jueves, 3 de noviembre de 2016

Machistas, fuera de aquí

Si en estos momentos estuviera en activo no firmaría este post. Si fuera una periodista en activo no podría, no debería firmar esto. No se debe escribir mientras te hierve la sangre, mientras se te revuelven las tripas, cuando deseas que haya justicia divina y caiga un rascacielos sobre tanto machista que hay suelto, cuando esperas que haya justicia, aunque sea humana. No se debe escribir cuando sientes la náusea y la impotencia y sabes lo que sientes pero no sabes qué más puedes hacer.  

Esta noche han asesinado a otra mujer. Una gota más en ese chorreo constante que cada año acaba con más de medio centenar de mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas o ex novios o ex lo que sean. Mujeres asesinadas por haber dicho hasta aquí hemos llegado, por negarse a mantener una relación, por negarse a seguir vinculadas a quienes no quieren. Mujeres asesinadas por defender su libertad, su derecho a elegir, a ser libre, a estar solas o acompañadas, como ellas quieran. Mujeres asesinadas por quienes creen ser dueños de ellas, quienes no entienden que una mujer no es propiedad de nadie, que no aceptan en sus parejas los derechos que reclaman para sí mismos. Mujeres asesinadas por hombres cobardes, que matan a quienes creen inferiores, pero que nunca levantarían la voz a un policía, a un bombero, a un jefe. Mujeres asesinadas por ser mujeres, únicamente por eso. 

La víctima de esta noche era como las otras que le han precedido, como las que, desgraciadamente, le seguirán. Una mujer que trabajaba para sacar adelante a su hija, para salir adelante ella misma. Esta vivía en Burgos y era periodista. Una periodista que escribía, por ejemplo, sobre la necesidad de educar en igualdad para prevenir la violencia machista.

Como va siendo habitual, tan pronto como se ha conocido la noticia las autoridades locales han convocado un acto de repulsa contra la violencia machista. Allá que nos hemos ido el colega y yo. Encuentro a personas a quienes hace años que no veo. ¡Qué mal momento!, saludo a un antiguo conocido. Sí, ya ves, responde él. Esto no se arregla hasta que los chicos no os deis por aludidos, digo, que las mujeres ponemos las muertas pero vosotros ponéis los asesinos. Qué cosas dices en un momento tan delicado como este, contesta él, ofendido. Por eso lo digo, porque cada año cae medio centenar de mujeres y parece que no os importa, contesto y noto que me voy recalentando. ¿Tú no descansas nunca?, me dice. En esta materia, nunca, respondo. Pues díselo a quien le haga falta, concluye él, se da media vuelta y se va. 

No se dan por aludidos. No va con ellos. No identifican los comportamientos machistas. Creen que están hechos así por la gracia divina y todo gira en torno a ellos. Ese antiguo concejal al que tantas veces he oído decir que por qué no me voy a fregar en vez de estar tocando las narices a la corporación municipal; ese mismo que decía a su santa esposa: tú cállate, guapita, que de esto no entiendes. Ese que prometía -y concedía- contratos a chicas de buen ver a cambio de favores personales. Ese que está atrincherado en un puesto público sin mayores méritos que pertenecer a un partido que le protege no es capaz de identificar que su comportamiento es típicamente machista. 

Cuando llega el momento de silencio, se forma la representación oficial y allá están ellos, la muchachada macho en primera fila, con cara afligida. Esos que racanean a la hora de presupuestar para prevenir la violencia machista; esos que dicen que las mujeres se quejan por nada; esos que califican a las mujeres de feminazis; esos que hacen bromas sobre las habilidades sexuales de los hombres; esos que se saben todos los chistes sobre los hombres machos y las mujeres rendidas; esos, como aquel alcalde de un pueblo serrano que cuando el PSOE incorporó las listas paritarias preguntó, ¡tan gracioso él!, si tendría que ponerse tetas para que le hicieran candidato. También esos que pagan menos a las mujeres por el mismo trabajo; los que despiden a las mujeres por quedarse embarazadas. Esos que tapan cualquier posibilidad de ascenso de ellas porque creen que los puestos de dirección, de representación, el mando, el poder, les corresponde en exclusiva. Esos que, como buena parte del clero, reprochan a las mujeres no ser lo bastante dóciles, los que las acusan de soliviantar a sus maridos, los que utilizan los púlpitos para culpabilizar a las mujeres que reclaman sus derechos. Esos, clérigos o laicos, que actúan con total impunidad y luego se apresuran a poner cara compungida ante las cámaras.   

Tendría que haber esperado para ponerme a escribir. Si estuviera en activo, lo haría. Pero soy una periodista jubilada y quiero aprovechar el tiempo que me queda para insistir tantas veces como sean necesarias que la culpa de que sigan muriendo tantas mujeres asesinadas por hombres que creen ser sus amos no es de las víctimas sino de quienes defienden que los derechos de ciudadanía son de los machos, que las mujeres son parte de la costilla de los hombres, que solo ellos pueden elegir con quien emparejarse. Quiero decir que la solidaridad con las mujeres no es quedarse quietos y callados como pasmarotes en las plazas cada vez que una mujer es asesinada sino respetarnos como iguales y respetar nuestras decisiones. 

Pienso en Yolanda, la periodista asesinada esta noche, y en su hija y se me revuelve el estómago y me hierve la sangre. Pienso también que se necesita cuajo para ponerse ahí, seriecito y formal, protestando contra la violencia machista siendo uno mismo machista redomado. Quizá tendríamos que ir pensando en establecer el derecho de admisión y, llegado el caso, empezar a expurgar entre los aficionados a salir en la foto. Si no eres capaz de demostrar que estás por la igualdad, fuera de aquí. Vete a la Asociación La Rueda o a cualquiera otra que trabajan con mujeres maltratadas y que te den un cursillo.   

5 comentarios:

  1. te estaba escribiendo un comentario largo, porque, como a ti, me hierbe la sangre... pero sólo te diré que estoy igual que tú... que no veo soluciones, y que las que veo son tan políticamente incorrectas que por escrito suenan muy fuertes... así que gracias por este post, que aclara mucho, y que pone en palabras cosas que intento decir casi a diario...
    así que gracias y un abrazo...

    ResponderEliminar
  2. Yo agradezco que no te calles hoy, porque con la rabia y la impotencia hemos de empezar a armarnos, porque empiezo a mirar malamente a tantos hombres que se hacen la foto y nada más, porque no dejo de pensar que esto o lo solventamos nosotras sin esperar nada de las administraciones o no lo solventamos. Y hablo de redes de mujeres capaces de apoyarse en el peligro, de no dejar sola a la otra, de dar cobijo, de estar atentas, de vigilar, de cuidar porque los que se hacen la foto no están haciendo su trabajo porque nos matan a nosotras, no a ellos.
    Y por otro lado creo que de algún modo hemos de enfrentar a los hombres a la cobardía que supone no asumir que son ellos, hombres como ellos los que matan y no veo movimientos de repulsa, ni más reacción que un yo no soy así cuando los interpelas.
    Hemos confiando en el sistema y éste no funciona.
    Un abrazo fuerte, la muerte de Yolanda plagada de paralelismos me ha llegado aún más dentro.

    ResponderEliminar
  3. Pues si hiciéramos una cadena de mujeres valientes que hablen de estos asesinatos sin pelos en la lengua como tú Mery quizás podría empezar un cambio cultural en este país de luto sin fin...

    ResponderEliminar
  4. Bravo. Bravo por las que, como tú, hablan pudiendo callar. Y gracias

    ResponderEliminar
  5. Antes o después aflora en los hombres el machismo con el que hemos sido educados en la escuela, en la familia, en los juegos de niños, en la iglesia, en las instituciones y en todo lo que nos rodea, por eso la igualdad que nos gustaría que fuera no está en nuestro ADN, la mayoría consigue domesticar ese machismo, pero siempre salen pequeñas muestras que no son atajadas de raíz. El problema es profundo, no es solo educar hay que ir mucho más allá y esto no se hace con políticos machistas, con maestros que no son formados en la materia, con familias que no propician en casa la igualdad,con una iglesia que se manifiesta abominado todo lo relacionado con la igualdad de género, manteniendo una legislación que mas o menos dice que la mujer en casa y con la pata quebrada, con todo lo anterior a la mas mínima pelea en casa sale a relucir lo que el hombre tiene como parte de sí, reconozcamos el problemas y a partir de ese momento pongamos los medios para remediarlo, hasta ahora la solución está en ponerse delante de los ayuntamientos haciendo un minuto de silencio, ¿sirve para algo?, desde luego sirve para poner encima de la mesa el problema pero ¿y luego? seguramente en unos días habrá otra mujer violentada o asesinada por su pareja, seguiremos haciendo minutos de silencio.

    Saludos

    ResponderEliminar

Lo que tú digas