Dejamos atrás los Barruecos y Malpartida de Cáceres y nos encaminamos a una población de origen medieval que inicialmente fue conocida como Arroyo del Puerco. Creen los historiadores que el topónimo se debió a la abundancia de verracos de piedra en su entorno, pero en 1937 adoptó definitivamente la toponimia actual: Arroyo de la Luz. El nombre le hace justicia por la abundancia de sus humedales, la blancura de su caserío y el resplandor de sus calles en ese día soleado.
En conjunto, el
pueblo ofrece una imagen cuidada y muy grata. Más aún cuando se observa la placa
conmemorativa que luce una fachada en memoria de D. Florencio García Rubio, “honra
y orgullo del magisterio español” que en esa escuela “moldeó corazones y talló
inteligencias”, al que “Arroyo de la Luz y sus discípulos dedican este recuerdo
como símbolo de perpetua gratitud por su gran labor educadora”.
Quizá se deba a la
labor de este don Florencio o de quienes le sucedieron que Arroyo de la Luz sea
“municipio creativo, pueblo de cine, ciudad europea de los caballos”, que esté “a
la vanguardia del deporte” o se destaque su “calidad social de vida”.
Aparcamos en la plaza.
Saltamos eufóricos de la furgoneta que ha alquilado Valentín para que podamos
desplazarnos todos juntos, disparando como posesos en todas las direcciones. Resulta
difícil elegir un plano porque todo en derredor es hermoso. No en vano la plaza
está declarada Monumento Histórico Artístico Nacional y es una de las doce mayores
de España. Fue construida en los siglos XV y XVI y tiene una superficie de
4.000 metros cuadrados.
En el solar que
ocuparon las antiguas carnicerías y las casas de alguaciles se ha levantado un
Corral de Comedias al estilo del de Almagro.
Aún se puede apreciar
la pujanza y nobleza de sus habitantes al pasear por sus calles, con varias
iglesias y casas blasonadas y su barrio judío. El palacio de los Condes de Alba de Liste ha sido
transformado en la Hospedería Puente de Alconétar así que decidimos acogernos a
tan noble hospitalidad. Sabia decisión: el lugar ha sido adaptado respetando lo
que debió ser el edificio original y en su cafetería ofrecen unas pastas exquisitas
para endulzar los pasos de quienes llegan hasta aquí.
En confianza, háganse un favor: si tienen ocasión, piérdanse un rato en Garrovillas.
Me reitero en lo dicho: Lo cuentas de una manera que parece que no viví allí nunca.
ResponderEliminarNo sé que me gusta más si viajar con vosotros o leerlo después.
ResponderEliminarBesos
Uaaa que ruta mas chula y que buena idea alquilar una furgoneta para ir todos juntos, me gusta todo lo que cuentas y como lo cuentas, la de sitios que hay por descubrir ! anotado :) Besos !
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