martes, 23 de julio de 2013

La biología no te hace madre

El afán que tiene este gobierno de meterse en todos los charcos para dejar las cosas atadas y bien atadas le ha llevado a abrir una nueva zanja social con la normativa en materia de reproducción asistida.

La ministra Mato –apellido ad hoc para una cartera de sanidad- acaba de decir - no es seguro que ésta sea la última posición oficial- que la sanidad pública ofrecerá tratamiento gratuito únicamente en casos de esterilidad diagnosticada en parejas como su dios manda, esto es, compuestas por un señor decente y una señora a la altura. Lesbianas y mujeres solteras han puesto el grito en el cielo por lo que consideran una discriminación basada exclusivamente en razones ideológicas.

La afirmación es una redundancia: todas las decisiones de cualquier gobierno se toman por razones ideológicas. Esa es, justamente, la cuestión que hay que dilucidar a la hora de votar, qué ideología nos resulta más próxima o, en última instancia, más aceptable.

En mi caso, coincido muy raramente con las decisiones de este gobierno, algunas de sus medidas me parecen, incluso, inaceptables desde cualquier punto que las contemple. Cuando se aventura en temas que tienen que ver con los derechos de la mujer, me echo a temblar porque seguro que vamos a salir perdiendo.
Se ha visto recientemente en el nuevo tratamiento estadístico de las agresiones machistas: únicamente serán consideradas como tales aquéllas que requieran un mínimo de 24 horas de hospitalización. Las palizas, incluso si el agresor le rompe a la mujer los dos brazos, no se considerarán agresiones pues no será preciso que se quede en el hospital. Un avance estadístico.

Sin embargo, no lo tengo tan claro en lo que se refiere a la reproducción asistida. Creo que la maternidad está muy sobrevalorada. El ministro de Justicia cree que sólo se es mujer cuando se es madre y perlas como ésta son de uso común entre el gobierno y fuera de él.

La maternidad es una opción pero no la única y, en algunos casos, quizá ni la mejor. Pero, aceptando que ser madre es una tarea magnífica, no se es más madre por haber parido sino por haber criado a un hijo amorosa, abnegada y entregadamente. No es la biología la que te hace madre sino el día a día y la noche a noche. Hay tantos niños en el mundo necesitados de afecto y de cuidado que me parece un gesto egoísta invertir nuestros escasos bienes en inyectar el ADN propio en niños que llegan a un mundo ya saturado. Naturalmente, esa opinión, por discutible que sea, es aplicable por igual a mujeres solteras o con pareja.

Esta teoría, personal e intransferible, me acompaña desde hace muchos años. Pero es ahora cuando me da qué pensar y ando dándole vueltas. No sé si coincide, y si así fuera me preocupa, con este gobierno en una materia como ésta.

lunes, 15 de julio de 2013

El machismo mata siempre

El jurado popular ha declarado culpable a Bretón del asesinato de sus hijos. Con ese afán por el morbo que caracteriza a la prensa en estos últimos tiempos, hemos podido conocer con todo detalle la vida de dos personas sin más bagaje para la condición de famosos que haber protagonizado un drama desgarrador.

Ella, licenciada, con profesión y empleo -no era una persona indocumentada-, admite que soportó malos tratos psíquicos hasta que decidió poner fin a la relación. Él, sin empleo y sin profesión conocida, se rebeló ante la decisión de su mujer de separarse.

- Me las pagará, se arrepentirá de lo que me ha hecho, repetía el marido. Y, de acuerdo con la sentencia, el precio de ese pago fue la vida de los niños. De sus hijos.

Los testigos sostienen que soportaba mal que fuera su mujer quien llevara el sustento familiar y él quien atendiera las tareas domésticas. Le retratan como un hombre frío, controlador, manipulador, poco o nada afectivo. Los psiquiatras dicen que no sufría ninguna patología: era una persona normal.

Sobrecoge conocer cómo esa persona normal planeó la venganza contra su ex mujer. Sería preferible pensar que se trata de alguien enfermo, víctima de cualquier patología psíquica. Pero no, ese hombre capaz de planificar con tanto detalle el asesinato de sus hijos y rodearse de circunstancias para justificar un relato que le exculpe es un hombre “normal”, tan normal que no entiende que su mujer es una persona igual que él.

¿Cómo es posible que un ser humano sea capaz de hacer eso a sus propios hijos, unos niños indefensos? ¿Hasta qué punto tenía envenenada la mente por la toma de decisión de su mujer?

El pasado sábado, La 2 de TVE ha emitido un reportaje muy ilustrativo. Spots publicitarios de hace décadas intercalados con fragmentos de telediarios en los que se informa de otros tantos asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas. En uno de los spots se ve cómo un marido abofetea a su mujer y se va airado de casa. No le enfades, sé amable con él que viene cansado de su trabajo, le sugiera la voz sabia a una jovencísima Laurita Valenzuela en la figura de la mujer agredida. El problema se soluciona con una marca de coñac. En otro anuncio, un hombre comenta: De toda la vida el hombre ha ganado más que la mujer. De fondo, una cancioncilla ironiza sobre el afán de las mujeres por trabajar en empleos fáciles.

Así han sido las cosas “de toda la vida”. Así son en alguna medida todavía. Un machismo subyacente y transversal que nos acompaña de por vida por más esfuerzos que hagamos las mujeres. El machismo mata. Siempre. A veces mata cruentamente, siempre psíquica, anímicamente. Mata a las mujeres y embrutece fatalmente a los hombres.     

Sorprende que, entre los muchos comentarios y los cientos de análisis que se han publicado en torno al asesinato de los niños de Córdoba a manos de su padre, se haya pasado por alto su carácter intrínsecamente machista. Mata para castigar a la mujer que decide por su cuenta.

Si no fuera por su larga trayectoria misógina, sorprendería también el silencio de la iglesia católica, tan metomentodo en cuestiones de sexo, ante tanta muerte, ante tanto asesinato horrendo. Ese silencio clamoroso de los púlpitos, de las conferencias episcopales, tan atentos siempre a otros asuntos de mayor enjundia.

Sorprende la ausencia de un proceso intenso y masivo de investigación impulsado por los hombres acerca de los mecanismos por los que el machismo mueve a los hombres. Los hay, pero muy minoritarios, aún. Sorprende que los hombres no se den por aludidos de que cuando se habla de machismo ellos son los concernidos: las mujeres ponemos las víctimas pero ellos ponen los asesinos

martes, 2 de julio de 2013

Cortar por lo sano, sólo a las mujeres

Las mujeres tenemos una larga experiencia en mordernos la lengua. Mayor cuanto mayores nos vamos haciendo. Aprendes pronto que hay batallas que no vale la pena ni siquiera iniciar dialécticamente.

No vale la pena discutir con los hijos sobre cuestiones ideológicas, cada cual que llegue a sus propias conclusiones.

No vale la pena discutir con quien cree estar en posesión de la verdad eterna e inmutable. Allá él con el peso de la biblia y de la historia.

No vale la pena discutir con el colega sobre el orden si, después de todo, él sabe donde están sus cosas y las cosas que importan. 

Es la vida la que te enseña que hay cuestiones en las que no hay que perder el tiempo, mejor dedicarlo a asuntos más entretenidos.

Si eso nos ocurre a las mujeres en general, cualquiera que sea nuestra inclinación ideológica, con mucha mayor razón nos pasa a las feministas. ¿Para qué discutir con quien piensa que el feminismo es una reserva de las mujeres feas, amargadas porque no consiguen pillar cacho? ¿Para qué perder el tiempo en recordar a qué avances sociales ha conducido la lucha de las feministas? Anda y que se lean la historia.

Particularmente, me ponen de los nervios las chicas jóvenes que alardean de no ser feministas "porque ya no es necesario". Las daría tal que así sin ningún tipo de remordimiento. No lo hago porque fui a un colegio de monjas donde hicieron lo que pudieron por quitarme el pelo de la dehesa, que en mi caso era de secano.

Insisto, las mujeres estamos habituadas a mordernos la lengua y las feministas, más aún.

Llevo varias semanas con mi lengua apretada entre los dientes, pero hoy he decidido soltarla. Es a propósito de la doble mastectomía de Angelina Jolie que ha añadido una aureola de heroicidad a las múltiples orlas que acompañaban a la actriz.

No seré yo quien reste méritos a la pobre mujer famosa. Me pregunto, en cambio, por qué la medicina tiende a cortar por lo sano únicamente cuando se trata de mujeres. Me pregunto también por qué se encuentran fácilmente remedios a los males masculinos sin necesidad de mutilar ninguna parte de su cuerpo, especialmente aquéllas que identifican su virilidad, y no se encuentran para atajar enfermedades que padecemos las mujeres que no sean la de cortar y tirar.

No quiero ni pensar el horror existencial que recorrería las redacciones de los periódicos y medios de comunicación -no hay que olvidar que la mayoría están dirigidos por hombres- si, en vez de la doble mastectomía de la Jolie hubieran tenido que contar que, para prevenir el riesgo de cáncer, a Brad Pitt le hubieran tenido que cortar el pene por la base.
 
Impensable de todo punto que eso pudiera ocurrir porque para evitar tal eventualidad la ciencia dedica miles de millones de la moneda de curso legal en investigar tratamientos menos agresivos. Para los hombres, naturalmente. Para las mujeres vale con cortar por lo sano.

Ustedes disculpen. Se me estaba poniendo la lengua verde de tanto callarme.