía a pasar delante de la policía? 

Volvimos sobre nuestros pasos y pasamos, con aire inocente, las cuatro amigas. Las llaves no aparecieron y tuvimos que volver a casa en taxi. Bien empiezo yo el año, se lamentaba Belén. Si no nos gusta cómo se porta 1997, lo terminamos en marzo, propuso Nani.

¡Qué días aquellos, en que nos creíamos capaces de vencer al tiempo! 

domingo, 28 de octubre de 2012

Sal a la calle, es barato

Hay días que los rostros pálidos del famoseo nacional e internacional se ponen estupendos todos a la vez que no sabes discernir si estamos en el preludio del fin del mundo azteca o nos afecta una epidemia de tontería, directamente. El rey Juan Carlos se va de la lengua; Rajoy se va a Cataluña a calentar el partido; en el PSOE, para celebrar los 30 años de la llegada del socialismo al gobierno, Griñán le pone la proa a Rubalcaba; en CiU juegan a la comba con la historia; en Grecia, detienen al periodista que publica una lista de evasores fiscales, no a los evasores; la Delegación de Gobierno de Madrid anuncia expedientes contra quienes ejercían un derecho amparado constitucionalmente. En fín, la cosa llega a un nivel que al expresidente Aznar le da un patatús gástrico. 

No te conformes, sal a la calle, repiten quienes se oponen al conformismo social que nos aqueja.Más aún, la última consideración económica aconseja no hablar de crisis. No, contra lo que venimos repitiendo a diario, sostiene que no estamos ante una crisis sino ante una estafa. Así que nada de conformarse, hay que salir a la calle, observar y disfrutar. Observar las iniciativas ciudadanas que se multiplican y disfrutar de lo que la ciudad ofrece. Low cost, es la consigna.

Así que dedico el fin de semana a orearme, a pesar de que el tiempo parece ponerse en contra. El sábado, nos acercamos a la Plaza de la Cebada donde el hueco dejado por un polideportivo demolido y no reconstruido ahora es ocupado por un huerto ciudadano -huerto 2.0, le llaman- y otras iniciativas cívicas. A esa hora, en el solar unos adolescentes hacen deporte, dos jóvenes se baten en duelo a plena luz y otros ensayan una obra, quizá el Tenorio que se anuncia para su cita de Todos los Santos.

La gente entra y sale, mira, se acerca al huerto, da una vuelta por la explanada o se va. En unos improvisados paneles se invita a una "guerrilla de semillas" mediante bombas verdes que sepulten el asfalto urbano. La tierra te necesita, recuerda.
 
Sobre la valla del recinto se divisa el cartel del Teatro La Latina, donde Concha Velasco luce piernamen, a despecho de titulares amarillos.

Frente al mercado, que linda con el solar recuperado por la iniciativa ciudadana, un grupo de militantes del PSOE reclama la reconstrucción del polideportivo.

Esto de la ruina y demolición es un movimiento de ida y vuelta que en Madrid parece no tener fin. En la calle de Embajadores, frente al Teatro Pavón, nos topamos con una casa solariega -a juzgar por el escudo de su fachada- en cuyos bajos hasta no hace mucho tiempo había una farmacia y que ahora amenaza ruina.

En el mercado de San Fernando, en la misma calle de Embajadores, un grupo de jazz anima el cotarro mientras las familias ultiman las compras semanales. Un panel anuncia una actuación de cuentacuentos "solo chicas". Las que cuentan.

Como el tiempo se ha metido en invierno, dedicamos la tarde al cine casero -con una proyección de El Principito, realmente tierna-. En consecuencia, no estamos cuando pasan lista en la manifa ante el Congreso, donde los convocados protestan contra el presupuesto hipersocial de Montoro. Nos unimos en espíritu al amor de la calefacción.

Pero una vez que amanece el domingo, con la alegría de esa horita de regalo, nos lanzamos a la calle en busca de emociones. Sin saberlo, a pesar del anuncio del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, nos encontramos con el paso de los rebaños que rememoran la trashumancia.

 
 
Aunque el frío no da tregua, la Puerta del Sol está a tope.Acompañado al rebaño una amplia caravana folklórica con grupos que proceden de León y de Extremadura. Carros de paseo, pendones, trajes coloristas y de buen paño, pies calzados con almadreñas, pitos, dulzainas y tamboriles...

Un grupo se para y canta una canción de ronda, los caballos desfilan como pueden, atosigados por la gente que cada vez estrecha más el paso reservado a la caravana, para desesperación de los policías encargados de la organización.

La mayoría de ellos van montados por jinetes pero hay un numeroso grupo de amazonas, algunas montando a mujeriegas.  Hay, incluso, una amazona infantil que desfila con la misma dignidad que lo haría ante la realeza o ante el Honrado Concejo de la Mesta. Y un caballo que mira con aire filosófico.
 
 
Esto de la trashumancia tiene su ritual, de manera que los pastores son recibidos protocolariamente en la Plaza de la Villa y, luego, habrán de pagar su tributo por atravesar el tramo madrileño de la cañada real.

Es una manera de hablar, claro, pero hay que hacerlo con cuidado. Porque en Madrid, hay otra cañada real mucho menos folklórica y más dramática, que aparece con frecuencia en titulares y casi nunca para bien. Aquí hablamos de la cañada real Galiana, que nace en La Rioja, atraviesa el centro de Madrid y termina en Ciudad Real.  Ocho siglos llevan pasando por estás vías los rebaños, en invierno de norte a sur y en verano de sur a norte, buscando pastos. ¡Qué no habrán visto y vivido estos pastores y sus padres y los padres de sus padres y los abuelos de sus abuelos!
 

A estas alturas del desfile, seguramente hay más fotógraf@s que ovejas. El rebaño pasa con dificulttad. ¡Qué estrés, este Madrid!, pensarán, ellas como muchos visitantes. Uno de los abuelos que desfilan a caballo, se para coquetamente y posa ante el móvil. Le sonrío, agradecida.
- También en Madrid hace frío ¿eh?, saluda.
En efecto, hoy hace frío. Así que tomamos el camino de vuelta a casa y al llegar descubrimos que, justo bajo nuestro balcón, se ha organizado un concierto para presentar una nueva orquesta, la Joven Orquesta Barbieri. Varios jóvenes Down danzan al ritmo de la música. Suenan bien y merecen tener éxito porque se necesita moral para presentarse en tiempos como los que vivimos.
Más que nada, por el frío.

martes, 23 de octubre de 2012

Calidad de vida

La crisis que nos asola está produciendo consecuencias de toda índole. La primera y más desoladora es que el 21,1% de los españoles vive por debajo del nivel de pobreza, tasa que sube al 43,5% en el caso de los inmigrantes. El 44,5% no puede salir de vacaciones y el 40% no puede afrontar gastos imprevistos.

Ocurre que no siempre acertamos a mirar pero el 21,1% de la población es mucha población para que no seamos capaces de reaccionar. El gobierno, el primero de no ser porque hace mucho tiempo que nadie parece esperar nada.

Acaso porque además de una crisis económica estamos ante una crisis de valores. Por eso no encontramos la vía para hacerle ver al gobierno que es empleado nuestro, que los jefes somos nosotros. Quizá nos falta cultura democrática, somos unos recién llegados al sistema y no acabamos de creernos del todo que esto nos concierne directa y personalmente. ¿Cuántos de entre nosotros colabora en actividades de voluntariado? Las hay para todos los gustos: asociaciones de vecinos, ONG’s, partidos políticos, entidades culturales. Organizaciones que encauzan las relaciones sociales, que trenzan las vidas de quienes pueden y quienes necesitan, que nos hacen corresponsables de lo que ocurre.

Sólo el 18% de los españoles participa en actividades altruistas frente al 34% de voluntariado que registran los países comunitarios.

Sin embargo, por debajo de la crisis y lejos de los focos se están produciendo iniciativas alentadoras. Movimientos ciudadanos que apuestan por el trueque, gente que se reúne a pensar en nuevas formas de organización ciudadana, creación de redes de ayuda… Gestos aún minoritarios pero alentadores.

La crisis –terrible palabra que se está llevando por delante a una generación entera- ha de servirnos para cambiar el paradigma hasta ahora vigente según el cual sólo el dinero garantiza el éxito y sólo el consumo significa calidad de vida. 

¿Cuánto es suficiente? ¿Qué se necesita una buena vida?, se preguntan Robert y Edward Skidelsky, padre e hijo, historiador, biógrafo de Keynes el primero, filósofo y sociólogo el segundo. El problema no es el consumo, sostienen, sino su exceso, que la riqueza se convierta en un fin en sí mismo, algo que paradójicamente, nos aleja del sentido aristotélico de la buena vida.

La calidad de vida, según los Skidelsky, se definiría por siete bienes básicos, a saber, amistad, armonía con la naturaleza, ocio, personalidad, respeto, salud y seguridad.

Ese es el new deal, el nuevo pacto social que se nos presenta, no sólo para después de la crisis, sino para salir de ella.

La foto que traigo hoy corresponde a una casa del casco antiguo de Girona ¿qué mira la niña del balcón?

lunes, 15 de octubre de 2012

El difícil adiós a Belén

Bélén Piniés
Pienso en ella siempre que oigo denostar a los políticos, así, en general. Cuando alguien o yo misma caigo en la tentación de identificar política con corrupción, con desmanes, con insensibilidad, con distanciamiento de los problemas reales pienso en Belén y me muerdo la lengua.

Belén de Piniés y Nogués estaba llamada a ocupar un lugar en la abogacía o en la diplomacia. Miembro de una familia conservadora, de la burguesía ilustrada, hija de un abogado monárquico, Vicente de Piniés, uno de los participantes en el Contubernio de Munich; sobrina del representante español en Naciones Unidas, Jaime de Piniés, Belén se matriculó en Derecho en los convulsos años sesenta.

Pronto se distanció de las posiciones políticas familiares para afiliarse al Partido Comunista, al “Partido” por excelencia de aquellos años. Fue fichada por la temida Brigada Político Social, detenida y apaleada, 
asaltada en más de una ocasión, como sucedió a muchas de sus compañeras y compañeros.

Cuando, muerto Franco, Santiago Carrillo empezó a venir a España, aún en la clandestinidad, la fichó como asistente y secretaria. Ella fue quien compró la famosa peluca con la que Santiago se paseó por Madrid y con la que fue detenido. Ella fue quien conducía el coche del equipo de la televisión francesa que entrevistó a Carrillo, todavía clandestino y que forzó su detención. Viajó a lugares y conoció a personas de primer nivel político. Su formación política e intelectual, su inteligencia y discreción eran, como poco, iguales a la de cualquiera de sus pares masculinos que enseguida fueron situándose en puestos privilegiados de la política nacional.

De aquella generación que luchó en pie de igualdad –ellas y ellos- en la universidad, en las fábricas y en los barrios, la mayoría de ellos encontró acomodo en las nuevas estructuras políticas que se fueron construyendo con el asentamiento del sistema democrático. Ellas lo tuvieron mucho más difícil y, en el mejor de los casos, pasaron a engrosar la segunda fila de los partidos, esas a quienes se encomiendan las tareas duras de gestión, aquellas que ocupaban los puestos de relleno en las candidaturas electorales.

Belén se mantuvo siempre próxima al dirigente comunista, mientras fue secretario general del PCE y cuando dejó de serlo. No son frecuentes lealtades como la de Belén ni en la política ni fuera de ella. Cuando Santiago Carrillo pasó a ser un ciudadano sin representación política y, en consecuencia, dejó de precisar –y de poder permitirse- una secretaria Belén siguió ejerciendo las mismas funciones pero hubo de buscarse trabajos con los que mantenerse. Ha trabajado en diversas organizaciones de mujeres, de organización ciudadana. Su último empleo fue como asesora en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Hace dos años le diagnosticaron un cáncer. Luchó contra la enfermedad con la determinación que la caracterizaba pero, por encima de su salud, le preocupaban “sus” mayores: su madre y Santiago. Su madre murió hace unos meses; Santiago, el 18 de septiembre. Ayer, murió ella.

Belén era mi amiga y no es fácil hablar de los amigos en pasado. La conocí a través de otra amiga también desaparecida, también dedicada vitalmente a la política, Nani D’aolio. Colaboramos en organizaciones feministas, trabajamos tanto fuera de nuestro horario laboral que me pregunto de dónde sacábamos el tiempo y la energía. Disfrutamos juntas y yo aprendí mucho.

Cuando Santiago Carrillo cobró una parte de sus derechos de autor por la publicación de sus memorias nos invitó a las amigas de Belén a cenar en la cúpula del Palace. Naturalmente, aprovechamos para hacerle la infinidad de preguntas que se nos ocurrieron y quizá le atosigamos en demasía, aunque él parecía divertirse con nosotras. ¿Por qué elegiste a Belén?, le pregunté yo. Porque era una persona fuera de sospecha, la policía no prestaría atención a una burguesita de familia conservadora…, respondió. Estoy segura de que Santiago estimaba en mucho la valía personal de su colaboradora pero me pareció que la respuesta no le hacía justicia. ¿Me hubieras respondido lo mismo si te hubiera preguntado por Enrique Curiel o de él se te hubieran ocurrido más méritos personales?, le insistí. Carrillo se rió. Qué peligro tenéis las feministas, dijo. Asistir a los actos en los que él participaba se nos convirtió en un hábito y él solía bromear con nosotras.

Belén podía darte un bufido pero, a poco que rascaras, descubrías a una persona tierna, afectuosa y de una generosidad ilimitada. Cuando Nani enfermó ella se encargó de organizar a los amigos de manera que siempre hubiera alguien acompañándola, reservándose para sí misma los horarios más complicados.


En 2008, organizó la visita de un grupo de mujeres a Israel y los territorios ocupados. Era un viaje complicado y complejo en el que mujeres de distintas organizaciones españolas, entre las que me encontraba, debíamos contactar y establecer vínculos de colaboración con parlamentarios y políticos israelíes y palestinos y con organizaciones de mujeres judías y palestinas. Todo ello discretamente, sin perder el carácter semioficial ni el compromiso político y de género. Ninguna de quienes participamos en aquella visita podremos olvidarla. Sobre el terreno tuvimos que sortear dificultades sin cuento y si el programa resultó bien mucho del mérito fue por la capacidad de negociación y la habilidad de Belén. 

Ella es un símbolo de lo mucho que lucharon las mujeres y de lo poco que se les ha compensado, de lo difícil que es para las mujeres conjugar lo personal y lo político. Belén vivió la política en primera persona. Dio más que recibió. Quiso y fue querida. Fue inteligente, valiente y honesta. Mujeres como ella nos hacen mejores a todos.
Belén Piniés en el Parlamento de Israel
 Hoy es un día triste para quienes queríamos a Belén pero no sólo para nosotros. Son demasiadas pérdidas. Mientras los teléfonos suenan insistentemente para confirmar la triste noticia, mientras las redes sociales repiten como un eco su nombre, yo tengo la percepción de que estamos ante el final de un tiempo. Aquel en el que mujeres y hombres dedicaban su vida a la política, convencidos de su capacidad de cambiar el mundo. Aquel en el que mujeres y hombres entregaban tiempo y energía sin esperar ni pedir nada a cambio. Aquel en que, efectivamente, estábamos construyendo un mundo más justo que el de nuestros padres.

Un amigo ha dejado escrito en twiter: “Me avisan del fallecimiento de Belén Piniés y no se me ocurre nada que pudiera haberla hecho más buena”.

A mí tampoco.

viernes, 12 de octubre de 2012

Política y crisis

Indalecio Prieto

Eduardo Dato
Uno de los efectos perniciosos de esta crisis es que trata de desautorizar las soluciones políticas por la vía de desacreditar a los políticos en general, en vez de centrar el foco en los verdaderos responsables: los especuladores financieros. Bien es cierto que los políticos en general no están acertando en su deber de presentar a la ciudadanía sus propuestas para resolver la crisis o de explicar por qué razones no pueden resolverla. Ni siquiera son capaces de desautorizar y segregar a los corruptos ni a los incompetentes.

Esto es especialmente inquietante porque si hay alguna vía de salida de este agujero negro en que nos ha situado el sistema financiero es mediante medidas políticas que eliminen las malas prácticas económicas que introdujo el ultraliberalismo y que nunca debieron permitirse.

Empero, la política no es un asunto exclusivo de nadie. Fue Aristóteles quien definió al hombre como zóon politikal, animal político o social. “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados, dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que es política. “Actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos; actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo; cortesía y buen modo de portarse; por ext., arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado; orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado”. En suma, algo que nos concierne a todos.

Para los que no tenemos creencias, la democracia es nuestra religión, ha dejado dicho Paul Auster. Quizá porque nuestra generación fue capaz de soñar un mundo más justo y, en alguna medida, tuvo el acierto de implantarlo en alguna parte del planeta.

Confieso que milito en esa religión, que me gusta hacerlo y que tengo tendencia a ver la vida bajo ese prisma. Recientemente, he llegado a la conclusión de que soy un caso de predestinación.

Fue a propósito de un comentario captado en las redes sociales en el que se bromeaba sobre el binomio Generalísimo-75. Entonces caí en la cuenta de que mi primer empleo fue en una empresa que tenía su sede en el número 75 de la entonces Avda. del Generalísimo. A mayor abundamiento, en el mismo edificio vivía Fernando Fuertes de Villavicencio, entonces jefe e intendente general de la Casa Civil de Franco. Lo de la intendencia se entendía fácilmente por la constante flujo de cajas que llegaban a aquella vivienda. Me faltó visión de futuro y don de adivinación porque hubiera sido alentador saber que la clave era el 75, el año 75.

Pasados los años, trabajé en un organismo que ocupaba el edificio que fue residencia de Miguel Primo de Rivera donde había nacido su hijo José Antonio, según rezaba una placa en la fachada. Aunque por entonces el falangismo era ya algo residual, cada 19 de noviembre un grupo de seguidores se reunía en aquel lugar para iniciar la marcha nocturna –con gran parafernalia- hasta el Valle de los Caídos a rendir honores a su fundador.

Ocasionalmente, aquellas citas terminaban en bronca por lo que la policía solía tomar alguna precaución. En una de esas ocasiones ocurrió que la directora del organismo y yo nos quedamos para terminar un trabajo y, como se había cerrado la puerta para evitar que alguien pudiera acceder al interior del edificio, allí hubimos de quedarnos, con la sola compañía del vigilante interior, hasta que la muchachada decidió emprender la caminata nocturna.

Mi último lugar de trabajo estaba en los Nuevos Ministerios, complejo que se empezó a construir en 1933 por iniciativa de Indalecio Prieto, de acuerdo con el proyecto del arquitecto Secundino Zuazo. El levantamiento contra la República obligó a suspender las obras que no se terminarían hasta 1942 por arquitectos fieles al nuevo régimen, ya que Zuazo se vio obligado a exilarse.
Francisco Largo Caballero
Circula por el complejo ministerial la especie de que el proyecto inicial seguía el trazado de una hoz y un martillo, símbolos del proletariado. En cualquier caso, durante varios años cada mañana, antes de empezar mi trabajo he podido saludar amistosamente a don Eduardo Dato e Iradier, presidente del Consejo de Ministros y del Congreso de los Diputados durante el reinado de Alfonso XIII, a don Francisco Largo Caballero, ministro de Trabajo y presidente del Gobierno, y a don Indalecio Prieto, en sus respectivas figuras pétreas.

Si todo ello no es predestinación que vengan Pericles y Gandhi benditos a negarlo.  

lunes, 8 de octubre de 2012

La Casquería: De libros, relojes y salchichones

Lo último en moda de ciudad son los mercados de diseño. Lo último quizá para sobrevivir. En Madrid, se han remodelado los mercados de San Miguel, junto a la Plaza Mayor, y el de San Antón, en pleno barrio de Chueca. En el primer caso, la remodelación ha buscado aprovechar el flujo turístico que circula por la zona ofreciendo un enclave para el picoteo y la compra de exquisiteces. El éxito ha sido tan extraordinario que corre el riesgo de aplastarlo por lo difícil que resulta encontrar un hueco donde tomar una cerveza o comprar queso sin hacer cola.

El mercado de San Antón ha intentado una mezcla de oferta: el primer piso se ha configurado como mercado al uso –en plan amor y lujo, pero mercado- y las plantas superiores como una gastroteca con terraza y vistas al barrio.
 
En general, todos los mercados han debido adecuar su estructura a las demandas del consumidor. En Lavapiés, el mercado de San Fernando ocupa parte de la parcela en la que se levantaron las primeras Escuelas Pías, incendiadas en los prolegómenos de la guerra civil, otra parte de la cual se ha convertido en biblioteca y centro de la UNED. Hace años el Ayuntamiento acometió también su remodelación y llevó a su primer piso el ambulatorio médico que demandaba el barrio y dejó en la planta baja el mercado con sus puestos tradicionales.
 

Los puestos tradicionales habían entrado en crisis antes de que lo hiciera el país entero así que el mercado languidecía a ojos vista y amenazaba de cierre. Pero la crisis agudiza el ingenio y donde unos han visto pared otros han imaginado ventanas. Los puestos que han cerrado se han ido abriendo con otras ofertas. Allí está una tienda con cervezas de medio mundo –La buena pinta- a unos precios muy interesantes que pueden degustarse en el mismo lugar o llevarse a casa. Allí está una tienda de productos gallegos o extremeños –Lo mejor de mi tierra- con quesos, embutidos, dulces, vinos o pimentón, por señalar algo de su amplia oferta. Un puesto de comida para llevar –Komoencasa- o lugares donde adquirir productos ecológicos: Huerta del Sol y la Repera.

Los nuevos ocupantes y los de siempre han unido esfuerzos para organizar actividades que hagan del mercado un punto de reunión para los vecinos del barrio. Así, el sábado montaron una pisada de uva dirigida a los niños, una clase de labores tradiciones, para los aficionados al “hecho a mano”, y una degustación de pinchos vascos, para el público en general. El mercado estaba a rebosar.

Y allí, en un rincón de la fachada que mira a la Plaza de Agustín Lara, donde hubo una casquería, algunos asistentes adquirían libros al peso. Sí, al peso. En sus balanzas de comercio. El puesto estaba concurrido porque tiene además un rincón de lectura, donde varios niños leían ajenos a lo que sucedía alrededor.

“Un libro ha de construirse como un reloj y venderse como un salchichón”, advierte un panel, y “a su manera, cada libro es muchas cosas”, añade otro. La oferta de este puesto es muy variada y hay prácticamente para cualquier gusto. Con el valor añadido de que algunos libros tienen un pequeño comentario, escrito a mano, en el que se indica lo que el lector encontrará al abrirlo.

La Casquería, que tiene su propia web, tan repulida como el puesto real, es una iniciativa deslumbrante que merece tener éxito económico. Porque si algo nos puede salvar de esta crisis inclemente que está arrastrando con lo mejor de lo que habíamos logrado construir es la educación, el conocimiento, la formación de un criterio propio, la cultura. Eso que proporciona un buen libro, en La Casquería lo venden a 10 euros el kilo.

sábado, 6 de octubre de 2012

Sobre leyes, mujeres y violaciones

José Manuel Castelao Bragaña es un emigrante gallego que salió de su pueblo siendo niño, se formó en Argentina, se licenció en Derecho en aquel país y se dedicó a la abogacía hasta su jubilación. Por “sus abnegados desvelos por los asuntos relacionados con la emigración española en su país de acogida” fue elegido presidente del Consejo General de Emigración (CGE) en 1998, cargo que dejó en 2005 para pasar al Parlamento Gallego donde había sido elegido en por el Partido Popular. Por esos abnegados desvelos el gobierno le había concedido la medalla de honor de la Emigración y se supone que por la misma razón el pasado 1 de octubre el Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior le ratificaba como presidente, cargo para el que había sido designado por la ministra Fátima Báñez.
En resumen, un segundón como los que pululan por cualquier partido político al que se le premian los servicios prestados con un cargo también de segunda fila, de los que dan relumbrón y poco trabajo.

Pero hete aquí que, en la misma sesión en la que se ratificaba su nombramiento, el segundón se siente protagonista y decide hacer su frase. Probablemente, ni siquiera fuera su intención agraviar a nadie, quizá sólo quiso ser ingenioso cuando dijo aquello de que “las leyes, como las mujeres, están para ser violadas”. Quizá quiso apelar a la camaradería de sus contertulios, una cosa de machos, un chiste, una broma tabernaria.

Se confundió, evidentemente. Se equivocó del todo. En primer lugar, y es lo único alentador en esta historia, porque algunos de sus contertulios se sintieron agraviados y, en vez de callarse y enfurruñarse, trasladaron su queja al representante de la Administración que le había propuesto, el director general de Migraciones. En segundo lugar, porque en este mundo globalizado, cualquier frase pronunciada, por pedestre que sea, corre el riesgo de aparecer en las redes sociales y poner en evidencia a su autor. Es lo que ha ocurrido.

Refieren quienes asistieron a la reunión del Consejo que Castelao se retractó y pidió disculpas tan pronto como le afearon su conducta. “Soy un devoto de la mujer”, aseguró. Habrá que saber qué entiende este hombre por devoción. Pero el hecho constatado es que sólo cuando la frase de marras saltó a las redes sociales y éstas recogieron el flujo de protestas e indignación el autor de la misma presentó su dimisión.

El incidente ha puesto de manifiesto, entre otras, dos cuestiones que exigirían alguna explicación. En primer lugar, por qué no hubo ninguna reacción de la instancia que le había nombrado, esto es, el Ministerio de Empleo y Seguridad Social ni del partido que le cobija, el Partido Popular. En segundo término, qué criterios se tienen en cuenta a la hora de nombrar un cargo público.

Y una consideración final. La frase es desafortunada, además de grosera. Pero, además, se enfrenta a la Ley de Igualdad, aprobada en marzo de 2007, ley que el PP recurrió ante el Tribunal Constitucional.

Pasando por alto, que ya es pasar, que un abogado considere que las leyes están para ser violadas, este es el momento de recordar que, según datos del Ministerio de Interior,  en España hay 137.000 mujeres en situación de riesgo, de las que 34.700 son de alto riesgo y 7.100 de riesgo extremo y que cada año mueren alrededor de 70 mujeres a manos de quienes, como el ilustre parlamentario y carguillo público, siguen creyendo que las mujeres están para violadas y, si no lo aceptan, asesinadas.

viernes, 5 de octubre de 2012

Luis Gómez Llorente, el socialista silencioso


Nunca tuvo ni él buscó la fama de los primeros espadas –Felipe González, Alfonso Guerra- pero no le faltaron méritos para ello. Fue un hombre comprometido. Comprometido con su tiempo y con su ideología. Comprometido, recuerda el diccionario de la RAE es la persona que está en riesgo, apuro o situación dificultosa. Así ha vivido Luis Gómez Llorente, permanente, silenciosamente comprometido. Paradójicamente, sólo su muerte le ha devuelto a primer plano.

Fue uno de los que pusieron los cimientos en lo que luego habría de ser el gran partido socialista español, uno de los que afianzaron sus señas de identidad de izquierda, uno de los que armaron ideológicamente el sindicalismo socialista, uno de los que defendieron el carácter marxista del socialismo, uno de los que pidieron el voto para el socialismo en las primeras convocatorias democráticas, fue vicepresidente del Congreso, fue también uno de los que dieron un paso atrás cuando llegó el momento del gran triunfo, en 1982.

Frente a otros militantes que buscaron la fama de los titulares, él se refugió en el silencio y volvió a sus tareas docentes, siempre en la defensa de una escuela laica. Su nombre reapareció cuando se habló de la asignatura “educación para la ciudadanía”. Bien pensado, pocos como él para una tarea semejante.

El ángel de la guarda que a veces acompaña a los periodistas me brindó la oportunidad de asistir, hace muchos años, a un debate sobre el devenir de la izquierda en el que participaba Gómez Llorente. Me impresionaron su lucidez y la brillantez y ponderación con que expresaba su juicio. Frente a quienes proponían una actualización ideológica -el famosso aggiornamento- para atraer al votante de centro, él defendía las señas de identidad de una izquierda diferenciada del centrismo, entonces en el no va más de la modernidad. Lamentablemente, sus previsiones se han cumplido y hoy la izquierda anda buscándose la identidad como la Chelito se buscaba la pulga: para entretener al personal.

Las fotografías que le identifican le presentan en compañía de Pablo Castellano, otro militante de izquierda perdido en el olvido, pero a mí me gusta especialmente esa en la que aparece con Javier Solana. Parecía que íbamos a ser capaces de hacer cualquier cosa que nos propusiéramos. Cualquier cosa…

martes, 2 de octubre de 2012

Ellas también participaron



El museo naval ocupa un edificio señorial en una zona abundante en construcciones de este tipo: en el inicio del Paseo del Prado, flanqueado por el Palacio de Comunicaciones –hoy ayuntamiento- y la Bolsa. Custodia en su interior una porción notable de la historia española que, no lo olvidemos, tuvo otrora una gran pujanza en el ámbito naval.

Quizá por la sobreabundancia de oferta cultural de su entorno, no es éste el más conocido de los museos madrileños, a pesar de que acceso es gratuito. La distribución de las salas y el conjunto de la exposición destila un cierto aroma decimonónico lo que no merma el interés de lo expuesto. 

En mayo pasado, el museo naval inauguró una curiosa –por infrecuente- exposición sobre la presencia y participación de las “mujeres en la conquista y colonización de América”. Prevista su clausura el 30 de septiembre, ha sido prorrogada hasta el 30 de diciembre. La muestra es algo escueta pero interesante y, sin duda, bienintencionada pero ya desde el título se advierte que está pensada desde la óptica masculina.  No son “ellas” las protagonistas, son “ellos” los que no fueron solos.

El “discurso museográfico recupera investigaciones recientes avaladas por documentación procedente del Archivo de Indias, de los archivos de Protocolos de Madrid y Sevilla y de la Real Academia de la Historia”, se indica en la presentación de la muestra. Es decir, los datos han estado siempre ahí, pero siempre se pasaron por alto, puesto que de mujeres se trataba.

Y los datos indican, en primer lugar, que la intervención de la reina Isabel fue crucial para derribar el escepticismo de la Corte al viaje de Colón pero también que 30 españolas acompañaron a Colón en su tercer viaje; que de los 45.327 viajeros a América en el siglo XVI, registrados en los archivos, 10.118 son mujeres.

Y, ya puestos en plan épico, los mismos archivos recuerdan que Mencía Calderón, al frente de 50 mujeres, atravesó 1.600 kilómetros de selva en una expedición de más de seis años; que Isabel Barreto, primera y única almirante de la Armada, lideró en 1595 una expedición por el Pacífico en la navegación más larga por ese océano hasta entonces; que María Escobar introdujo el trigo en América; que María de Toledo fue virreina de las Indias Occidentales; que María de Estrada participó en la expedición de Hernán Cortés en México y sobrevivió a la Noche Triste; que Inés Suárez acompañó a Pedro de Valdivia en la conquista de Chile, cruzó el desierto de Atacama y participó en la defensa de Santiago; que Catalina de Erauso abandonó el convento en España para viajar al Nuevo Mundo y combatir como soldado de infantería en los reinos de Perú y Chile; que Beatriz de la Cueva fue gobernadora de Guatemala y la primera gobernadora de los virreinatos; que Beatriz Bermúdez de Velasco participó en uno de los combates para conquistar Tenochtitlán obligando, espada en mano, a volver a la batalla a los españoles que se rendían; que Mencía Ortiz creó una compañía para el transporte de mercancías a Indias. Y así sucesivamente.

Ninguno de estos hechos aparece en los libros de historia que estudiarán los jóvenes de ésta generación ni, probablemente, de las generaciones venideras. Ninguno de estos hechos fue cantado por los poetas del Siglo de Oro ni por los cantautores modernos. Entre otras cosas, porque no sólo es que “ellos no fueran solos”, como ya suponíamos, es que “ellas también participaron en la colonización”. Que, aunque lo parezca, no es lo mismo.