jueves, 1 de agosto de 2013

¿Quiénes son todos?

Hoy es un día del que hablaremos en el futuro. El presidente del gobierno ha sido obligado a ir al Parlamento para aclarar su vinculación con Luis Bárcenas, el que fuera gerente y tesorero del Partido Popular, el dueño de los secretos de sus finanzas, hoy procesado y en prisión preventiva. Rajoy se negó cuanto pudo a explicar esta relación y sólo el anuncio de que el PSOE pondría una moción de censura le llevó a convocar su presencia. Tal que hoy, 1 de agosto.

El presidente ha subido al estrado con chulería. Sí, me equivoqué con Bárcenas ¿pasa algo? Sí, hemos cobrado sobresueldos, ha admitido Rajoy. Como todos, ha añadido, en un gesto de inconsciencia y chulería supremas.

¿Quiénes son todos para el presidente del Gobierno? ¿Los 6 millones de parados? ¿Los funcionarios y empleados públicos a los que han recortado drásticamente sus salarios? ¿Los trabajadores que han visto reducido su salario por mor de su reforma laboral? ¿Con quién se relacionan los políticos que tienen una percepción de las cosas tan alejada de la realidad?

La intervención ha empezado con un matiz inquietante. Rajoy se remite a la sentencia que en su día se dicte sobre el caso Bárcenas y empieza refiriéndose al affaire en el que se vio implicado el ministro José Manuel Soria en el que, asegura, resultó inocente. Pero no dice verdad. La culpabilidad de Soria había prescrito. Cuidado, mucho cuidado. Que por ahí, o por el sobreseimiento, van los tiros en las maniobras que se están haciendo con el juez Ruz, que instruye el caso Bárcenas. Que todo acabe en agua de borrajas. Y aquí no ha pasado nada. Como cuando Naseiro, otro tesorero honrado.

El discurso de Rajoy prospera en sus filas y en una opinión pública narcotizada con el modelo de televisión berlusconiano. Me engañó el tesorero, llevamos oyendo cada cierto tiempo: a González, a Mas, a Feijóo, a Rajoy. Quizá deberíamos preguntarnos por qué tenemos esa propensión a elegir a los más inocentes o a los más tontos. No puede ser casualidad. 

Los partidos políticos tienen un grave problema de funcionamiento interno. Carecen de transparencia, se financian irregularmente y, cuando son pillados en falta, lo desmienten tan chapuceramente que a la fuerza han de creer que los ciudadanos somos imbéciles. Es verdad que la facilidad de financiación es directamente proporcional al escoramiento a la derecha del partido -el dinero siempre es conservador- y a su posibilidad de acceso al gobierno -se paga a quien va a tener poder y repartir negocio- pero, en mayor o menor medida, todos los partidos que han tocado poder están manchados. Con el agravante de que la financiación ilegal conlleva la corrupción en la adjudicación de contratos públicos. A la hora de la verdad, sin embargo, nada se ha hecho por corregir ese agujero negro de la democracia española.
 
Hoy, más allá del espectáculo televisivo o de la puesta en escena, Rajoy no ha aclarado gran cosa, antes bien, ha utilizado la conocida técnica del calamar. Ha largado ponzoña, ha mentido y no ha contestado a las cuestiones esenciales que afectan a la corrupción y a los privilegios de los políticos. Con todo, ha salido mejor librado de lo que pensaban los suyos y de quienes le daban por muerto. Son la democracia y la decencia pública las que han salido peor paradas.

La alegría que hoy muestran los escaños del Partido Popular no debe inducirnos a engaño. También Felipe González salió airoso de trances similares pero, finalmente, hubo de hacerse la foto a las puertas de la cárcel de Guadalajara, junto a un grupo de sus colaboradores que habían sido condenados. Bien es cierto que la derecha tiene privilegios y atajos que le son negados a la izquierda.

Una última cuestión debería hacernos pensar en la parte de responsabilidad que nos incumbe por pasiva. En cualquier país democrático ningún político que ha apoyado y respaldado a un delincuente podría seguir gobernando: se vería obligado a dimitir. En todos los países democráticos. Pero no parece que sea a ese todos al que se refería hoy el presidente del gobierno.

3 comentarios:

  1. Nadie puede ser condenado a "hacer algo" así que o lo echamos, o se queda hasta el final, si no más.

    Buena crónica

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  2. eso mismo me pregunté yo: quienes son todos?... porque a mí a parte de bajarme el sueldo y darme mas responsabilidad, no me han dado nada mas...
    en fin... lo peor son los aplausos que ellos mismos se daban...
    lo que dices, en cualquier país democrático, esto no pasaría... lo que me lleva a pensar que lo que llamamos democracia debe ser otra cosa...
    un placer leerte...

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  3. Esos todos son SUS todos.
    Se les llena la boca con sus maximalismos ("Como no puede ser de otra manera") y pretenden que lo asumamos. ... como se salen de rositas porque no somos capaces de oponernos a sus desmanes,... ahí siguen y (lamentablemente) seguirán.

    Saludos! y ebhorabuena por tu blog!

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