sábado, 19 de marzo de 2016

La torre de San Nicolás de Madrid

Sostienen los estudiosos que el nombre de Madrid procede del latín matric, que los árabes convierten en magrit, términos que aluden a su abundancia de agua. Tambien hubiera podido llamarse Penélope, dada su acreditada vocación de tejer y destejer, de construir y demoler. 

Ejemplos de esta inclinación los hay a cientos en cualquier momento de su historia pero podemos empezar por la iglesia de San Nicolás de Bari, también conocida como de los Servitas, que se encuentra a un costado de la calle Mayor, en la Plaza de San Nicolás.

Esta iglesia aparece citada en el Fuero de Madrid de 1202 y se la tiene como el monumento no militar más antiguo de los que han llegado hasta hoy, lo que, dados los antecedentes, es un mérito por sí mismo, pues ya entonces los madrileños eran dados a tejer y destejer en piedra o ladrillo y así nos encontramos que lo que queda de la construcción inicial es únicamente la torre, que algunas opiniones estiman pudo ser el alminar de una mezquita. Esta torre es de estilo románico mudéjar toledano, con tres niveles de arquerías ciegas, y fue declarada Monumento Nacional en 1931.

La iglesia actual conserva de la época medieval el arco toral de herradura que comunica la nave con el altar y el techo de madera con lacerías mudéjares; el ábside, de bóveda estrellada, es del siglo XV y la nave y las capillas también corresponden al siglo XVII.  Las dos cúpulas que se aprecian desde el exterior, corresponden a estas capillas. En esta época se construyó también el cuerpo superior de la torre, que sostiene las campanas y está cubierto con chapitel, de estilo herreriano.
La portada principal, de granito, y la imagen del santo titular, que corona la puerta, son obra de Luis Salvador Carmona, del XVIII. Hay una segunda puerta, que se abre a la calle del Biombo, con arco de medio punto. Ambas puertas son de granito.
El interior de la iglesia es algo abigarrado, con algunas imágenes reseñables. Desde la capilla de San Nicolás se puede ver la base y primera parte de la torre, no sin dificultad y a través del cristal de una puerta metálica que da acceso a un pequeño patio.  

En esta iglesia, precisamente, fue enterrado Juan de Herrera, el arquitecto favorito de Felipe II, aunque posteriormente, siguiendo su voluntad, los restos fueron trasladados a Maliaño, su tierra natal cántabra. También fue bautizado Alonso de Ercilla, autor de La Araucana, como se recuerda en sendas placas sobre los muros exteriores.

La veteranía no le ha valido de mucho a esta iglesia de San Nicolás. En 1805 perdió el rango parroquial en favor de El Salvador, que se levantaba aún en la calle Mayor. Durante la francesada fue utilizada como almacén por las tropas de Napoleón. En 1825 fue cedida a la Orden de Servitas. Cuando en 1842 se demolió la parroquia de El Salvador, San Nicolás recuperó la condición de parroquia pero le duró poco. En 1891 la parroquia se trasladó a la iglesia del hospital de Antón Martín, en la calle de Atocha, que desde entonces es parroquia de El Salvador y San Nicolás. La primitiva iglesia de San Nicolás está considerada como parroquia de los italianos en Madrid, dada la proximidad del Instituto de Cultura de Italia. 

A finales del siglo XX se hicieron obras de restauración y hoy la iglesia luce aseada si bien parte de la torre permanece oculta: la casa del cura esconde una arquería de arcos trilobulados y las ventanas de la escalera, de arco de herradura. La incansable Penélope que es Madrid. 

1 comentario:

  1. Hacer, deshacer, buscando siempre mejorar lo que tenemos, incapaces de valorar lo que fuimos.
    Siempre me genera un sentimiento contradictorio ver como dejamos perder lo que teníamos, una sociedad viva es incapaz de resistirse a "marcar" con sus obras su presencia así que las moldea, cambia, gira, altera, una sociedad muerta se aferra a lo que tiene sin alterar nada.

    No sé qué es mejor, quizás precisamos un acuerdo sobre aquello que debe ser inalterado que nos permita seguir creciendo.

    Si recuerdas el otro día cuando hablaba de Canfranc, no termino de saber si debemos destinar fondos (siempre escasos) a conservar lo que ha devenido inútil, no consigo saber si el pasado deber ser un límite o un punto de apoyo para seguir adelante. Del mismo modo que me "molestan" las excrecencias barrocas sobre los limpios muros góticos.

    Besos

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