martes, 3 de marzo de 2015

La Fuente de la Fama que el pueblo pagó

En una época en la que los reyes lo eran por la gracia de Dios, los monarcas se consideraban intérpretes de la voluntad divina. Lo mismo si se trataba de emprender una contienda que de ornamentar una ciudad. Éste es el caso de la Fuente de la Fama, encargada por Felipe V –el primero de los Borbones, que llegaba a Madrid acostumbrado a la fastuosidad de Versalles- para mejorar el aprovisionamiento de agua y embellecer a Madrid.
El proyecto se encomendó a Pedro de Ribera y las obras se prolongaron entre junio de 1731 y mayo de 1732. Como se financió mediante una subida de impuestos, en el momento de su inauguración se instaló una placa que rezaba: “Deo volente, rege survente et populo contribuiente”, esto es, “Dios lo quiso, el rey lo mandó y el pueblo lo pagó”. Para despejar dudas. Inicialmente se instaló en la plaza de Antón Martín; de ahí pasó al parque del Oeste y en 1941 se trasladó junto a lo que entonces era el Real Hospicio de San Fernando, en la calle de Fuencarral, y actualmente es el Museo de Historia de Madrid, obra asimismo de Ribera.
Allí sigue, en el centro de los (mal) llamados jardines del Arquitecto Ribera, que no son sino un patio de hormigón a la espalda del museo, a un costado de la calle Barceló, rodeada de una verja que quizá protege pero que con seguridad aísla a la fuente.   
Es una fuente de piedra berroqueña y caliza de Colmenar de Oreja, fiel al estilo churrigueresco de la época. La base descansa en un pilón en forma de trébol de cuatro hojas al que vierten el agua otros tantos delfines. De ellos surge una pilastra adornada con la profusión propia del churrigueresco: hornacinas con abundancia de floreros y las estatuas de cuatro niños que sostienen sendas conchas invertidas. Remata la pilastra una victoria alada empuñando una trompeta, obra del escultor Juan Bautista. El insinuado movimiento de la figura alada simboliza la fugacidad de la fama, representada en la trompeta, en lo que se interpreta como una alegoría del precepto clásico: Carpe diem, carpe horam (Aprovecha los días, aprovecha las horas).
Desde esta perspectiva, la Fuente de la Fama, de voluntad divina, mandato regio y apoquinamiento vecinal, ejerce una influencia notable. Los (no) jardines de Ribera se encuentran en el corazón de una zona de Madrid de mucho trasiego personal y de licores, punto de encuentro nocherniego y escenario de botellones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo que tú digas