lunes, 2 de febrero de 2015

Puerta del Sol: Podemos y la Mariblanca

La Puerta del Sol de Madrid tiene algo de patio de vecindad. La presidencia de la Comunidad de Madrid, que es uno de sus vecinos principales, se queja con frecuencia de que aquí se cite todo el que quiere protestar por algo. La ocupación más sonada en el siglo XIX fue la rebelión de los madrileños frente a la francesada y en el XX, cuando el pueblo madrileño salió a la calle el 14 de abril de 1931 para proclamar la República. Más recientemente, el movimiento 15-M hizo suyo este espacio y acampó durante semanas en un grito de libertad que se estudiará en los libros del futuro.
Desde la última acampada han ocurrido unas cuantas cosas. La primera de ellas, la victoria del PP en las urnas. Un resultado arrasador, en el sentido estricto del término. Aquel tsunami, coincidente con la mayor crisis del sistema financiero que ha vivido el país desde el final de la guerra, se está llevando por delante el sistema de bienestar conquistado con tanto esfuerzo por las últimas generaciones. De paso, se está llevando a los partidos alineados a la izquierda y a los sindicatos de clase, que se aplican en cavar su propia tumba.  
La segunda de las novedades es la aparición de un movimiento, igualmente con apariencia de tsunami, denominado Podemos. Diseñado y dirigido por un grupo de profesores de la Facultad de Políticas de la Complutense de Madrid, bien preparados, viajados, listos, con reflejos, con dominio de las redes sociales. Se presentaron públicamente hace un año y en las elecciones al Parlamento Europeo obtuvieron cinco escaños. Poco después se convertían en partido, con sus órganos gestores, sus círculos, sus asambleas conectadas en red. Para el resto de los partidos se han transformado en una amenaza permanente. Incluso antes de que hayan presentado su programa.
El sábado, Podemos convocó a una manifestación entre Cibeles y Sol. El clásico manifestódromo de Madrid, mil veces recorrido. Lo petó. La policía estima que se juntaron 100.000 personas, los organizadores, 300.000, así que lo más probable es que rondaran las 200.000. ¿Qué pretendía la concentración? Nada que no sea decir: miradnos, aquí estamos.
El sábado hacía un día de mil demonios en Madrid, un aire gélido del Guadarrama como encargado a propósito por los enemigos. Ni siquiera eso desalentó a los asistentes, que se apretujaron mirando hacia la Mariblanca, a cuyos pies se había instalado la tribuna de oradores: Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón, Carolina Bescansa, Luis Alegre y Pablo Iglesias, el líder del partido. Hablan de cambios, de sueños, de democracia, de momento histórico. Ese momento histórico que creen vivir los asistentes mientras gritan: Sí, se puede.
Con la Mariblanca hubiera querido yo hablar ese día. Ella, que ha recorrido medio Madrid, en un trajín involuntario, hubiera podido contar que muchos de los que estaban allí son los mismos que han hecho tantas veces el mismo recorrido para manifestarse en defensa de la sanidad pública, de la enseñanza pública, de los servicios públicos, de la igualdad; o en contra del terrorismo, de la guerra de Irak, de la estafa de Bankia-CajaMadrid, de los desahucios, contra los ataques a Palestina, contra la violencia machista… Personas de mediana edad –había muchos, muchos jubilados, muchos más mayores que jóvenes- que lucharon por una sociedad un poco más justa y se niegan a aceptar que la lucha fue inútil. Muchos miles de personas que, en suma, están hartos: de los abusos, de las mentiras, del falso lenguaje, de las falsas mejorías, de las estadísticas mentirosas, de las leyes a favor de los que lo tienen todo, del expolio de lo público, del abismo cada vez mayor que separa a los que tienen demasiado de los que no tienen nada…
La Mariblanca se sorprendería, quizá, del sentido adánico de los discursos: ese volver a empezar una y otra vez, como si nada de lo hecho anteriormente valiera; se sorprendería del tono despectivo de algunas intervenciones hacia los otros, los que no piensan como uno, de nuevo las dos Españas; le parecería extraño, quizá, que se mostraran tan ofendidos porque se les pidan explicaciones los mismos que las reclaman a los demás.
La Mariblanca echaría en falta, quizá, alguna alusión a la moral pública, a los deberes cívicos, al esfuerzo colectivo, a la educación, al respeto al otro. No toda la culpa de lo que nos sucede es de los demás; estaría bien que alguien empezara a decir que para que cambien las cosas tenemos que empezar a cambiar nosotros: combatir la economía sumergida, pagar siempre con IVA, el cuidado y la participación en lo común.
Concluida la concentración, las declaraciones oficiales abundaron en lo ya oído. El PP descalificó a los organizadores, el PSOE siguió a sus cosas, IU se escindía de sí misma… De puertas adentro, IU va camino de una partenogénesis infinita, el PSOE se pregunta qué más puede hacer, sin entender casi nada y el PP hace cuentas y todas le resultan favorables. Parece que nadie quiere entender el mensaje, que el hartazgo está llegando a niveles de no contención. En cuanto a Podemos, le pasa como a Mariblanca –que no se sabe si es Venus, Diana o acaso la Fe-. La de Sol hace su servicio: ocupa una esquina y sirve de descanso a los paseantes pero no deja de ser una copia.  
Y, sin embargo, algo tiene que cambiar. De momento, en Madrid ha empezado a llover, aún no a cántaros, pero todo se andará. 

4 comentarios:

  1. Que llueva a cantaros como cantaba Pablo Guerrero, "tiene que llover, tiene que llover a cantaros", canción escrita en el año 1972, parece que no ha pasado el tiempo por ella, estamos casi igual.

    Saludos

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  2. Hasta el mar. Y que Mariblanca lo vea.

    Un beso

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    Respuestas
    1. Que lo vea Mariblanca y Mari Pili, con sus amigos, si es posible.

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