lunes, 12 de noviembre de 2012

La sacrosantidad de las deudas


Las cifras son sangrantes. 500 desahucios de media al día, según repiten en la radio, cerca de 400.000 desde 2007. Más de un millón de ciudadanos que han perdido su vivienda en lo que llevamos de cuesta abajo por las malas prácticas del sistema bancario.

Decimos crisis y parece que la palabra lo cubre todo. Pero la crisis, -nunca será suficientemente reiterado-, es la consecuencia del fracaso y del descontrol total en la organización del sistema financiero consentido por los reguladores del sistema con la complacencia del poder político.

Ese fracaso, la mala praxis y la permisividad han conducido a la bancarrota a la mayoría de entidades bancarias, salvada in extremis por la inyección de dinero público que, en última instancia, pagamos los ciudadanos.   

Pues bien, esos mismos ciudadanos que pagan las alegrías bancarias se ven desalojados de sus viviendas por no poder hacer frente a las hipotecas que les fueron ofrecidas por los bancos y que suscribieron en días de vino y rosas, cuando parecíamos instalados en una euforia permanente.

Las noticias empezaron, primero con cuentagotas y pronto en aluvión, en las grandes ciudades, en las ciudades dormitorio del entorno de las primeras, hasta extenderse por todo el territorio nacional de manera que raro es el pueblo que no ha sido testigo de algún proceso de desahucio. Un proceso dramático en el que se plasma como en pocos otros hasta qué punto el poder está al servicio de los poderosos. Los jueces, la policía, los funcionarios municipales, de consuno, emplean sus mecanismos de fuerza contra quienes primero perdieron el empleo y ahora pierden el lugar donde vivir por no poder hacer frente a sus deudas. Todos, en defensa de los derechos bancarios, porque, como ha recordado González Páramo, las deudas son sacrosantas.

Los medios han ido dando cuenta de estos procedimientos pero con tiento, con cuidado de no herir demasiado la sensibilidad de los bancos, pues quien más quien menos, todos tienen algún crédito que pedir, que renovar o que abonar.

Sólo la iniciativa ciudadana surgida a partir del 15-M ha asumido la seriedad del problema y ha organizado un foro de afectados, estrategias de movilización, propuestas alternativas como la dación en pago.

En este tiempo ni el gobierno socialista presidido por Zapatero ni el gobierno popular presidido por Rajoy se han dado por aludidos. Han tenido que producirse tres suicidios coincidentes con un desalojo por desahucio y la consiguiente alarma social desatada por esa causa para que los dos partidos de gobierno se hayan visto impelidos a adoptar alguna medida. (El 25 de octubre el PSOE había presentado una propuesta de modificación legal).

La situación es tan lacerante que hasta el Tribunal de Justicia europeo ha dado un toque a la Justicia española al dictaminar que la ley española sobre los desahucios viola la Directiva 93/13 de la Unión Europea al permitir que los bancos introduzcan cláusulas abusivas en los contratos de préstamos hipotecarios que, en caso de incumplimiento, acaban en la ejecución forzosa del desalojo.

Tan sangrante, que los responsables bancarios se hayan visto obligados a ofrecer propuestas de moratorias. Lo cual puede indicar que el miedo de los desalojados empieza a subir de nivel. Empero, no son parches lo que demandan los tiempos sino soluciones reales a problemas reales. Las leyes por las que se rigen los desahucios están hechas por los poderosos para favorecer a sus pares. La banca española se está beneficiando de un caudal de créditos sin que hasta el momento se vean sus efectos cuando, según estimaciones de la Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros de España (ADICAE), sólo un 1% o 2% de los cerca de 490.000 millones de euros que el Banco Central Europeo le ha inyectado solucionaría el problema de las familias que no pueden afrontar el pago de su hipoteca. Parece llegado al momento de cruzar todas las variables. No puede considerarse legítima una ley que no tiene en cuenta más que la sacrosantidad de la deuda sin consideración alguna a los derechos de los ciudadanos como consumidores.

Sería deseable que tantas dificultades, tanta pesadumbre, tanto esfuerzo sirviera a los partidos políticos para descender de su especial Olimpo a la dura realidad y a las entidades bancarias para desterrar prácticas abusivas. Sería dramático que no hubieran aprendido nada.

Por el contrario, la cotidianeidad ofrece regalos impagables. Como la imagen del estanque del Retiro en un día de otoño madrileño.

10 comentarios:

  1. dimitte nobis débita nostra.
    No hay problema, Monseñor Rouco va a rezar muchísimo y verás qué rápido se soluciona.
    sicut et nos dimittímus debitóribus nostris.
    Amén.

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    1. Yo me conformara con los Rouco boys pagaran los impuestos religiosamente. Incluso laicamente.

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  2. Hay que pagar las deudas, si o si, aunque en ello vaya la muerte de hombres y mujeres que fueron engañados por unos entes a los que la clase política les debe todavía más.

    Un saludo

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    1. De momento, se ha podido arrancar una moratoria impensable hace apenas unos meses. La banca siempre gana, más aún cuando ostenta el poder, como es el caso. Pero, por esta vez, la organización ciudadana ha conseguido un pequeño avance. Algo es ago.

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  3. Siempre se ha dicho que la Banca gana, ya es hora de que empiece a no ser así y que se someta a la misma aleatoriedad sus apuestas.

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    1. La banca siempre gana, Sergio, y lo que está ocurriendo es sólo un primer paso. Tímido, pero un paso. Menos da una piedra.

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  4. Las deudas siempre han sido sagradas, salvo que el pagador fuese poderoso en cuyo caso se declara la "mancha" en el banquero y se le expulsa (judios y Reyes Católicos por ejemplo) Pero ahora son algo más, son principio constitucional y si el Estado debe pagar a toda costa, los ciudadanos más de lo mismo.
    Y así será salvo que le encontremos el freno de mano a esta locomotora camino del desastre.

    Besos pensando en puente madrileño

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    1. Las deudas son sagradas cuando los deudores son los pobres. Ya quisiera yo que fueran igual de sagradas para los muchos que se escaquean de pagar sus obligaciones fiscales.

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  5. A mí las imágenes de los desalojo me dejan tocada, de verdad... porque es cuando más te das cuenta de mundo en el cual vivimos, y es una mierda... humanos que dejan a otros sin recursos en la calle, sin importar edad, situación social, hijos, salud , es terrorífico... dónde está nuestra humanidad en todo aquello?¿ y Urdangarín también dónde está ?¿
    Besos

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    1. A diario somos testigos directa o indirectamente de todo tipo de injusticias y unas nos afectan más que otras pero es verdad que el desahucio tiene algo de obsceno, de privar al otro de su intimidad. Es como desnudarle la vida. Quedarse en la calle es, en el lenguaje popular, el último grado de la desgracia.
      ¿Humanidad, dices? Humanidad y banca son antitéticos, términos incompatibles. Si ahora han cedido, un poco, sólo un poco, no es por humanidad, es porque no les resulta rentable mantener el tipo.
      Besos, rubia.

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