domingo, 16 de febrero de 2014

En el Dolmen de Lácara: 60 siglos nos contemplan



Es sabido que en este mundo hay gente para todo y que los gustos son tan variados como puedan serlo los seres humanos. Hay quién sería capaz de recorrer medio mundo para trepar por riscos y pendientes en el Anapurna mientras que otros pueden permanecer sin comer ni dormir por capturar una ola remisa en la playa de Laida. Los hay que se embelesan con el románico y quienes se emocionan con una catedral gótica como los hay que extasían con los monumentos prehistóricos. En nuestra excursión extremeña hubo para todos los gustos. Si nos atenemos a la datación cronológica, deberíamos haber comenzado por el Dolmen de Lácara.
El monumento megalítico está bien señalizado, pero conviene ir atento para no despistarse del acceso, así de ameno es el camino. Aunque hasta hace poco tiempo ha estado semi abandonada, actualmente la zona está protegida por un acceso vallado donde se aparcan los coches. El lugar es de una placidez absoluta, el silencio lo domina todo, algún rebaño de ovejas pasta bajo los robles y encinas que pueblan la dehesa. El camino rodea una formación rocosa que quizá debe su distribución al puro azar pero que también podría ser el resultado de una ordenación humana, el resto de un templo o de un asentamiento prehistórico, dada la proximidad al dolmen.  
Una serie de carteles instalados por la Junta de Extremadura explican el significado del monumento, la época de construcción y su distribución. Estamos ante una joya arquitectónica del Calcolítico, un sepulcro de corredor que fue construido entre los años 3000 y 4000 antes de la era cristiana. A pesar del tiempo transcurrido y de las vicisitudes padecidas, parece en buen estado de conservación. Como advierten los carteles, la construcción debió suponer un gran esfuerzo para la comunidad que lo edificó, “fue necesaria una gran cantidad de maderas, cuerdas y bastante tiempo para tallar las piedras, además de un grupo numeroso de individuos para acarrear el material y personal especializado para dirigir todo el trabajo”. 
Una gran piedra, colocada para sellar la entrada cuando dejó de utilizarse, bloquea ésta. “Originariamente a la tumba se accedía desde el vestíbulo (6,20 m. de largo) donde pudieron realizarse ritos durante los entierros y ceremonias para agradar a los antepasados. Después de atravesar la puerta se accede a un corredor de techo bajo (9,15 m. de largo) dividido en dos tramos separado por jambas y finalmente se llega a la cámara funeraria de planta octogonal (entre 4,5 y 5 m. de diámetro), el techo se eleva más de cuatro metros, lugar donde se depositaba al difunto en posición fetal con alguna pertenencia personal (cuchillo, flechas, collares) cerámica o algún amuleto para protegerle durante el tránsito a la otra vida.  La tumba se utiliza durante un periodo largo, posiblemente más de un milenio, es decir, desde el neolítico medio al calcolítico final.
Sólo una de las piedras que cubrían la cámara funeraria permanece en pie, el resto ha sido destruido. Esta estructura estaba cubierta de piedras y tierra formando un gran túmulo, reforzado a su vez por bloques que actuaban a la manera de contrafuertes para reforzar la estructura.  
En las excavaciones realizadas se han encontrado piezas de ajuar funerario: cuchillos, puntas de flecha y placas de pizarra así como un fragmento de cerámica de un vaso campaniforme. Tanto el corredor como la cámara han sido saqueadas reiteradamente y la construcción utilizada como vivienda, como confirman los restos de cerámica de las épocas romana y medieval halladas. También ha sido utilizado como cantera y más recientemente, se dinamitó la cubierta de la cámara a pesar de lo cual el monumento mantiene su estructura claramente identificable, lo que muestra la solidez de su fábrica.
El dolmen de Lácara es el más grande de su categoría en España y el segundo de la Península Ibérica, tras el de Évora. Fue declarado monumento nacional en 1931. Un lugar mortuorio tan monumental como éste remite forzosamente al conocimiento más profundo de la existencia y a una sabiduría que traspasa los siglos. Así, se subraya la orientación sur este del dolmen, a la salida del sol en el solsticio de invierno, orientación que se repite en otros monumentos megalíticos mortuorios. Y se afirma que cada 21 de diciembre, un rayo de sol penetra por la entrada del corredor para iluminar el fondo de la cámara sepulcral. Lo que vendría a corroborar el valor religioso y trascendente del dolmen y del enclave situado en las proximidades del río Lácara.
El camino de vuelta se observa de manera diferente después de haber pisado las piedras milenarias. Se diría que los árboles forman conjuntos armónicos con las moles berroqueñas, todo es equilibrio: la tierra, los árboles, las rocas, las ovejas que pastan indiferentes a nuestra presencia. 60 siglos nos contemplan. 

6 comentarios:

  1. Otra excursión de lo mas interesante ! me ha encantado la crónica y el reportaje fotográfico, que belleza ! que emoción estar ante semejante construcción sabiendo que 60 siglos nos contemplan, la carne de gallina !
    Besos

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  2. Tenemos en Gorafe (Granada), toda una zona llamada "Ruta del Megalitismo" te adjunto enlace del libro que explica todo lo encontrado en la zona: http://www.guadixymarquesado.com/publicaciones/ficheros/Descubre-Guadix-Ruta-del-Megalitismo.pdf
    La sensación de entrar dentro de un Dolmen y saber que ahí hubo personas enterradas hace miles de años provoca sensaciones difíciles de describir.

    Un saludo

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    1. Tomo nota de tu enlace para hacer la ruta en cuanto tengamos ocasión.
      Muchas gracias.

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  3. Lástima del río...(pena de torpeza)

    Gracias,

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