domingo, 28 de febrero de 2016

Hasta siempre, Maribel

Las redes sociales tienen algunos defectos pero también una virtud esencial: contribuyen a acercar a las personas. Permiten conocer a gente interesante que, normalmente, no entra en el área de conocimiento que se consideraría normal y permiten encontrar a aquellos que conocimos un tiempo y luego perdimos de vista. Las redes sociales son como lazos que nos regala a veces la vida. 

Mis amigas del colegio me encontraron a través de las redes. Medio siglo después de haber dejado el colegio de Barcelona, volvimos a encontrarnos, volvimos a vernos, a hablar... y nos reconocimos. Las adultas que somos, las sesenteras en que nos hemos convertido nos reconocimos en las niñas, en las adolescentes que desde la falda del Tibidabo mirábamos cómo caían los rayos del palacio de Montjuich mientras soñábamos con nuestro futuro. Los lazos que tejimos entonces se han revelado firmes y duraderos. 

Desde que nos reencontramos, las redes nos han sido de gran utilidad. No sólo estamos al tanto de las vicisitudes de cada cual -nuestras gripes, nuestros esguinces, las dolencias propias de la edad- también compartimos en tiempo real las alegrías y las penas de cada una y vemos cómo crecen foto a foto, vídeo a vídeo, nuestros nietos, tan guapos todos, tan graciosos, tan listos...

Pero las redes no son inmunes ni pueden protegernos de los dolores de la vida. Fue Facebook el que nos comunicaba la muerte de Maribel, que tanto dolor nos ha causado. 

Maribel fue una mujer luchadora y comprometida con una vida llena de alegrías y de penas, como la de cada cual. Se casó y tuvo tres hijos que le han dado un montón de nietos de los que se sentía justamente orgullosa. Pero tuvo, sobre todo, un montón de amigos, amigos que la querían, la respetaban, la admiraban. Y una perrita -Mini-, que fue su última compañera.

Cuando nos reencontramos, Maribel ya estaba enferma de cáncer. Durante estos años ha peleado bravamente con la enfermedad, se ha prestado a nuevos tratamientos y a ensayos clínicos que, pensaba ella, podían ayudar a otros enfermos de su mismo mal. La muerte vino a recogerla mientras dormía y nos ha dejado a sus amigas, a las niñas del Pinar, el dolor de su ausencia y la certeza de que mujeres como ella hacen que el mundo sea un poco mejor. 

Su fb se ha llenado de mensajes de sus amigos: "Brindo por ti tata, que es lo que hubieras querido, brindo por todos los momentos que hemos compartido en esta vida y por los que nos quedan por compartir al otro lado, cuando volvamos a encontrarnos", dice uno. "Bon dia Maribel desprès de molt pensar,se que no hi ha paraules per agrairte i explicarte el que has significat per a mi i la meva família ,m,has acompanyat en la infancia fent-me sentir especial i ho has seguit fen sempre en els bons i mals moment ,se que ets una persona aquelles irrepetiples ,sense tenir res ho has donat tot.ja no podrem repetir cafetons rialles i momens únics ,però se que estaras amb nosaltres quan expliquen una anècdota o recordant aquell dia especial sigui com sigui sempre viuras als rècords de tots els que them estimat.fins aviat REINA DE LOS MARES". "Estem tots miran al cel esperan veurat sonriura y esculgan ¡¡¡QUE VOLS VIDA..!!!!! sempre amb una paraula bonita estan ella futuda sempre amb pensament per altres es i sera sempre la nostra estrella.. petonets guapa petonets grosos jo no et dire adeu et dire fins un altre perque mirant el cel et veure a tu i a la yaya ...t´estimo guapa".

"Maribel, formaste parte de mi vida durante la niñez, allí en el Pinar, por eso formarás siempre parte de aquel recuerdo en mi memoria. Hasta siempre compañera", ha dejado escrito Mari Paz resumiento el sentimiento de todas nosotras. Hasta siempre, Maribel. Fue un honor ser tu amiga. 

sábado, 27 de febrero de 2016

Adamo en Brujas



Salvatore Adamo era un tipo escuchimizado, con cara de ratón y pelo ralo -no exactamente un adonis- que, no obstante, encandiló a varias generaciones de mujeres de las últimas décadas del siglo pasado con unas canciones de amor que contribuyeron a enlazar parejas y tejer amoríos.

Italiano de nacimiento y belga de adopción, además de encandilar en sentido platónico parece que Adamo enamoró en sentido real a Paola de Lieja, en una época de despendole de quien luego habría de sentarse en el trono de los belgas. Paola era una italiana trasplantada por matrimonio a una corte en la que reinaban Fabiola y Balduino con un estilo de beaterio excesivo incluso para la época. De aquella historia entre cantante y princesa quedó una recatada canción - Paola, dulce Paola- que fue objeto de comidilla y poco más. Muchos años después, Alberto II, rey de los belgas y marido de Paola, nombró caballero a Salvaore Adamo, lo que no deja de ser un gesto meritorio. Para ambos, creo.

Adamo actuó con frecuencia en España y versionó casi todas sus canciones en castellano. Que levante la mano una sesentera actual que no haya bailado al son de Mis manos en tu cintura.

Adamo tuvo la rara habilidad de embellecer lo cotidiano -Cae la nieve o Un mechón de tus cabellos- debido a que buscaba inspiración en Victor Hugo o Georges Brassens. Jacques Brel lo consagró definitivamente al bautizarlo como Jardinero del Amor.
Problemas de salud habían retirado al cantante de los escenarios y de las giras. Hacía muchos años que la viajera había perdido su pista cuando, en un poste de Brujas nos topamos con un anuncio de actuación.

El tiempo, a veces, se complace en conjugarse en bucle.

lunes, 22 de febrero de 2016

Don Antonio, tal día como hoy

Tal día como hoy de hace setenta y siete años, el 22 de febrero de 1939, moría en Colliure (Francia) don Antonio Machado, poeta. Sólo unas semanas antes, don Antonio había cruzado la frontera en unas condiciones difíciles, con la lluvia y el frío invernal añadiendo rigor a la crueldad de una guerra que expulsaba de su propio país a quienes habían defendido al gobierno democráticamente elegido.

Aquellas imágenes de miles de personas arrastrándose entre la persecución y el abandono se repiten estos días en la misma Europa que ahora como a mediados del siglo XX cierra los ojos a los refugiados o mira hacia otro lado.

En el pequeño cementerio de Colliure, cerca del mar, descansa don Antonio.


Yo voy soñando caminos 
de la tarde. ¡Las colinas 
doradas, los verdes pinos, 
las polvorientas encinas!... 
¿Adónde el camino irá? 
Yo voy cantando, viajero 
a lo largo del sendero... 
-la tarde cayendo está-. 
"En el corazón tenía 
"la espina de una pasión; 
"logré arrancármela un día: 
"ya no siento el corazón". 



Y todo el campo un momento 

se queda, mudo y sombrío, 

meditando. Suena el viento 
en los álamos del río. 

La tarde más se oscurece; 

y el camino que serpea 

y débilmente blanquea 
se enturbia y desaparece. 

Mi cantar vuelve a plañir: 

"Aguda espina dorada, 

"quién te pudiera sentir 
"en el corazón clavada".

viernes, 19 de febrero de 2016

Don Quijote y Sancho en Bruselas


Lo primero que hacemos los viajeros que llegamos a Bruselas por primera vez es dirigirnos a la Gran Place y mirar embelesados los edificios que ornan y engalanan la plaza mayor de Europa. Enseguida, para asimilar la impresión, los españoles nos dirigimos hacia una esquina de esa plaza, donde se abre un bar que lleva el pomposo nombre de Le Roy d'Espagne, y pedimos unos mejillones, no sea que se nos olvide cumplir con el rito.

Una tontería como otra cualquiera, lo del bar, porque los belgas no son lo que se entiende por entusiastas del rey hispano, menos aún de su otrora representante, el Duque de Alba, ni de los soldados que defendían el imperio, los Tercios de Flandes, como bien puede apreciarse en el interior del local. Pero así, entre unas cosas y otras, los viajeros se percatan de que han llegado a la capital donde se asientan las instituciones y el gobierno europeos.


Para los viajeros españoles hay otro rincón en la capital belga menos famoso pero más cordial: la Plaza de España, así bautizada en recuerdo a la primera presidencia española de la entonces Comunidad Europea, en 1989. Como es frecuente en Bruselas, el nombre oficial coexiste con el nombre popular, que en este caso es Plaza Marsupilami, el personaje creado por André Franquin en las páginas de Spirou y Fantasio.

Y ahí, en ese rincón, casi colindante con las Galerías Reales Saint Hubert, en el camino que va de la Grand Place a la catedral de Santa Gúdula, se levanta un grupo escultórico en honor de don Quijote y Sancho. A los madrileños, el monumento les resultará familiar puesto que se trata de una réplica del que desde 1928 se encuentra en la Plaza de España de Madrid, obra de Lorenzo Coullaut Valera.

La réplica debió tomar sus propias decisiones u optar por la autodeterminación porque, si te fijas detenidamente, don Alonso Quijano tiene un parecido a Sean Connery que no tiene su homónimo madrileño. Da igual a quien se parezca. Ahí están don Quijote y Sancho, para contrarrestar la memoria de los Tercios de Flandes y el Duque de Alba. Aunque el día que la viajera fotografió a Alonso-Sean, éste llevaba al cuello una corbata anudada como si viniera de combatir con gigantes o de farra. Genio y figura.

martes, 16 de febrero de 2016

La mosca de Lovaina

Lo primero que tienes que tener en cuenta cuando llegas a Lovaina es que su nombre es Leuven, para los flamencos, y Louvain para los francófonos belgas. Si lo olvidas creerás que te has equivocado de lugar porque todos los carteles e indicativos remiten a Leuven. Estamos en la capital del Brabante flamenco, en la región de Flandes.

Luego, debes recordar que aquí está la universidad católica más antigua del mundo, la Katholieke Universiteit Leuven, KULeuven, fundada en 1425. Es también la universidad más grande de Bélgica, con alumnos de más de cien nacionalidades, muchos de ellos con becas erasmus, apelativo que aquí viene como anillo al dedo pues Desiderius Erasmus Roterodamu, humanista más conocido como Erasmo de Roterdam, que dio nombre a estas becas europeas, fundó en 1517 en esta ciudad el Collegium Trillinguae (latín, griego y hebreo), la primera escuela de lenguas clásicas del mundo. (En verdad, erasmus es el acrónimo de European Region Action Scheme for the Mobility of University Studens, buscado para hacerlo coincidir con el viejo Erasmo).
De Lovaina se dice que es una ciudad de estudiantes y monjas aunque, como muchos estereotipos, actualmente es una verdad a medias pues si, efectivamente, estudiantes son la mayoría de sus residentes, las monjas, beguinas en realidad, mujeres independientes que se retiraban de la vida social, sea por haber quedado viudas, porque sus maridos estaban en la guerra o porque no querían contraer matrimonio, y vivían en comunidad, no necesariamente con votos religiosos ni de manera permanente, son un recuerdo del pasado. El Gran Beguinaje, el barrio reservado a las beguinas, conservado como si éstas acabaran de salir, está declarado Patrimonio de la Humanidad. y sus instalaciones sirven de alojamiento a profesores y estudiantes universitarios.
A poco que te dejes llevar por Lovaina acabas en la Oude Mark, la plaza vieja, también conocida como la mayor barra de bar de Europa. La plaza es una sucesión de bares con terrazas casi siempre llena de gente bulliciosa dispuesta a saborear una de las muchas y ricas cervezas belgas, cada una de las cuales requiere de su vaso específico. La viajera descubrió en este lugar las cualidades de las cervezas de frambuesa, razón por la que guarda un recuerdo agradecido a la ciudad. La cerveza local es la Stella Artois, que tiene aquí su sede.
Un poco más allá de la Oude Mark se encuentra la Grote Mark, la Plaza Mayor, donde se levanta la joya de Lovaina: su ayuntamiento gótico. Se empezó a construir en el siglo XV y se acabó en el XIX. A lo largo de estos siglos se fueron incorporando estatuas de personajes ilustres y escenas bíblicas, hasta un total de 236. El edificio es un conjunto recargado pero muy hermoso.
Frente al ayuntamiento, la iglesia de San Pedro, construida en el siglo XV. El proyecto contemplaba una torre de 170 metros pero por problemas de cimentación se quedó en los 50 metros. En el campanario, llama la atención un gran reloj dorado con un campanero que se mueve al compás de la sonería.
Pero si de algo se sienten verdaderamente orgullosos los vecinos de Leuven es de su biblioteca. Se asegura que llegó a guardar 300.000 documentos. Durante la primera guerra mundial sufrió grandes desperfectos y la pérdida de importantes fondos medievales y renacentistas. Fue reconstruida con ayuda de Estados Unidos. En agradecimiento, el carillón de su torre tiene tantas campanas como estados continentales estadounidenses: 48. Durante la ocupación alemana en la segunda guerra mundial la biblioteca volvió a arder y de nuevo fue reconstruida.
Ante ella, en una amplia plaza se alza una especie de aguja en cuya parte superior hay una enorme mosca ensartada. La composición se llama Totem y es obra de Jan Fabre. La mosca de Lovaina/Leuven/Louvain.

domingo, 14 de febrero de 2016

El zurcido

En mis años  mozos una de las peores cosas que se podía decir de una mujer es que era tan inútil que no valía ni para un zurcido. En el otro extremo, el no va más de los elogios posibles era valer lo mismo para un roto que para un descosido. Por supuesto, las mujeres estábamos convencidas de que nuestros activos estaban en relación a nuestra habilidad costurera y echamos horas y horas cosiendo, bordando y haciendo las labores más variadas. Bolillos, ganchillo, festón, bodoques, macramé, de todo hicimos. Incluso para aprobar el bachillerato elemental era requisito imprescindible presentar un muestrario de labores que, efectivamente, incluía un zurcido. No recuerdo qué equivalencia exigían a los chicos pero doy fe que las chicas debíamos demostrar que sabíamos zurcir.

Luego, sí recuerdo haber zurcido más de uno y más de dos calcetines pero nunca había zurcido una sábana. Enseguida se generalizaron las fibras sintéticas, que son cuasi eternas, con lo que terminabas tan cansada de ver la misma sábana años y años que lo último que se te ocurría era alargar su duración. Eso, que nos hemos instalado en la cultura del usar y tirar y que habitualmente teníamos cosas más interesantes que hacer que zurcir y bordar. Pero los gustos son cíclicos y, junto a una nueva mirada hacia el cuidado de las cosas, de nuevo volvió el gusto por las fibras naturales, el lino o el algodón, que sí se rompen. 

A nosotros concretamente, se nos ha roto una sábana, no mucho, un pequeño desgarrón. Lo vi al planchar y me hice la loca. Tampoco es para tanto, me dije, si va a más retiro la sábana y en paz. Pero no ha ido a más. Ni a menos. Y entonces me acordé del zurcido. ¿Cuando eras pequeño te zurcían las sábanas si se rompían?, le pregunto al colega, no sea que se sienta herido en su estado del bienestar. Zurcir no sé, pero mi madre sí echaba piezas, me informa. Pues voy a zurcir la sábana, le digo. ¿Pero tú sabes zurcir?, pregunta, sorprendido. Si no se me ha olvidado, sabía. 

Lo primero es buscar el hilo y que coincida el color pero una de las condiciones de llegar a los sesenta es que arrastras mucho trasto que no te decides a tirar por si acaso. Busco en el  costurero y aparecen restos de alguna labor de hace varias décadas. Y, oh fortuna, quedan dos hebras del color de la sábana. 

Que el tiempo pasa se nota de muchas maneras. En la vista, una de ellas. Enhebrar la aguja ya es un reto, luego viene calibrar la puntada, que quede presentable y no un gurruño. Media hora me han llevado las cuatro puntadas. Media hora que he aprovechado para pensar, para planificar la semana. A ver si ahora va a resultar que zurcir es un método desestresante.

Estoy por mandar unos calcetines del colega que empiezan a clarear a los portavoces políticos que estos días negocian la posibilidad de un nuevo gobierno de cambio. Para que me los zurzan, por si los ayuda. A Rajoy, no, porque lo suyo ya no lo arregla ni un zurcido ni una pieza. Ni un milagro. Que se lo pregunten a Esperanza Aguirre. 

domingo, 7 de febrero de 2016

In-Congruencias

 
Como es harto conocido, en la Carrera de San Jerónimo se levanta el Congreso de los Diputados. Ocupa el solar donde otrora se alzaba el convento del Espíritu Santo, que se quemó en 1823, y fue inaugurado en 1850 por la reina Isabel II.
A ambos lados de su portada principal, que solo se abre en ocasiones solemnes, se encuentran los famosos leones, lugar muy apreciado por los visitantes para fotografiarse como recuerdo de la visita al Congreso. Hasta hace unos meses, se podía acceder fácilmente, incluso fotografiarse ante la puerta. Ahora ya no. En las navidades pasadas, un retén policial advertía de que no se podía superar el segundo escalón. Hoy, unas vallas impiden la aproximación a la escalinata.
Así, resulta que los ciudadanos, que sostienen con sus impuestos el funcionamiento del Congreso y que eligen en las urnas a los diputados, no pueden siquiera aproximarse al edificio y, en cambio, se permite el acceso y se le reserva escaño a Pedro Gómez de la Serna, investigado por la Audiencia Nacional bajo la sospecha de formar parte de una organización delictiva.
Legal, sin duda, pero incongruente.
En el muy castizo barrio de Lavapiés se alza la iglesia de San Lorenzo que por sí sola resume la historia de España. Levantado sobre el solar ocupado anteriormente por la sinagoga, se convirtió en parroquia independiente en 1799. en 1851 sufrió un incendio que dejó el edificio en mal estado, fue restaurado, pero el 20 de julio de 1936 fue incendiado y totalmente destruido. Reconstruida a partir de 1942 fue reinaugurada en 1950.
Son famosas sus fiestas en honor al santo patrón, en torno al 10 de agosto, y en los primeros días de mayo, la celebración de las “mayas”, cuando las calles aledañas a la iglesia se llenan de altares florales presididos por adolescentes, en los que se ofrecen rosquillas y ramos de romero.

Pues bien, esta parroquia castiza se convirtió también en el lugar de acogida del culto de las diferentes colonias de inmigrantes latinoamericanos que en los años de bonanza económica llegaron a España buscando una vida mejor que la que les ofrecía su país. Cada domingo, la estación de metro de Lavapiés se llena de devotos que salen de misa de doce o de una. Vienen hasta aquí de todos los barrios de Madrid para rezar ante la Virgen del Cisne, los ecuatorianos, el Divino Niño, los colombianos, y la Virgen de Cotoca, los bolivianos.
Esta tarde, de la iglesia de San Lorenzo ha salido una procesión bullanguera y multitudinaria. Pero, al contrario que en otras ocasiones, la procesión no era en honor de ninguno de sus patronos religiosos, sino en defensa de la Tierra.
Salvemos la Tierra. No a Monsanto, rezaba algunas pancartas, en alusión a la empresa agroquímica americana. Eso es congruencia.

viernes, 5 de febrero de 2016

Santa Águeda, las mujeres y la fama

Santa Águeda en la iglesia de San Esteban de Burgos
El 5 de febrero, festividad de Santa Águeda, se celebra el día de las mujeres. Ahora mismo, esta conmemoración tiene menos relevancia de la que tuvo pero en el medio rural, especialmente en Castilla y León, ésta era una de las fiestas centrales del santoral social.
De por qué se confería este día el poder a las mujeres tiene que ver el hecho de que -según la tradición- en el siglo XI, cuando los árabes habían tomado el alcázar de Segovia, las mujeres de Zamarramala tomaron la iniciativa de salir a distraer a los ocupantes para que los cristianos pudieran recuperar la plaza. Cuando los árabes -que serían rijosos pero no tontos- se percataron de la encerrona castigaron a la cabecilla por el expeditivo método de cortarle los pechos. Como contrapartida, los hombres de Zamarramala, en plan generoso, concedieron a las mujeres la posibilidad de mandar una vez al año.
Imagen de Santa Águeda en Gumiel de Izán
Tampoco es que los árabes fueran particularmente originales en el escarmiento a las mujeres. Quinciano, el gobernador romano de Sicilia, había aplicado el mismo método a Águeda de Catania cuando ésta se negó a abjurar de la fe cristiana. De ahí que Águeda, convertida ya en santa por la iglesia católica, pasara a ser patrona, entre otras cosas, de los males de pecho y de la lactancia y, tomando la parte por el todo, de las mujeres.
Pero estábamos en la fiesta de las águedas en los pueblos de Castilla y León, el día de las mujeres. Ese era el día -el único día, vale decir- que los hombres comían o cenaban solos y constataban de que tenían hijos que también comían y que había que acostar. Lo que no quiere decir que hicieran la comida o la cena, que de eso ya se habían encargado las mujeres. Otros tiempos, como se ve.
En Aranda de Duero, en la década de los ochenta del pasado siglo, las mujeres nos reuníamos con la cuadrilla para cenar fuera de casa. Para muchas de nosotras cenar fuera y hacerlo sin el acompañamiento masculino había dejado de tener el matiz rupturista que algún día pudo tener pero conservaba el carácter de afianzamiento de la autonomía personal. Una especie de ahí te apañes, que yo me voy con mis amigas.
Uno de aquellos años salí a cenar con mi cuadrilla, después de la cena fuimos a tomar una copa y parece que nos alargamos un poco más de lo normal porque cuando hicimos intención de volver no quedaba un alma en la calle. Cada cual se fue encaminando a su casa y, finalmente, quedamos las tres últimas: Pilar, casada con el director local de una de las cajas de ahorros, que llevaba en el apellido la condición de católica, una mujer positiva, que se pasaba el día trayendo y llevando a su prole al colegio, a bordo de un dos caballos; Elvira, con un humor inteligente y una capacidad casi infinita de encontrar apodos irónicos y polisémicos, casada con un conocido empresario local, y la periodista que es hoy la sesentera, las tres remolonas pero absolutamente sobrias.
Llegadas a los Jardines de Don Diego, donde vivía, Pilar se percató de que se había dejado la llave en casa. Llamó al timbre repetida e infructuosamente. “Es que Pedro tiene un sueño profundo”, justificaba ella. ¿Y los niños? Parece que en el sueño habían salido al padre. Como entonces no existían los móviles, acudimos a una cabina de teléfonos. Marcó el número de casa varias veces con el mismo éxito que al timbre. Reiteramos ambas operaciones sin ningún éxito. ¿A que me tengo que quedar a dormir en un banco?, decía Pilar, sin perder el humor. Nosotras nos quedamos contigo, respondíamos Elvira y yo.
Por si no conocéis lo que era el invierno en la meseta antes del cambio climático, recordaré que si en los primeros días de febrero se llegaba a cero grados era una buena noche. En esas condiciones, nos sentamos las tres en un banco a la espera de que se nos ocurriera una mejor idea para que Pilar entrara en su casa. Y lo que se nos ocurrió fue tirar piedras a la ventana del dormitorio matrimonial para despertar al marido durmiente. Creo que no habíamos llegado al segundo intento cuando apareció un coche de la Policía Municipal. ¿Qué pasa?, preguntó el agente al llegar a nuestra altura. Pilar explicó la situación. Pero no pueden ir apedreando la fachada porque igual dan en una ventana que no sea la suya. ¿Por qué no se va a dormir con sus amigas?, sugirió el agente. Nos pareció una buena idea y, antes de ponernos en marcha, a la desesperada, Pilar dio al timbre con tan buena fortuna que el marido se despertó y abrió la puerta.
En cualquier otro lugar, si la policía encuentra en una calle a tres personas tirando piedras a una ventana a las cuatro de la mañana, no se hubiera andado con tanto miramiento, pero en Aranda todo el mundo se conocía y ninguna de nosotras era exactamente una ciudadana anónima. Eso era lo malo.
A la mañana siguiente, el ámbito municipal en el que me movía por razones de mi trabajo, estaba al tanto de mis andanzas noctámbulas, con el consiguiente y general pitorreo. La versión más suave aseguraba que la policía me había encontrado al amanecer al borde del coma etílico y había tenido que llevarme a casa en el vehículo policial. Incluso el cabo Felipe, que me trataba siempre muy paternalmente porque era amigo de mi abuela, se creyó en la obligación de reconvenirme. Con lo seria que parecías y lo aficionada que nos has salido a la juerga.
Afortunadamente, las mujeres no tienen que esperar a las águedas para salir a cenar con la compañía que prefieran, aunque se mantengan los festejos en honor a Santa Águeda. Situadas ya en el plano mitológico y en un tiempo en que miles de mujeres pelean contra el cáncer de mama y tratan de superar la amputación, de romper ese lazo ancestral que liga el pecho con la feminidad, me gusta recordar a las amazonas, que se cortaban el pecho para de este modo poder disparar mejor las flechas y mantener su autonomía y la independencia de su tribu.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Olite, capital del reino de Navarra

Si un día quieres vivir una inmersión en una ciudad medieval, si te apetece recorrer los pasillos, salas y almenas de un palacio de cuento, si te gusta la historia y no desdeñas la leyenda, no busques más: vente a Olite. No tiene mucha pérdida, tanto si vas de norte a sur como si haces el camino a la inversa, la ciudad queda a tiro de piedra de la AP-15, la autovía que une Pamplona con Tarazona. Para que la inmersión sea plena lo ideal sería que te alojaras en el Parador, que ocupa parte palacio-castillo primitivo, declarado monumento nacional. Si el Parador estuviera completo, justo al lado tienes el hotel Merindad de Olite, que se levanta entre los restos de la muralla romana, en la calle de la Judería. Y si no te gusta ninguno, no te preocupes que tienes dónde elegir.
En cuanto pones un pie en el lugar salta a la vista que te encuentras en una ciudad antigua pero, por si te quedan dudas, sepas que en el siglo I, en la época de la Roma imperial, ya existía un cinturón amurallado que defendía un pequeño altozano, donde luego se fundaría la villa medieval. San Isidoro de Sevilla sostiene que el rey godo Suintila fundó la ciudad de Oligitus u Oligite el año 621 y la volvió a fortificar para defenderla de los vascones. El rey de Navarra García IV Ramírez le concedió en 1147 el primer fuero y tierras de cultivo -el Fuero de los francos de Estella-, que proporcionó a la población jurisdicción privativa, ventajas fiscales y una autonomía social que implicaba la intervención directa de los vecinos en la gestión de los asuntos comunes. Teobaldo II otorga en 1266 quince días de feria anual a partir del 1 de mayo, el mismo año en que se celebran Cortes en Olite. En 1302, los reyes de Navarra, a petición de la villa, trasladan la feria anual al 2 de noviembre. En 1407, Carlos III el Noble designa a Olite como capital de la merindad de su nombre y Felipe IV le concede el título de ciudad en 1630.
Olite acogió una comunidad judía, influyente y bien relacionada con los monarcas, compuesta de artesanos, comerciantes, viticultores, recaudadores, prestamistas y médicos, que contó con sinagoga propia junto al Palacio Real, de la que conserva, además de la rúa de la Judería, una parte de la Torah y otros documentos en el archivo municipal. Durante los siglos XVII y XIX Olite vive una época de decadencia, lo que no le impide crear la primera cooperativa navarra y la tercera en España, en 1904. 
Como ya ha quedado dicho, la ciudad tiene dos palacios, el Viejo o de los Teobaldos (siglos XII-XII), de carácter defensivo, mandado construir por Sancho VII el Fuerte y continuado por Teobaldo I y II, que es el que ocupa el Parador, y el Palacio de los Reyes de Navarra, comenzado por Carlos III el Noble como ampliación del primero.
La impulsora del Palacio fue Leonor de Trastamara, que en 1399 mandó construir junto a la iglesia de Santa María la capilla de San Jorge y la cámara y morada de la reina. Su marido, Carlos III, tomará el relevo a partir de 1400. Mandó construir el núcleo central del palacio, donde se encontraba la gran cámara real, en torno al que se fueron incorporando las sucesivas dependencias: el mirador del rey, las torres del homenaje, del aljibe, la Ochavada, de las Tres Coronas, de los Cuatro Vientos, de la Joyeuse Garde. En su construcción participaron artesanos franceses y navarros, moros y cristianos: canteros, carpinteros, escultores, yeseros, pintores, vidrieros, tapiceros, armeros...
Se incorporaron jardines interiores, naranjales, regados con un sistema hidráulico propio que llevaba el agua del Cidacos a la torre del Aljibe desde donde se distribuía mediante tuberías a las fuentes y jardines. El Palacio disponía asimismo de jaulas para aves y ardillas, incluso un zoo con leones, camellos, gamos, avestruz. Se decía que tenía tantas dependencias como días el año. Puro esplendor y exotismo que hizo exclamar a un viajero alemán del siglo XV: “Estoy seguro que no hay rey que tenga palacio ni castillo más hermoso”.
Doña Leonor murió aquí en 1415 y en 1425, Carlos III. Luego residirían su hija Blanca y su nieto Carlos, Príncipe de Viana. En 1512, tras la conquista de Navarra, fue entregado al duque de Alba. En 1556 se autorizó a los marqueses de Cortes por una renta anual de 50.000 maravedíes; se otorgó su alcaldío por juro de heredad a la familia Ezpeleta de Beire, que lo mantuvo hasta el siglo XIX.
Al deterioro del abandono vino a sumarse el incendio ordenado por Espoz y Mina durante la guerra de la Independencia, por temor a que fuera utilizado por las tropas napoleónicas. En 1913 fue adquirido por la Diputación Foral de Navarra, diez años después convocó un concurso para su reconstrucción que fue ganado por los hermanos Javier y José Yárnoz, éste comenzaría en 1937 su restauración.
Los viajeros, que han llegado en el siglo XXI, encuentran que el Palacio es una construcción algo caótica, una mezcla de dependencias y estilos. Pese a todo, el conjunto mantiene su atractivo, a caballo entre los reinos medievales, los castillos franceses y las películas de Disney (dicho sea con todo el respeto a doña Leonor, don Carlos III el Noble y sus no menos nobles sucesores). Pasear por sus dependencias proporciona una sensación de atemporalidad, de inmersión histórica y también de relatividad. De la de Einstein y de la otra. A la viajera le gustó especialmente la galería de la Reina, plagada de flores durante la visita.
La iglesia de Santa María, se levanta entre los dos palacios. Inicialmente fue capilla real, dependiente de la iglesia parroquial de San Pedro. Se empezó a construir en el siglo XIII en una mezcla de estilos cisterciense y gótico para inclinarse definitivamente en el gótico. La fachada principal se acabó en el año 1300 y toma el modelo de la catedral de Notre Dame de París. El arco ojival de la portada está flanqueado por un friso formado por los doce apóstoles. Preside el arco una Virgen con Niño, rodeada por pasajes de la vida de Jesús, nacimiento, matanza de los inocentes, huida a Egipto y bautismo. Sobre este arco ojival se abre un segundo que contiene un gran rosetón y dos pequeños para adaptarse al arco. El atrio se añadió en el siglo XV con un arco de acceso flanqueado por esculturas de la Virgen con Niño y de Blanca de Navarra. Aprovechando el cuerpo de un torreón romano, también en el siglo XV se construyó la torre y campanario.
En el altar se puede ver un retablo renacentista del siglo XVI debido a Pedro de Aposte, formado por 28 tablas con pasajes de la vida de Jesús y presidido por una talla gótica de la Virgen y el Niño. El órgano de la iglesia, de estilo rococó, data de 1785.
Desde la plaza de Carlos III, tomando la Rúa Villavieja se llega a la iglesia de San Pedro, que es la más antigua de Olite, una mezcla de románico -portada y claustro- y gótica en su torre, de 54 metros de altura, coronada en el siglo XIV con una flecha.
Desde aquí, tomando el paseo de Doña Leonor y luego la Ronda del Castillo, se bordea el flanco defensivo de la ciudad, con sus puertas de acceso, sus torres de cuento, sus casonas medievales, su vieja judería, hasta llegar a la Rúa Romana, que conduce de nuevo al centro de la ciudad antigua. A los viajeros, Olite les regaló por añadidura una preciosa luna llena primaveral.
Así puedes pasarte un día y otro y otro. Paseando por la ciudad medieval, la vieja capital del Reino de Navarra.