jueves, 24 de julio de 2014

Chaves, de Aquae Flaviae y el presunto ahumado



Salimos de Bragança camino de Chaves con la intención de seguir la vieja carretera por la que transita Llamazares en su libro sobre Tras os Montes pero cuando nos damos cuenta estamos en plena autovía. Ésta sigue un itinerario casi paralelo al sur de la que pretendíamos y es mucho más larga. Sin embargo, a la vista de lo poco que se asemeja la descripción literaria con la realidad que hemos visto, optamos por seguir por la autovía, que no resulta más breve pero sí más cómoda.
El itinerario alterna pequeños valles con altozanos y sierras en los que abundan viñedos y olivos, bosques y un caserío prácticamente remozado. Vamos dejando atrás Mirandela, y en Vila Real tomamos el ramal que nos conducirá a Chaves, ciudad que administrativamente pertenece a la región de Tras os Montes y Alto Duero. El camino es ya una sucesión de valles hasta la entrada a Chaves. Cerca de la carretera, una mole gris se identifica como el hotel casino local. Quien llegue desde España no tiene pérdida: una estupenda autovía le acerca desde Verin, a un paso de cinco kilómetros. 
En cualquier caso, el viajero tiene la sensación de adentrarse en una ciudad tranquila, con avenidas bordeadas de arbolado y un caserío bien conservado y cuidado. Una ciudad risueña que se extiende por un cerro entre las sierras de Moros y Bruneiro, con una población de unos 20.000 habitantes, si bien el municipio, con sus 51 freguesias (parroquias), ronda los 50.000.
Esta Chaves ante la que nos encontramos es ciudad vieja. Los romanos llegaron hasta aquí en el año 78 de la era cristiana a explotar las minas de oro de la Sierra de Pradela y eligieron el lugar por los beneficios de sus aguas termales. Fue el emperador Flavio Vespasiano quien bautizó el asentamiento como Aquae Flaviae. A los romanos deben los naturales de Chaves no sólo el gentilicio –flavienses- sino un magnífico puente sobre el río Támega, mandado construir por Trajano. Construido entre los años 98 a 104, tiene una longitud de 104 metros y conserva doce ojos de los dieciocho que tuvo. En el centro, a un lado y otro de la calzada, se conservan dos columnas con inscripciones alusivas. Columnas y puente son los monumentos iconográficos de una ciudad bien dotada en patrimonio cultural.
Las caldas, situadas en las inmediaciones del casco urbano, siguen siendo uno de los centros termales más importantes de Portugal y sus aguas se consideran las más calientes de Europa, por encima de 70º en su nacimiento.
Los romanos permanecieron aquí hasta el siglo III, les siguieron los suevos, alanos y visigodos y, en el siglo VIII, los árabes. A partir de la reconquista por las huestes cristianas de Alfonso III de León se inició su reconstrucción y amurallado. Alfonso X concedió a Chaves sus primeros fueros en 1258 y don Denís la fortificó en el siglo XIV. En el siglo XVII continuó la fortificación con la construcción de los fuertes de San Francisco y de Neutel. En 1929 fue declarada ciudad.
Desde el puente romano el visitante hará bien en acercarse a la iglesia de la Magdalena, que se levanta a la otra orilla del río. Una construcción barroca del siglo XVII de una sola nave, decorada en su interior con azulejos azules y blancos.
El casco antiguo de Chaves merece un paseo con toda la calma que le sea posible al viajero. Cerca del mismo puente se abre la Rua Direita que conduce al Largo del Pelourinho y de ahí, torciendo a la izquierda, se encontrará en la Plaza de Camoens, verdadero corazón de la ciudad. 
En ese punto de acceso, el viajero tiene a su izquierda la Iglesia Matriz, mandada construir en el 1100 por la reina doña Teresa, madre del primer rey de Portugal. De aquella época data su portada románica, el resto corresponde a la restauración acometida en el siglo XVI. Mira a la primitiva portada una estatua de don Alfonso, primer duque de Braganza, que aquí creó una de las primeras bibliotecas de Europa. A un lado de la plaza, en el antiguo palacio de los Duques de Aveiro se ha instalado el Museo de la Región Flaviense, que guarda tesoros locales del neolítico al barroco. Otros edificios de esta plaza son la iglesia de la Magdalena y la capilla de la Santa Cabeza. Todo ello conforma un conjunto magníficamente conservado. 
La plaza de Camoens es lugar de reunión de los flavienses pero cuando nosotros la recorremos durante un momento nos quedamos solos, lo que nos produce una sensación de privilegio difícil de olvidar. 
 
A un paso en dirección norte se levanta el castillo, construido por don Denís, y del que se conserva la Torre del Homenaje y una parte de la muralla. La zona ha sido ajardinada y en ella se levanta un enorme moral que en verano tiñe el suelo de moras maduras, que desprenden un fuerte olor al jugo fermentado. Hay que andar con cuidado porque la mancha de mora es difícil de eliminar. La explanada del castillo es un extraordinario mirador de la vega y de las sierras que rodean la ciudad.  
La Rua Direita y la de San Antonio conforman la zona comercial de la ciudad con hermosas y coloristas casas señoriales. Las Ruas do Sol y dos Gatos, estrechas y silenciosas, conservan casas medievales típicas con balconadas de madera.
Fernando de Magallanes, uno de los trasmontinos de pro, da nombre al instituto de secundaria que se levanta en un edificio noble sobre una amplia plaza- Largo General Silveira- a un costado de la calle de San Antonio. Los viajeros se sientan en una terraza de esta plaza a descansar del paseo por la ciudad justo en el momento en que el grupo musical Enraizarte, una gloria local, ensaya su actuación de la noche. Hemos llegado la víspera del día de la ciudad, fiesta mayor de Chaves. Enraizarte es lo que los sesenteros llamamos un grupo folk y resultanser realmente buenos; nos sentimos como si actuaran para nosotros solos y los aplaudimos con fervor.
Además de por su patrimonio histórico y artístico, Chaves es famoso por su vino tinto y por su jamón ahumado. Dispuestos a comprobar si el jamón –en portugués, presunto- flaviense hace justicia a su fama, entramos en una carnicería pero el carnicero, con la amabilidad que es nota característica del portugués, nos dice que él no trabaja el ahumado sino en fresco y nos conduce a una tienda próxima a la suya donde, en efecto, nos surtimos a placer. La Boitique de Carnes está en la Rua 1 de Dezembro-Terreiro da Cavalaria y el viajero más exigente encontrará sin duda lo que busca en materia de carnes y legumbres. La viajera, al menos, salió realmente complacida de su expedición y, en lo que le es dado apreciar, sostiene que el presunto ahumado que allí compró está a la altura de su fama. 
Los fuertes de Neutes y de San Francisco se encuentran en la parte alta de la ciudad, la colina de Pedisgueira. El de San Francisco fue cuartel de las tropas francesas durante la invasión napoleónica de 1808 que los españoles llamamos guerra de la Independencia y los portugueses guerra Peninsular, donde tuvo una actuación destacada el General Silveira, cuya efigie sigue guardando la muralla desde el monumento que fue levantado con ocasión del bicentenario de dicha contienda. El Fuerte de San Francisco ha sido acondicionado como hotel. Los viajeros lo habían elegido para alojarse un poco al azar y se congratulan de la elección. Resulta algo chocante aparcar el coche en el patio de armas y cruzar el foso y el puente levadizo para salir a la ciudad. El fuerte acoge también el viejo convento franciscano, donde hasta 1942 reposaron los restos del fundador de la Casa de Braganza. Parte de sus dependencias se han habilitado como salones de reunión y comedor. Se conjuga en ellas la sencillez conventual con el confort de un hotel de cuatro estrellas, unido a un servicio muy profesional. Los viajeros cenan a cuerpo de rey. Un verdadero lujo para el espíritu. 
Abandonamos Chaves con pesar, hubiéramos querido permanecer más tiempo, aunque nos llevamos provisiones para rememorar los buenos recuerdos con los que partimos.
Si volvemos a Tras os Montes, seguiremos los pasos de Julio Llamazares aunque sólo sea para contemplar la pedra de bolideira (la piedra que baila) que él encontró a cinco leguas de Lebuçao, por donde no pasa la autovía.

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