domingo, 30 de enero de 2011

Fernando Trueba

El periodismo era una profesión apasionante para gente apasionada, no apta para indiferentes. Digo era porque la vida ha cambiado mucho desde que yo me inicié en ese camino. Hoy, el periodista está en riesgo de convertirse en poco más que un transcriptor, alguien que reproduce lo que otros han dicho, que coloca la alcachofa, da al botón del on, luego al off y luego coloca la grabación en antena o bien escribe casi, casi al dictado lo que otros dicen.

Antes y ahora tienen los periodistas un privilegio indiscutible: el de tener acceso directo a personas que, de otro modo, les/nos sería harto difícil.

Sin embargo, cuando se tiene la oportunidad de conocer a esas personas no siempre la impresión es favorable. Quizá sea verdad el aserto de que de cerca nadie es normal.

Hoy, encuentro en la última de El País la entrevista que Karmenchu Marín hace a Fernando Trueba, el cineasta, y me parece una bocanada de aire fresco. Aparte la maestría de la periodista para sacar lo mejor – y lo peor – del personaje, me admira la frescura del mayor de los Trueba cuando admite que a él los premios no le han atontado porque ya venía imbécil de fábrica. Y su ironía cuando rechaza ser un comecuras. Yo cuido mucho mi alimentación.

Qué gusto, entre tanta mediocridad, encontrar un coetáneo como él.

1 comentario:

  1. Si la red y las musas no se hubieran aliado tan malamente ayer contra mí, hoy nos hubieramos reído al leernos hablando de lo mismo, de cómo la mitad de una entrevista es el que pregunta y la otra el que responde. Claro que cuando falla el primero el segundo puede remontar solo y al revés es imposible.

    Un beso

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