martes, 18 de diciembre de 2012

Ricos y pobres

Siempre habrá ricos y pobres. No sé las veces que habremos oído la frase. Viene a decir, deja las cosas como están que por mucho que hagas la vida es así y no hay que darle más vueltas.

Siempre ha habido ricos y pobres. Esto es, siempre ha habido quien tiene los privilegios y la sartén por el mango, el poder de decidir. Esto es, siempre hay quien nace sin posibilidad de superar sus condicionantes de clase desfavorecida.

Siempre habrá ricos y pobres. O sea, quien es expulsado de su casa y quien puede aprovechar el momento para hacerse con un patrimonio inmobiliario una vez conseguido bajar los precios de las viviendas.

Siempre habrá ricos y pobres. Poderosos y desplazados a las fronteras de la sociedad. Siempre ha habido quien puede escoger y quien no dispone ni de lo imprescindible para subsistir.

Siempre. Lo que no nos dicen es el por qué. Por qué, si hay para todos –comida, energía, lugar para vivir- unos acaparan y otros carecen. No lo explican porque tendrían que ir al fondo del asunto y eso supone preguntas incómodas. Incómodas para todos, para uno mismo también.

Estos días andamos preparando los regalos navideños. Más moderados, por razones de fuerza mayor y por solidaridad, pero seguramente excesivos. En esas ando, cuando mi hija me cuenta que la nieta ha escrito la carta a los Reyes Magos y Papá Noel y, sumados los importes de todo lo que había pedido, suponía un gasto de 600 euros.

Le he explicado lo privilegiados que somos y que en su colegio hay tres niños que no comen más que una comida al día, la que hacen en el colegio, dice y añade, pobrecitos míos, tres niños que tengo en el huerto ecológico escolar, que se lo pagan los servicios sociales. Yo les llevo la merienda, cuando tengo huerto con ellos, para que ese día coman un poco más, pero uno de los días el pequeñito, que tiene tres años, estaba llorando inconsolable porque tenía hambre. Manda cojones.

¿Son inmigrantes?, pregunto.

No, son catalanes, su madre les ha abandonado y el padre se ha quedado solo con los tres. Se pasa el día trabajando pero gana poquísimo porque es otro de los parados que subsisten con lo que va saliendo. Los niños están flaquísimos, con ropa que les queda pequeña y su casa tiene un cristal roto y no lo pueden arreglar. Vamos, que se me parte el alma, concluye.

Algo deberían hacer los servicios sociales de la Generalitat, en vez de andarse buscando la pulga con la independencia, dejo yo caer.

Los atienden, sí, me explica ella, el comedor y las tareas extraescolares lo paga la Generalitat, y también el Ayuntamiento colabora pero no dan para más. Y los niños trabajan en el huerto escolar como descosidos para que cuando salga la “comida” se la puedan llevar a casa.

Naturalmente, la nieta ha rehecho la carta petitoria. Pero yo le doy vueltas a la sentencia sobre la sempiterna existencia de ricos y pobres. Nosotros, que tenemos una mínima capacidad de resistencia y de protesta, que dialécticamente nos situamos en el lado de los pobres frente a las grandes fortunas, somos realmente privilegiados. A nuestro lado, los veamos o no, viven familias como las que me cuenta mi hija. Padres sin trabajo, sin perspectiva, sin futuro, niños mal nutridos. Niños que lloran de hambre. Hombres que esconden su fortuna para no pagar impuestos.

Siempre habrá ricos y pobres, percibo el eco de la sentencia tantas veces oída. ¿Por qué razón? ¿Por qué lo consentimos?

3 comentarios:

  1. No sé a donde vemos a llegar..esto no se puede consentir!!! Yo que trabajo cara al público me he dado un cuenta de que últimamente me estoy convirtiendo en el paño de lágrimas de mis clientes que, entran a comprar una barra de pan y acaban contándome que toda la familia está parada y que no sabe como van a pagar la hipoteca este mes...se nota tristeza en el ambiente, las luces de Navidad de la calle no alumbran como otros años...se nos está apoderando la impotencia y la tristeza y no se ve final de este duro camino.

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  2. Esa sensación de impotencia es lo que nos derrota. Impotencia ¿Por qué? Somos nosotros quienes podemos cambiar las cosas, nadie más que nosotros.

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  3. Cada día el miedo se nos va colando dentro, y poco a poco empezaremos a mirar con desconfianza al que se ha caido en el agujero negro de la crisis al tiempo que cruzamos los dedos por no vernos igual.

    Y es ese miedo el que nos paraliza a los que todavía podríamos pelear con argumentos, mientras que quienes ya lo han perdido casi todo, no se atreven a levantar la voz por miedo a perderdelo todo, que al paso que vamos es cuestion de tiempo.

    Me temo que el tiempo del dialogo se ha perdido.

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