jueves, 30 de abril de 2015

Así que pasen 20 años

La vida discurre ajena a las circustancias personales de cada cual. Te dispones a dar carpetazo lo más plácidamente posible a un mes algo agitado cuando, de pronto, se pone a girar el tambor de esta lavadora gigante en que se ha convertido la actualidad española y no das abasto a mirar twitter, facebook y los varios y diversos digitales que sigues habitualmente para enterarte de lo que sucede sin que te dé el parasiempre.

Hay días particularmente intensos y, en ese rango, el último de abril del año de gracia de 2015 es de los que se llevan la palma. Empieza por el cese fuminante del director del segundo periódico nacional en tirada. ¿Qué habrá pasado?, te preguntas. Elucubras acerca de la fugacidad del éxito en general y el de Casimiro García Abadillo en particular y del errático rumbo de El Mundo cuando twitter empieza a aporrear otra noticia descacharrante: Juan Carlos Monedero, uno de los mentores de Podemos y ama de cría ideológico de un sector no menor del partido, presenta su dimisión de todos los cargos orgánicos y se da la media vuelta a la vida particular, después de haberse despachado a gusto acerca de la dificultad de mantener la pureza en un mundo enlodado.

Tropecientos twitter, cientos de comentarios en facebook y decenas de páginas más tarde te enteras de que una empresa joven de la Ribera del Duero, radicada en Fuentenebro (Burgos) -Cervezas Mica- ha ganado el Premio Ciudad Educación al Mejor Joven Emprendedor. 

Son noticias aparentemente inconexas, que conforman el sustrato de la vida cotidiana. Tratas de adelantarte en el tiempo y te preguntas ¿Qué quedará de todas ellas, personas, periódico, empresas, así que pasen veinte años?

Me da a mí que, entre todos, quien más papeletas tiene para sobrevivir es la bebida de la cebada.  

lunes, 27 de abril de 2015

Algo va mal

En la capital de provincia donde pasamos el tiempo que no estamos en Madrid quedamos con unos amigos a los que hace tiempo que no vemos. Tratamos de ponernos al día lo más rápidamente posible para acabar en el tema de conversación que tantas veces hemos compartido: la política. ¿Cómo lo veis?, preguntamos. Mal, resumen.
Cuando desarrollan el argumento resulta que no es mal sino muy mal. Son tipos situados en el centro izquierda que andan por la setentena, bregados, con mucha experiencia desde la universidad. De los que repartieron lo que el franquismo consideraba propaganda ilegal, de los que durante la transición se presentaron en puestos de relleno en listas electorales, de los que han elaborado programas, han participado en la segunda fila de la política, poco dados a protagonismos.
Esto no tiene arreglo, concluyen con fatalismo. Aquí la corrupción es pública y notoria pero nadie duda de que los electores van a votar a los mismos. Hablan de un hospital cuyo presupuesto inicial se ha disparado sin que se conozca muy bien hasta cuánto y por qué, al que los pacientes han de llegar sorteando un carrusel de obstáculos, con un parquin que no es un servicio público sino un negocio privado. Aquí no ha llegado la transición, aseguran, esto sigue siendo una tierra de caciques con un pueblo manso, siempre temeroso de tomar decisiones.
Hablamos de la corrupción, de las adjudicaciones de los parques eólicos en Castilla y León y nos cuentan lo que ocurrió en un ayuntamiento de la provincia. El alcalde quería montar un parque eólico en el pueblo, así que elaboraron el proyecto y fueron a presentarlo a la Consejería, donde el alcalde conocía a un jefecillo. Venimos a presentar el proyecto, le dijeron. Esperadme en la cafetería que está en la misma calle a la derecha, les respondió. Se extrañaron de no quisiera atenderlos en el despacho pero hicieron lo que les dijo y cuando llegó les ordenó directamente: Si queréis tener alguna oportunidad lo que tenéis que hacer es ir a tal despacho, depositar 20 millones de pesetas y ellos se encargan de todo.
Naturalmente, se fueron al juzgado a denunciarlo, le interrumpo. Me miran como si fuera selenita. Pues no, cogieron los papeles y el alcalde dijo: A tomar por culo el parque eólico, de qué les voy a dar 20 millones a estos zánganos. ¿Y no hicieron nada?, insisto. ¿Qué van a hacer? Aquí las cosas son así.
La charla se prolonga con detalles a cual más desolador y, aunque casi todo lo que cuentan lo conoces, te resulta difícil reconocer en estos interlocutores a los amigos combativos e imaginativos que conocías y sientes que te invade una congoja indefinible. Ver lo que se tiene delante exige una lucha constante, dejó dicho George Orwell.
Cuando salimos a la calle nos topamos con un grupo que, como nosotros, disfruta de la bonanza primaveral de esta noche de abril. En estas pequeñas ciudades todo el mundo se conoce, así que en el grupo encontramos a dos viejos camaradas de correrías. Tan viejos que uno asegura haber sido compañero mío en la primera comunión. Seguimos la tertulia y pronto se amontonan los recuerdos juveniles. Estábamos convencidos de que el futuro nos pertenecía. El tono de los años sesenta era el de una confianza presuntuosa: nosotros sabíamos cómo arreglar el mundo, señala Tony Judt en su imprescindible libro Algo va mal.
Empero, la obsesión por el dinero, por acaparar bienes materiales y mostrarlos a los demás, la privatización de lo público y el trasvase al sector privado, la diferencia cada vez mayor entre ricos y pobres, todo eso es reciente, data de los años ochenta. Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años hemos hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material: de hecho, esta búsqueda es todo lo que queda de nuestro sentido de un propósito colectivo. Sabemos qué cuestan las cosas pero no tenemos idea de lo que valen. Ya no nos preguntamos sobre un acto legislativo o un pronunciamiento judicial: ¿es legítimo? ¿Va a contribuir a mejorar la sociedad o el mundo? Estos solían ser los interrogantes políticos, incluso si sus respuestas no eran fáciles. Tenemos que volver a aprender a plantearlos, analiza Judt.
Cuando nos despedimos, pienso en las generaciones que deberán tomar el relevo: nuestros hijos, incluso nuestros nietos. La nueva generación siente una honda preocupación por el mundo que va a heredar, constata el mismo Judt. Tengo curiosidad por saber de qué hablarán, que planes compartirán. ¿Qué planean? ¿Cómo es el futuro que les pertenece?

jueves, 9 de abril de 2015

Mundo macho en el arte (A UA CRAG aparte)

Toda la vida pitorreándome de los lugares comunes, los tópicos y los refranes y al final resulta que donde menos se piensa salta la liebre.
Hace unos días escribí un post sobre un peculiar grupo que en los años 80 del pasado siglo fue un fenómeno en el ámbito cultural: A UA CRAG. En 1985 se constituyó como cooperativa en un pueblo del sur de Burgos y desde ahí irradiaron su arte dentro y fuera de España. A pesar de que Aranda de Duero, donde tenían su epicentro, era un lugar con antecedentes de aprecio artístico, entre los que mencionaba su bibliotecario-poeta, aquello fue un fenómeno del que ahora se cumplen 30 años. El propósito era recordar hasta dónde se puede llegar cuando se dispone de un buen proyecto y energía para defenderlo y, de paso, rendir un pequeño homenaje a aquellos chicos que pelearon en territorio comanche.
Alguien, que imagino chica pues se identifica como “Marta y Lucía”, comentó el post con las siguientes palabras: “Muy buen ejemplo del machismo en el Arte incluido el bibliotecario”. Y ahí se armó la mundial, por utilizar la expresión de mi querido Manolo Arandilla, el susodicho bibliotecario.
“¿A qué viene eso del machismo? ¿Acaso conocéis a la gente de A UA CRAG para semejante afirmación? ¡Lo que hay que ver! Vuestro comentario sobra”, responde Oscar, arandino él. Le sigue Jesús Max (un ex a ua crag) para recordarme que sigue existiendo y agradecer a Oscar “por defender lo obvio”. Se suma Julián Valle, también ex a ua crag, para añadir que las insinuaciones vertidas en los comentarios “carecen  de fundamento: en el grupo hubo mujeres desde su fundación, pero no eran artistas, hay que tener en cuenta que sus actividades eran -en principio- como una asociación cultural: 12 personas, de ellas 6 artistas. Estos 6 artistas (en principio) eran casualmente hombres”.
CASUALMENTE. Casualmente, dice. Pues esa casualidad es la que lleva ordenando el mundo a imagen y semejanza de los hombres. Y lo más sangrante es que ese desequilibrio pase desapercibido incluso para hombres inteligentes. Hay que fastidiarse con las casualidades.
No voy a hacer un repaso, por obvio, del escenario en que se desenvolvió la actividad de A UA CRAG, hace tres décadas cuando ya las mujeres accedían a la universidad en proporción semejante a los hombres –tras una lucha harto difícil, conviene no olvidarlo- a pesar de lo cual seguían infrarrepresentadas en el arte y en todo lo demás.
Casualidad, dicen. Y siguen a lo suyo. Los hombres están tan acostumbrados a un mundo macho que son incapaces de mirar alrededor. Así, deben creer que es casualidad que las mujeres sigamos siendo transparentes, no aparezcamos –o lo hagamos de manera simbólica- en el arte como en todo lo demás. Porque, si miraran, alguno tendría que preguntarse por qué las mujeres aparecen tan poco allí donde se crean los modelos de referencia.
Haced la prueba. Escoged cualquier ciudad: Venecia, Florencia, Roma, Lisboa, Oporto, La Habana, París, Praga, Bruselas, La Haya, Brujas, Oslo, Barcelona, Madrid. Cualquiera vale. Salid a la calle. Buscad en el callejero y descubriréis que la mayoría de las rotuladas con nombres propios responden a caballeros y sólo una minoría a señoras. Seguid buscando en la estatuaria, ¿cuántas son mujeres? Pocas con tendencia a ninguna. Ahora, entrad en los museos. ¿Cuántas mujeres firman los cuadros que en ellos cuelgan? ¿Cuántos tienen por modelo mujeres que se significaron en algo? Encontraréis, sí, abundancia de vírgenes, diosas, santas, reinas o hijas de reyes, todas con poder vicario. Pero mujeres que sirvan de modelo a las nuevas generaciones, pocas, muy pocas. Que hasta aquellas que destacaron de manera incuestionable –estoy pensando en Sofonisba Anguissola, que destacó como pintora en la corte de Felipe II- sus obras son atribuidas a otros artistas, en este caso al Greco.   
Adentraos en el Prado, en el Louvre, en los Museos Vaticanos, donde más os guste y constataréis que el mundo es macho o descubriréis que en los museos Capitolinos lo más femenino es la loba que amamantó a Rómulo y Remo.
No, no es casualidad, sino causalidad. Ocurre que los hombres miran en derredor suyo y les complace lo que ven: un mundo hecho a su imagen y semejanza. No echan nada en falta, no les parece extraña la ausencia de mujeres entre sus pares. Es una casualidad, explican.
No, no es casualidad: es ceguera. Ceguera o mala fe, que de todo hay. Ceguera o mala fe que para representar a la juventud –compuesta de chicos y chicas al 50%- el periódico nacional de mayor tirada saque en portada una foto con cuatro hombres y una mujer.
No es casualidad. Es un mundo macho.

lunes, 6 de abril de 2015

Cuento para una nieta con Luis Sáez y el soldado de Rada

Cuando la Pubilla era pequeña, su madre le leía un cuento antes de dormirse. Debía tener dos o tres años cuando una noche nos la dejaron en la casa de Burgos, donde había bastantes libros pero ningún cuento. Todo fue acostarla y la niña pidió su ración de lectura. Buscamos desesperadamente, hasta que el colega encontró un folleto con imágenes que resultó ser un catálogo de una exposición del pintor Luis Sáez.
El abuelo cogió el libro con la seriedad que requería el asunto y fue contando a la niña su cuento, pasando las páginas a medida que el relato avanzaba. El intento tuvo éxito porque, cada vez que la Pubilla se quedaba en aquella casa reclamaba “su” cuento y el abuelo le contaba su historia. Nunca supe de qué iba esa historia porque ninguno soltó prenda. ¿De qué trata el cuento que te lee el abuelo?, inquiría yo con la niña. ¿De qué va a tratar? De lo que tratan los cuentos, respondía ella, que siempre ha sido un poco redicha. ¿Qué le cuentas?, insistía con el colega. Pues un cuento, contestaba él. Aunque luego acumulamos relatos infantiles, la Pubilla siempre solicitaba el suyo, personal e intransferible. Y seguía con atención concentrada las palabras del colega. Y así siguieron abuelo y nieta hasta que la niña aprendió a leer, se hizo con su propio arsenal literario y pasaron a compartir lectura.
Entonces, guardamos el catálogo de Luis Sáez y nos cuidamos de contarle la verdad a la nieta. Hasta que hace unas semanas leí la noticia de que Javier Sáez del Álamo, hijo del pintor, había donado una parte de los cuadros de su herencia para obtener fondos con los que financiar la educación de jóvenes de etnia gitana. Me pareció un gesto de generosidad de Sáez hijo y creí llegado el momento de contarle a la Pubilla la verdad de su cuento, del que ella guardaba un recuerdo muy vivo.  
Es un bonito final para tu cuento, ¿no?, le comenté. Está bien, dijo ella, con ese laconismo de las adolescentes.
Empero, no era el final. Estos días hemos visitado el descampado medieval de Rada, en Navarra. Dentro del recinto amurallado se conserva una iglesia dedicada a San Nicolás en la que se ha dispuesto un Centro de Interpretación, protegido por cuatro figuras que representan, con cierto realismo, centinelas de épocas pasadas. Soplaba un cierzo inclemente, así que mientras el colega se entretenía entre las piedras del poblado extinguido en el siglo XV, me dediqué a fotografiar a los soldados.   

De vuelta a casa, al ordenar las fotos, comento con el colega la rareza de la celada de uno de los centinelas que ya me había llamado la atención. ¿De dónde sale este soldado?, pregunto. El colega echa una ojeada sin mucho interés y contesta que será una figuración que han colocado allí de adorno. Pues el resto parecían muy bien contextualizados, comento. La Pubilla mira la foto y dice, con absoluta naturalidad: Ese es el soldado del cuento del abuelo.

No voy a meterme en profundidades sobre el binomio espacio-tiempo pero no se me ocurre mejor manera de honrar la memoria de un pintor como Luis Sáez ni de acabar un cuento para una niña que ahora cumple 14 años.