miércoles, 24 de septiembre de 2014

Úbeda, el Renacimiento en los Cerros




Úbeda es conocida por sus cerros y la descripción, con ser exacta, no le hace justicia en absoluto. Úbeda es un ejemplo de ciudad renacentista por sus monumentos, que son muchos y espléndidos, pero es sobre todo una muestra de esplendidez y de preponderancia de la sociedad civil, también de utilización racional de su patrimonio.  
Lo de los cerros tiene una explicación geográfica y otra legendaria. La primera está clara: la ciudad se asienta en el valle que forma el Guadalquivir, bajo los picos de Sierra Mágina, y es la capital de la comarca de La Loma, pues lomas son los montes que la protegen. La segunda bascula entre la literatura y la leyenda: se cuenta que en una de las frecuentas contiendas que en la conquista de esta tierra sostuvieron árabes y cristianos –unos lo sitúan en tiempos de Alfonso VI y otros de Fernando III- uno de los capitanes desapareció justo antes de entrar en batalla y no apareció hasta haber sido conquistada la plaza. Cuando el rey le preguntó por su ausencia, el capitán respondió con la pobre excusa de que se había perdido “por los cerros de Úbeda”. Perderse por los cerros de Úbeda quedó como sinónimo de cobardía en el campo de batalla y de andarse en divagaciones en el campo dialéctico.

Que Úbeda es algo más que sus cerros lo comprende el viajero tan pronto como llega a ella. Ostenta la ciudad el muy disputado título de la más antigua del mundo occidental y sea o no la más antigua, por aquí han pasado oretanos, visigodos, naturalmente los romanos, que la llamarán La Betula, godos y los vándalos, que hacen honor a su fama y destruyen el poblado. Hasta que llegan los árabes y refundan una ciudad a la que llaman Ubbada. 

En el siglo XI se la disputarán los reinos de Almería, Granada, Sevilla y Toledo y acabará siendo conquistada por los almorávides. Esta ciudad musulmana refuerza su amurallamiento y se convierte en un núcleo pujante por su artesanía y su comercio. Los siglos XI y XII vivirá en una sucesión ininterrumpida de conquistas y reconquistas, ora musulmana, ora cristiana. Los Alfonsos VI y VII la rindieron y el VIII la asoló en 1212, tras la batalla de las Navas de Tolosa, hasta que en 1233, tras largo asedio, Úbeda capituló ante Fernando III quien la hizo ciudad realenga con arciprestazgo, que era el no va más en materia de dignidades del momento. La capitulación evitó ser arrasada de nuevo y permitió la coexistencia de las tres culturas radicadas en la ciudad: árabes, judíos y cristianos. 

Finalizada la reconquista, se abrió para Úbeda una época de pujanza económica, social y cultural que culmina en el siglo XVI, su edad de oro. Los cachorros de los linajes locales alcanzan puestos principales en la corte: Ruy López será Condestable de Castilla con Enrique III y Beltrán de la Cueva, valido de Enrique IV; también el clero y las órdenes militares mejoran sus privilegios. Simultáneamente, vecinos, la mayoría judíos o muladíes, que prosperan en sus profesiones, como boticarios, escribanos, médicos o mercaderes, conforman una incipiente burguesía. Ganaderos, labradores, pastores y militares completaban el espectro social de una ciudad que acogía a más de 18.000 habitantes. 
Es en este caldo de cultivo cuando coinciden en el tiempo y el espacio Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V y hombre de gran influencia en la corte imperial, y Pedro de Vandelvira. De los Cobos acumuló a lo largo de su vida cargos y prebendas en grado superlativo, era Comendador Mayor de la Orden de Santiago, titular de la explotación salinera de Nicaragua y ensayador mayor de los metales preciosos de la Casa de Contratación de las Indias, entre otros muchos, que le hicieron inmensamente rico. Una parte de esta fortuna la empleó en acumular obras de arte. 

Como secretario real, había tenido que acompañar a Carlos I en sus viajes a Italia, lo que resultó providencial para Úbeda. Allí descubriría el movimiento renacentista y encontraría a Vandelvira, un cantero que estaba estudiando la obra de Miguel Ángel, convenciéndole de volver a España. Francisco de los Cobos sembró el gusto por el arte entre sus pares ubetenses y a Pedro de Vandelvira le sucederá su hijo Andrés, hombre de gran cultura y preparación técnica, y unos y otros se dedican a sembrar las corrientes humanísticas del Renacimiento y a levantar palacios a cuál más espléndido hasta hacer de Úbeda la ciudad –Patrimonio de la Humanidad- que podemos admirar. En 1526 Carlos V juró aquí mismo guardar los privilegios, fueros y donaciones que le habían sido concedidas a la ciudad.

A la colaboración de Pedro de Vandelvira con De los Cobos debe Úbeda una perla arquitectónica que es la Capilla del Salvador, proyectada como panteón de la familia del secretario real, que habría de acabar su viuda, María de Mendoza y Sarmiento. No sólo los Vandelvira padre e hijo trabajaron en el Salvador, también Gil de Siloé, Alonso de Berruguete, Esteban Jamete y Francisco de Villalpando dejaron aquí su huella. 

La Capilla del Salvador preside la Plaza Vázquez de Molina, el epicentro monumental de la ciudad. Situarse en cualquier punto de este lugar es sentir el vértigo de la belleza absoluta, el equilibrio del Renacimiento, la armonía del horizonte, con la Sierra Mágina y los olivares infinitos como telón de fondo.

A Úbeda hay que llegar sin prisa, pasear despacio y pararse a mirar mucho. Los viajeros empezaron por esta Plaza de Vázquez de Molina porque es aquí donde se alojaron: en el Palacio del Deán Ortega, convertido en Parador. Hay que llegar avisados porque la zona es peatonal y aquí no caben despistes pues enfrente del Parador se levanta el Antiguo Pósito, donde tiene su sede la Policía. A pocos metros del hotel –en la Redonda de Miradores- hay un aparcamiento que además de ser gratuito ofrece unas magníficas vistas del valle, de los olivares y de los cerros.

Situados, pues, en la Plaza Vázquez de Molina los viajeros tienen frente a sí la Capilla del Salvador; a la derecha, primero el Antiguo Pósito, luego el Palacio del Marqués de Mancera, la Cárcel del Obispo, sede de los Juzgados, y, finalmente, la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares. Por la izquierda, además del Palacio del Deán Ortega, el Palacio de las Cadenas, hoy sede municipal. Observan los viajeros que, salvo la de Santa María, todos los edificios son civiles y, aunque goza Úbeda de otros templos, sus señas de identidad son aquéllos.

Sólo por contemplar las edificaciones de esta gran plaza, que es una lección viva del renacimiento hispano, valdría el esfuerzo de llegar a Úbeda. Los viajeros pueden sentarse en ella y admirar el juego de volúmenes, la ornamentación de los palacios… y el sentido práctico de los ubetenses que han protegido su patrimonio monumental dándole una utilidad práctica a cada edificio. La viajera, que ha podido comprobar ya lo bien que se come y se duerme en el Palacio del Deán Ortega, observa los coches policiales aparcados junto al Antiguo Pósito e imagina la emoción de los funcionarios al trabajar en las vetustas dependencias, o la de los ciudadanos que acudan a hacer cualquier gestión municipal en el Palacio de las Cadenas. Y se pregunta si las leyendas de emparedamientos que envuelven a la Cárcel del Obispo tendrán alguna influencia en las decisiones judiciales.

El espacio entre la iglesia de los Reales Alcázares y la muralla estuvo ocupado por la judería. Sus callejuelas estrechas invitan al paseo pero lo que habla de la importancia e influencia que debió tener la población judía es la Sinagoga del Agua y está situada más arriba, cerca de la iglesia de San Pablo. En ésta, como en la capilla del Salvador y la iglesia de los Reales Alcázares, la visita es de pago. Se puede contratar también la visita completa a la ciudad.    

La iglesia de San Pablo, que se levanta en la Plaza del 1º de Mayo, otra hermosa explanada situada al norte de la de Vázquez Molina, es una mezcla de estilos –románico, gótico y renacentista-. La visita es gratis pero hay que esperar al horario de culto. A diario, la iglesia se abre hacia las 7 de la tarde para la misa a las 7,30.

De la esquina sur de la misma plaza surgen los ecos de distintos instrumentos musicales. Es el Ayuntamiento viejo, convertido hoy en Conservatorio. En el centro de la plaza se ha erigido un monumento en memoria de San Juan de la Cruz, que aquí vino a morir en 1591 y al que la ciudad le ha dedicado un museo, cerca de esta misma plaza.

Estamos en el cogollo de la ciudad amurallada, un cinturón de piedra en el que se abren varias puertas, todas con su pequeña historia. La más conocida es la puerta de Granada, por la que dicen salió Isabel la Católica camino de Baza, donde dijo aquello de que no habría de cambiarse de camisa hasta no conquistar Granada.     

No lejos de esta puerta los viajeros se topan con otro edificio singular: la Casa de las Torres o Palacio de Dávila, hoy Escuela de Arte, mandado construir en el siglo XVI por el alcalde y comendador Andrés de Dávalos de la Cueva. La profusión de conchas que adornan la fachada remite a la condición de caballero de Santiago del regidor. La viajera sospecha que estudiar en un lugar como éste, hacer el recreo en su esbelto patio interior ha de ser un plus añadido a los planes docentes.  

En la calle Real los viajeros visitan varias tiendas donde se venden productos tradicionales y se sorprenden al hallar aceite kosher, lo que indica la querencia judía por Úbeda. Kosher o no, llevarse aceite no es mala idea pues ésta es la comarca aceitunera por excelencia.

La calle Real conduce a la Plaza de Andalucía. En sus inmediaciones se encuentran la Torre del Reloj y las iglesias de la Trinidad y de San Isidoro. En ese punto estaban los viajeros, con el plano de la ciudad en las manos, intentando orientarse hacia el Hospital de Santiago cuando un hombre les saluda confianzudamente. ¿Qué, ya sabemos dónde ir?  La viajera bucea en su disco duro tratando de identificar al interlocutor, pues no es la primera vez que se encuentran con un conocido en los puntos más dispares. Pero no, no es un conocido, es un ubetense de adopción que se presta a ayudar. Nos indica el camino, nos cuenta su nostalgia madrileña y detalles de su familia y se despide amigablemente. Gracias por venir a conocer la ciudad, nos dice.

El Hospital de Santiago se encuentra algo alejado del centro histórico pero no desmerece la tradición. Situado al final de la calle Obispo Cobos, también conocida como la de las tiendas, es otra de las joyas renacentistas debidas a los Vandelvira, padre e hijo. Fue mandado construir por el Obispo Cobos para servir de hospital para pobres, iglesia, panteón y palacio. Tiene un patio central porticado con doble arcada, sustentada por columnas de mármol de Carrara. A un lado del patio se abre la escalera imperial desde la que se puede admirar una bóveda con pinturas al fresco. Las estancias del viejo hospital tienen un uso cultural: biblioteca, etc. Ah, el sentido práctico de los ubetenses.

La visita de un lugar nunca es completa si el viajero no cata los platos locales. En Úbeda, hay dos guisos que destacan: los andrajos y la perdiz escabechada. La viajera cree que con justa fama. La provincia de Jaén cultiva la costumbre del tapeo. Con cada bebida se acompaña una tapa sustanciosa. Con dos tapas, cenas; con tres haces una comida ligera; con cuatro vas bien servido. Los viajeros conocen la tradición pero no la cuantía cuando llegan a La Sacristía, taberna con marcas históricas en la Baja del Salvador. ¿Qué pedir?, se preguntan. Mientras estudian la carta, el camarero deja en la mesa de al lado un plato con dos chapatas cubiertas con algo que no identifican. ¿Qué es lo que ha servido a esos señores?, pregunta la viajera. Esa es la tapa que les voy a traer ahora mismo para acompañar a su cerveza. La tapa es una tortillita de camarones.

Los viajeros han oído hablar de la taberna Misa de 12, que está en la Plaza 1º de Mayo y se disponen a ir a cenar de tapas. El local está cerrado. Un grupo de jóvenes remolonea a la puerta del Instituto próximo. Úbeda debe ser la única ciudad en la que a las nueve y cuarto de una noche suave de septiembre esté cerrada la taberna y abierto el instituto de enseñanza media.

4 comentarios:

  1. Me imagino que muy pronto hablarás de Baeza, porque no se puede hablar de una sin la otra, son hermanas de sangre y Patrimonio de la Humanidad.

    Un abrazo.

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    1. Imaginas bien, pero no sé si soy capaz de contar tanto como hemos disfrutado.
      Abrazos.

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  2. Me ha encantado esta crónica, está siendo un septiembre pleno de viajes que van más allá de las estupendas fotografías.

    Gracias

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    1. Cónstete que aún me queda el regustillo de otra expedición en tierras extremeñas difícil de superar.

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