viernes, 15 de noviembre de 2013

La verdad de la mentira


 
 No es preciso que me extienda sobre la suciedad de Madrid porque está siendo noticia de primera estos días. Y porque la basura es mucho más profunda y antigua que la que produce la huelga de barrenderos.
Tengo la impresión de que estamos ante una maniobra de distracción y mientras los trabajadores denuncian la explotación de la que son víctimas los medios se entretienen mirando la suciedad callejera. Es sabido que cuando alguien señala la luna, sólo los tontos miran el dedo. Aquí seguiremos mirando el dedo hasta que la luna nos aplaste a todos.
Esta mañana, la plazoleta de mi barrio ha amanecido sucia, un poco más que de costumbre, pero sólo un poco. Papeles, vasos, latas de cerveza y varias litronas. Son los restos del naufragio nocturno. Testigos del botellón cotidiano.  Ese botellón supuestamente prohibido pero alegremente consentido. Por delante de esas alegres farras nocherniegas se pasean los sucesivos coches de la policía –estatal y municipal- sin que en ningún caso se dignen llamar la atención a los bebedores bullangueros y borrachos que cada mañana dejan sembrado de suciedad su trozo de ciudad invadida. Suciedad cuya limpieza luego pagamos todos.
¿Por qué no son sancionados si infringen varias normas? Misterio. Quizá la pasividad gubernativa responde a una táctica que tan buen resultado les da. Algo así como si el gobierno –municipal, autonómico, nacional, el que sea- dijera: yo hago como que no veo que compras bebidas a quien no debe vender, que haces ruido a deshoras, que manchas los espacios públicos y tú haces como que no ves que yo te robo. Y todos contentos.
Como decía, esta mañana la plazoleta estaba un poco más sucia de lo que suele porque, al contrario que otros días, hoy los barrenderos no han recogido la suciedad de los parranderos. Ni siquiera el frío desalienta a los noctámbulos, porque ésta ha sido la primera noche fría, fría de helada, del otoño. A media mañana, sin embargo, la plaza y su entorno lucían impolutos. En cambio, alguien había dejado un sillón blanco junto a la fachada del teatro. Demasiado nuevo para ser abandonado en la acera. Quizá ,el atrezo de alguna nueva obra.  
Pero no, no era un atrezo de interior sino de exterior. Al poco, ha aparecido un grupo de gente joven capitaneados por dos fotógrafos. El termómetro debía rondar los 8º pero la sensación térmica era de más frío porque el viento soplaba con ganas. Los jóvenes se han quedado con ropa de verano, escotada, sin mangas y han tomado el sillón posando de mil maneras. Ni una mala estufa que los protegiera. Ateridos de frío, gesticulaban como si se desperezaran una tarde de verano. A una señal de los fotógrafos se han lanzado a por sus abrigos mientras daban saltitos para entrar en calor. 
Algún día, esas fotos aparecerán en alguna publicación, en un cartel, como muestra de la moda estival, como ejemplo del dinamismo juvenil, como escenario de un Madrid limpio y confortable o cualquier mensaje similar igual de mentiroso. La verdad es que hoy hace un frío pelón, los chicos estaban tiritando y la basura de la ciudad aflora a la superficie.
Parece que por poco tiempo, pues pronto la basura va a ser enterrada de nuevo. Volveremos a la táctica acostumbrada: yo te dejo que te emborraches, tú me dejas que te robe.

4 comentarios:

  1. Para que te des cuenta además, de que todo puede estar rodeado de mierda, y con un frío pelón, que si se cuenta la película como que este cachito de verdad (limpio y veraniego) es lo que pasa en la totalidad, nos lo tragamos.

    Unos más que otros.

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  2. De mierda y la basura este país está lleno, aunque en algunas calles se pueda comer ellas.

    Saludos

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  3. Tenemos una alfombra muy gorda para que debajo quepa muuuuucha basura.

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  4. Si es que inlcuso el verano disfrazado en pleno inverno sucio nos lo venderán y lo compraremos.

    Chungo.

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