martes, 30 de junio de 2015

Tomando apuntes: Ley mordaza

Se cumple hoy el décimo aniversario de la aprobación del matrimonio igualitario. Diez años del momento en que las Cortes aprobaran una modificación del Código Civil que permitía contraer matrimonio con idénticos derechos a cualquier pareja, de igual o distinto sexo.
Como en España de momento la mayoría somos heterosexuales a veces tenemos la sensación de que la modificación legal fue un mero trámite que nos concierne poco pero no es así, se trata de una ampliación de los derechos civiles y siempre que se amplía el reconocimiento de derechos la sociedad entera da un paso adelante, avanza hacia un mundo más justo, más igualitario. Un mundo un poco mejor.
Diez años de una ley que fue muy trabajada por el concejal socialista Pedro Zerolo, presentada por el ministro socialista de Justicia Juan Fernando López Aguilar, aceptada y promovida por otro socialista, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, respaldada por el PSOE y, finalmente, aprobada en el Congreso por todos los partidos, excepto el Partido Popular y los democristianos de Unió Democrática de Catalunya.
Una década ha transcurrido desde aquel momento de conquista de derechos -antes se había aprobado una Ley de Igualdad, totalmente innovadora en Europa y cinco años después se aprobaría una ley de aborto de plazos- y, contra lo que habíamos creído, la sociedad española ha visto como se producía una pérdida progresiva de lo que creíamos que era una conquista definitiva. Ningún avance es definitivo, hay que pelearlo cada día, especialmente si quien gobierna es el Partido Popular.
Mañana entra en vigor una ley de Seguridad Ciudadana que, para evitar errores de interpretación, es conocida como ley mordaza. Una ley totalmente regresiva que impide prácticamente todo, incluidas las sentadas pacíficas, las protestas por los desahucios o fotografiar a la policía.
La oposición entera ha presentado recurso ante el Tribunal Constitucional así que habrá que tomar nota, esperar a las próximas elecciones e ir a votar con los apuntes tomados a lo largo de estos años. Si queremos seguir avanzando y no queremos convertir nuestra historia en la conga de Jalisco, que va y viene, viene y va.

  

sábado, 13 de junio de 2015

Manuela Carmena, alcaldesa

Tendemos a abusar de los adjetivos. Aplicamos el calificativo histórico con demasiada frecuencia. Pero hoy podemos usar el adjetivo sin reservas. El 20 de noviembre se cumplen cuarenta años de la muerte de Franco, el 3 de abril se cumplieron los 36 años de las primeras elecciones municipales y hasta hoy no hemos conseguido que una mujer sea elegida para gobernar la capital de España. Ya sé que la saliente ha sido mujer pero no fue elegida, recibió el mandato por incomparecencia del candidato, que se marchó al Ministerio de Justicia a hacer una ley del aborto que acabó en el baúl de los recuerdos.

A lo que iba. Madrid tiene desde hoy alcaldesa por voluntad de sus ciudadanos. Una jueza progresista jubilada. Una mujer de 71 años que se desplaza por la ciudad en metro o en bicicleta: Manuela Carmena.

Así que esta mañana he propuesto al colega y a la Pubilla acercarnos a Cibeles para ver el ambiente. Y allí nos hemos encaminado en cuanto hemos visto en la tele el recuento de votos, alejado definitivamente el riesgo de un nuevo tamayazo. Carmena ha obtenido los 20 votos de los concejales de su grupo, Ahora Madrid, más los nueve del PSOE. Los 21 concejales del PP han votado a Esperanza Aguirre y los siete de Ciudadanos a su candidata Begoña Villacís.

¿Te imaginas que en vez de 29 obtiene 31, de algún concejal del PP que no quiere a Aguirre?, le digo al colega. Pero, no. La votación ha seguido el guión, Carmena ha sido proclamada alcaldesa, ha jurado su cargo y ha pronunciado un discurso como deben ser estos pronunciamientos. Con respeto al sentido común y sin olvidar por qué están en el cargo y quien los ha elegido.

Esa es la primera diferencia de los nuevos con sus predecesores, que éstos, habituados a tener que bregar con la estructura de los partidos, han ido olvidando que a quien se deben es a los ciudadanos y que son a éstos, y no a sus secretarios generales, a quienes han de rendir cuentas.

El discurso de Carmena no descubre nada que no supiéramos, ni siquiera es una pieza oratoria relevante, pero dice lo que hay que decir: estamos aquí para servir, llamadnos por nuestro nombre, no establezcáis distancias ni dejáis que lo hagamos nosotros.
Con este buen sabor en la boca llegamos a Cibeles y encontramos la plaza tomada por la policía, con gran aparato defensivo y abundancia de lecheras -o comoquiera que se llamen las furgonas policiales-. En la zona del paseo central hay un grupito que, a ojo, no llega a las cien personas, con pancartas contrarias a Carmena. Las protegen un número similar de efectivos policiales que impiden acercarse a ellos y orientan a los viandantes hacia el lateral del edificio de Correos, donde se agrupan varios cientos de personas. Cantan y vocean a favor de la alcaldesa. Los pasajeros de un autobús turístico que espera en el semáforo se unen a la algazara y bailan también desde la plataforma descubierta.

Al borde de la calzada, un grupo de personas mayores -muy mayores- sostiene una pancarta con los rostros de muchas personas. Reclaman a voces que no prescriban los crímenes del franquismo. Tan cerca y tan lejos, las dos Españas. Las voces de los viejillos se pierden en otros ruidos: el del tráfico, el de los contrarios a la alcaldesa, el de sus partidarios.

Los partidarios de Manuela van en aumento y son cada vez más ruidosos. De pronto, todos nos desplazamos hacia la embocadura de la calle Ruiz de Alarcón, por donde empiezan a salir algunos de los asistentes al acto oficial. Se oyen aplausos, cánticos y vivas. Por la calzada lateral llega un grupo de ciclistas de Equo. Más cánticos, más bailes, se mezclan al bullicio.

Échate un baile conmigo, le digo a la Pubilla, que está en esa difícil edad de la adolescencia donde todo le ruboriza. Es que yo, bailar..., se defiende. A estas alturas, el colega está en el grupo de observadores, como si pasara por allí y no conociera a nadie. La Pubilla se arma de valor y se une al jolgorio. Cantamos eso de: Adios, Botella, goodbye PP, ciao, ciao Aguirre, auf Wiedersehen.
Acabas de asistir a un momento histórico así que apúntatelo en el disco duro del cerebro para que se lo puedas contar a tus nietos: Estabas en Cibeles cuando fue elegida la primera mujer alcaldesa de Madrid.
Cuando volvemos a la plaza ya no están ni los veteranos antifranquistas ni los contrarios a Carmena. Permanecen los policías en número que sigue pareciendo excesivo. Una turista se acerca a uno de ellos y le pregunta en inglés qué es lo que ocurre. Han elegido a la nueva alcaldesa, responde el agente en un inglés muy correcto.
La Pubilla, el colega y yo enfilamos la calle Alcalá -sin nardos ni faldas almidonás- hacia la Puerta del Sol. No sé si hemos tomado Madrid. 

viernes, 12 de junio de 2015

Cuando 1985


Una de las ventajas de la jubilación es que te queda tiempo para pensar. Pajaradas, a veces. ¿Por qué no seremos capaces de reconocer de antemano a personas que luego serán importantes en nuestra vida?, le pregunto al colega. Porque igual nos hacíamos un lío, responde él con su proverbial cachaza. Pero igual tiene razón. Igual es verdad que una cierta dosis de ignorancia no viene mal.

Pongámonos en 1985, esa fecha mítica que ahora nos recuerdan en los telediarios,  cuando España y Portugal se adhirieron al la Comunidad Económica Europea,  preludio de la actual Unión. Ahí está un joven y garboso Felipe González, pletórico y poderoso. Con los 100 años de honradez intactos. A su lado, Manolo Marín, tan bisoño y tan ilusionado. 

González se mantuvo más de trece años en la presidencia del gobierno; confesó haber llegado a un punto de no aguantarse a sí mismo, dejó los bonsais en el Jardín Botánico, a su ex ministro de Interior en la cárcel de Guadalajara y, un poco después, se fue a asesorar a Gas Natural Fenosa. Ahora acaba de volver de un viaje a Venezuela, donde el sucesor de su amigo Carlos Andrés Pérez le ha propinado una patada en tan ilustres posaderas. 

Marín, que llegó a presidir la Comisión Europea y el Congreso de los Diputados, en 2007 dejó la política harto de sus compañeros de partido para dedicarse a la ecología y el medio ambiente. Ahora  preside la Fundación Iberdrola.

En 1985, una joven de 20 años, que cursaba Ciencias Políticas en la Complutense, acababa de presidir en el Senado el Día Iberoamericano. Se llamaba Cristina de Borbón y decían de ella que era la lista de la familia. Tiempo después se casó con un tío bueno y de regalo de boda su padre le dió un ducado. El tío bueno y la chica lista han puesto una carga de dinamita en los cimientos de la monarquía y su hermano, que en 1985 acababa de volver a España después de unos años de formación en el extranjero, ahora es rey y hoy le ha apeado del tratamiento.

Hace treinta años, una jueza famosa por su decisión de eliminar las astillas de los juzgados, corruptelas habituales en la época, recibía el premio nacional Derechos Humanos. Antes había sido abogada laboralista y se llamaba Manuela Carmena. Salvo cataclismo universal, será la próxima alcaldesa de Madrid. 

Quizás el colega está en lo cierto. Es preferible ir descubriendo la realidad poco a poco. Para no hacernos un lío.