lunes, 17 de marzo de 2014

La bendición de las urnas

La iglesia tiene la costumbre de intervenir en cada proceso electoral. La Conferencia Episcopal debería ser cuidadosa en no dar la impresión de que quiere interferir en los asuntos de la sociedad civil pero no sólo no lo es sino que acostumbra a alzar la voz ante cada elección para arrimar el ascua a su sardina y su sardina es siempre la misma: la mujer y el sexo. 

Tal como están las cosas en la sociedad española la Conferencia Episcopal podría salir a la palestra y decir, por ejemplo, que no es ético que alguien se esté enriqueciendo a costa de la mayoría de ciudadanos, o que la gestión de la crisis ha sido una pura rapiña, o que este gobierno no está defendiendo los intereses de la mayoría de ciudadanos sino únicamente las de un grupo de privilegiados y afines. Y, en consecuencia, que los votantes deberían considerar si deben votar a quien se comporta así o si hay otras opciones más solidarias o, simplemente, más eficaces.

Podría haber salido el nuevo portavoz de la nueva Conferencia y haber denunciado que sin haber terminado el primer trimestre de este año ya han sido asesinadas 14 mujeres, víctimas del terrorismo machista. Y, de paso, haber dado un toque en el púlpito sobre la materia. 

Podía haber amenazado con la excomunión a quienes están hundiendo en la miseria a un sector de la sociedad española o a quienes maltratan a las mujeres nada más que porque son mujeres y quieren decidir por ellas mismas. Pero no, el portavoz episcopal ha salido para decir que el aborto no es un asunto negociable. 

La tradicional bendición de las urnas.

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