martes, 19 de julio de 2011

Del lado del azogue

El espectáculo que han proporcionado hoy las cámaras de televisión es esencialmente pedagógico.

Un hombre poderoso de la casta de los intocables, obligado a dar explicaciones ante los representantes del pueblo británico. Rupert Murdoch confesando que éste ha sido el día más humillante para él.

Y a renglón seguido, sacudiéndose el polvo de la culpa, naturalmente. Yo no he sido, han sido mis subordinados, que no han estado a la altura de la confianza depositada  en ellos.

Uno de esos subordinados es el ex presidente del Gobierno español, José María Aznar. Nombrado por el sistema digital y by the face consejero "independiente" en el grupo del empresario Murdoch.

Parece que fuera de aquí los asuntos económicos se toman más en serio y algunos accionistas estarían pensando en demandar a los consejeros independientes por no haber defendido con suficientemente autoridad los intereses del accionariado. El relato de Público no tiene precio.

Haber llegado a los sesenta te hace perro viejo. Intuyes que la casta de intocables acaba yéndose de rositas casi siempre. Sabes, además, que en esa materia, en España no hay espejo en el que mirarse. Antes al contrario, estamos del lado del azogue.

Pero el espectáculo de hoy, los parlamentarios inquieriendo acerca del cómo, cuándo y por qué a quien los ha tenido controlados bajo la amenaza de "sacarlos en los papeles", es higiénica. Dure lo que dure la alegría. Que será poco, ay.

3 comentarios:

  1. Nunca se sabe, los virus son contagiosos...

    besos

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  2. A Murdoch le pegaría. Con la mano abierta.

    Aznar me da miedo. Echa unas miradas terribles. Él en sí mismo es una peli de terror. Susto.

    Aunque hoy qué decir. Intuyo que, como yo, tienes un gran disgusto por lo de Camps. Pobrecito. Un inocente así, humillado, obligado. Ay, su sacrificio por España es de agradecer. ¡Mártir de la causa!

    Tengo una tristeza que no se pué aguantar.

    (Es verdá que en España no hay espejo en el que mirarse. Pero siempre nos quedará el exilio).

    Abrazos.

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  3. Pilar: me da a mí que contra ese virus hay quien se ha provisto de antídoto.
    Larisa: un gusto verte por aqui. Y sí, estoy con la misma tristeza que tú, kilo más, kilo menos (de tristeza). A mí, esta gente que vive en una abnegación permanente me dan grima. Y miedo. Creo que lo suyo no es sano. Y no me nombres el exilio, ahora que había empezado a acostumbrarme a ir a las afueras sin pasaporte.

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