miércoles, 14 de diciembre de 2011

A tomar por saco

Hoy se ha despedido el jefe. No parecía triste, al contrario, daba la impresión de haberse librado de una carga. Y no se me ocurrirá hacer juegos de palabras con el femenino y el masculino de lo que se ha librado. Él es de los que ha tenido la oportunidad de refugiarse en el burladero, de los que han recibido la patada hacia arriba. Natural, que esté contento.
Se ha despedido, decía. Ha ofrecido un café y ha departido por los corrillos en todo distendido. Finalmente, ha dirigido un breve discurso en el que ha hecho balance de su gestión. Como no podía ser menos, cree haberlo hecho bien y se va satisfecho. El que no se consuela es porque no quiere.
Ha contado también su anécdota. A poco de haber sido nombrado coincidió en un acto público con un antiguo ministro de Educación quien, tras darle la enhorabuena, le advirtió que debería ir preparándose para el momento del cese.
- Cuando me lo comunicaron a mí, le confesó, me asomé al balcón desde el que se veía la Cibeles y me dieron ganas de tirar la cartera a la fuente diciendo: a tomar por saco.
El jefe lleva 23 años vinculado al Departamento del que ha sido titular. Conoce el terreno porque ha pisado casi todos los charcos. Le recuerdo cuando era un currito con pinta de empollón y luego, cuando subió un escalón en la responsabilidad sin perder ese aire de despistado que no le hace justicia.
Pienso en quienes dedican su vida profesional a defender lo que creen. En la gente comprometida. En quienes creen de verdad que el mundo puede ser más justo y no desfallecen en el empeño a pesar de las dificultades. En quienes se arman intelectualmente para defender su ideología.
Pienso también en quienes hacen de la política su única profesión, en quienes se acomodan a lo que diga el partido, a lo que diga el jefe, a lo que diga el que levante la voz.
Pienso en quienes conjugan malamente su forma de vida con lo que dicen pensar.
Pienso, en fin, en el nuevo jefe, sea quien sea, que poco me importa.
Y recuerdo otra anécdota que he repetido en infinidad de ocasiones. Cuando Mitterrand llegó al poder en Francia, el semanario de izquierda Le canardenchaîné le dedicó un editorial de bienvenida que concluía así: Sr. Mitterrand, nos alegramos de haber ganado un presidente y sentimos haber perdido un amigo.
Así es como me siento ante el jefe, quienquiera que sea, cualquiera que sea su color político. Un jefe es un jefe, es un jefe, es un jefe. Un periodista es un periodista, un periodista, un periodista. Espero que esté atinado por la cuenta que nos tiene a todos.  Pero sus intereses raramente coincidirán con los míos.
Al despedimos le preguntamos:
- ¿Ya tienes decidido dónde tirar la cartera?
- Por una de estas ventanas que dan a la parte de atrás y no hay fotógrafos, responde.
Lo dice sonriente. No creo que tire nada, ni la cartera ni un papel pero apostaría algo que más de una vez habrá mirado al exterior y habrá dicho: a tomar por saco.

3 comentarios:

  1. Soplan vientos de cambio, sólo espero que no se quede en un huracán que se enrede en sí mismo y poco más.

    Suerte ;)

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  2. Ganarán pasta, de esto, de aquello, de lo de más allá...pero no les arriendo las ganancias, eso también es verdad!!!

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  3. Pilar: ¿Vientos, dices? Esto es un huracán se está arrasando con todo. Y lo que nos espera.
    Tita: pues según se mire. Muchos de ellos se han hecho un apañito para tener la vida resuelta. Y que les quiten lo bailao. Entretanto, quienes realmente creen que la política es una forma de cambiar el mundo siguen ojipláticos. Voilà.

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