lunes, 16 de febrero de 2015

La Fuente de Apolo y el Salón del Prado

¿Qué distingue a una ciudad de otra? ¿Qué nos enamora del lugar que vivimos o visitamos? Cada ciudad tiene su secreto y su encanto pero en ello mucho tiene que ver la ornamentación, esos detalles que hacen hermoso un entorno: una perspectiva arquitectónica –caso de San Petersburgo y la perspectiva Nevski-; un edificio icónico –la Torre Eiffel y París-; un catálogo de arte al aire libre –Florencia, Roma-; un emplazamiento original –Venecia- o privilegiado: es el caso de Tánger, Lisboa, Estambul… ¿Cuál es el encanto secreto de Madrid? Esa es la pregunta que me hago a diario, cuando me pateo sus calles, unas amplias y despejadas y otras estrechas, esquinadas y, frecuentemente, sucias. ¿Qué tiene esta ciudad que suscita tantos amores, que acoge a cualquiera que llega y le hace madrileño de adopción sin distinción de origen?
Madrid es una ciudad muy paseable, cualquiera puede recorrerla a pie a poco aficionado que sea a caminar. De la calle Preciados se dice que es la que soporta la mayor densidad de tráfico peatonal de Europa. Esa arteria de toda ciudad que se precie a la que los vecinos acuden para ver y a ser vistos, para encontrarse con los amigos: las Ramblas de Barcelona, el Espolón de Burgos, la calle Isilla en Aranda… Eso que con algo de mala baba se conoce como el tontódromo.
En el siglo XIX y hasta el primer tercio del siglo XX el tontódromo madrileño iba de Cibeles a Atocha y el espacio se conocía como el Salón del Prado. En ese tramo orlado de edificios señoriales y árboles antiguos se paseaban los señores en sus coches de caballos y quienes aspiraban a formar parte de la buena sociedad, con la esperanza de encontrarse con amigos o hacer nuevas relaciones.
El Salón del Prado es el actual Paseo del mismo nombre, que toma de la pinacoteca que se alza junto a la Plaza de Neptuno –cuyo nombre real es Plaza de Cánovas del Castillo-. Los vetustos carruajes han sido sustituidos por coches de muchos caballos que irrumpen en sus vías en una y otra dirección a impulsos semafóricos. El trazado forma parte del paseo del arte: el que va del Museo Thyssen al Reina Sofía, pasando por el del Prado. Un repaso a la historia de la pintura universal y uno de los paseos más agradables, amenos y hermosos de los varios que ofrece Madrid.
Pasando por alto los múltiples encantos que ofrece el itinerario –y en este caso es mucho pasar- el paseante que inicia el recorrido en Cibeles se encuentra enseguida con una fuente histórica dedicada al dios Apolo, de las varias que amenizaban el recorrido en el siglo XIX. Se levanta frente al actual Instituto de Crédito Oficial, a la vista del Museo Thyssen, cerca del lugar donde la baronesa de ídem gustaba de encadenarse –como una protagonista de 50 sombras a la inversa- en protesta contra el anterior alcalde de la Villa –Alberto Ruiz Gallardón- que pretendía hacer del Paseo Prado una vía rápida.      
Ruiz Gallardón saltó primero al Ministerio de Justicia y luego al vacío y el proyecto, que pretendía talar árboles varias veces centenarios decayó, afortunadamente. En consecuencia, el paseante encuentra la fuente de Apolo rodeada de frondosos árboles cuya sombra se agradece no poco en los calurosos días del verano local.
La fuente es conocida también como de las Cuatro Estaciones por las esculturas alegóricas que rodean la columna central. Fue diseñada por Ventura Rodríguez y ocupaba el centro del eje formado con Cibeles y Neptuno en la reforma impulsada por Carlos III hacia 1780. La estatua de Apolo, que corona el conjunto, es obra de Alfonso Giraldo quien, al parecer, quiso retratar en el dios al rey Carlos III, conocido como el mejor alcalde de Madrid. Las Cuatro Estaciones son obra de Manuel Álvarez el Griego. El conjunto se concluyó en 1803, reinando Carlos IV.
No de todas las fuentes madrileñas puede decirse lo mismo pero la de Apolo suele tener agua en cualquier época del año, quizá en homenaje a las cuatro estaciones representadas en el monumento. Lo cual, aparte de su propia belleza, es una razón más para visitar este tranquilo rincón del antiguo Salón del Prado.

3 comentarios:

  1. Cuánto tiempo sin pasarme por aquí! la foto del encabezamiento del blog, fabulosa.

    Como el post, claro. Madrid es muy paseable, claro que sí. Siempre, siempre, me sorprende. Y las cosas que nos enseñas, también.

    Besos

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    1. Siempre camino por allí , pero voy de prisa, por llegar a los museos con tiempo. La próxima me detendré a ver a APOLO.
      Gracias

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  2. Una delicia pasear los madriles de mano de tus imágenes y tus palabras, empiezo a necesitar una escapadita.

    Besos

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