lunes, 4 de enero de 2016

Bienvenido, 2016, año bisiesto

Bueno, pues hemos estrenado año. Bisiesto, para los supersticiosos. Nada que no se pueda arreglar con un par de elecciones o tres, por si alguien anda necesitado de más práctica.
Por alguna razón que se me escapa, la consigna general es que la crisis ha pasado y ahora lo que toca es consumir. Consumir lo más posible, gastar. No diré que sea inmune a esa tentación, nadie lo es cuando todo incita a ello, cuando se vive inmerso en un mundo que identifica consumo con progreso, cuando no con felicidad. Pero, aparte de moderar el consumo para proteger el medio ambiente, he decidido tomarme las cosas con (más) filosofía.
No, el nuevo año no me ha dejado (más) atontada. Al contrario, creo que me ha hecho un poco más sabia. Si a los (muchos) españoles les parece bien que el PP nos pase la apisonadora por encima y haga añicos los derechos que tanto nos costó conseguir, no voy a ser yo quien les lleve la contraria. Si a los barones socialistas les parece que estas son horas de ponerse a jugar con las sillas ajenas como si fueran críos, no seré yo quien les saque del error. Si los jóvenes cachorros ciudadanos no se han percatado de que para derecha reaccionaria ya teníamos a los herederos de don Fraga, allá ellos. Si las jóvenes huestes de Pablo Iglesias junior no se han enterado de que el enemigo no es el psoecialismo, que bastante tiene con lo suyo, sino la derecha, ah, lo siento mucho. Yo no voy a arrugar el ceño, que a mi edad las arrugas salen con mucha dificultad o no salen y las cremas de belleza son muy caras y más ahora que se ha terminado la crisis esa.
En consecuencia, he decidido mirar el lado bueno de la vida. Para empezar por algo, ahí tenéis a La chica de ojos marrones, tan joven ella, que este año no se ha propuesto dejar de fumar, ni ir al gimnasio, ni hacer dieta, no, se ha propuesto hacer lo que le apetezca. O sea.
A mí me costó cuarenta años llegar a esa conclusión. Las mujeres de la generación anterior a la mía, con suerte, aprendieron la técnica en los últimos años de su vida, sin tiempo apenas de ponerla en práctica. Eso, las afortunadas, la mayoría ni se enteraron. Y no te digo nada de las mujeres de generaciones anteriores, supeditadas a la santa voluntad de sus papás, primero, de sus santos esposos, luego, y, siempre, de su aún más santo confesor, tres especies poco dadas a experimentos liberales, que ya el prefijo “liber” producía salpullido en aquel entonces, no fuera a ser que a las chicas les diera por experimentar y añadieran el sufijo “tad” y la fastidiáramos.
Pues ahí tienen a esas chicas de ahora como la de los ojos marrones, dispuestas a tomar sus propias decisiones, a asumir sus propios riesgos, a pagar por sus propios errores, a empezar de nuevo tantas veces como haga falta. A disfrutar de sus logros, a saborear sus victorias, a elegir.
Me estoy relamiendo de gusto, que, de momento, es gratis.
Feliz año 2016, amigos y amigas. Él no tiene la culpa de ser bisiesto.

3 comentarios:

  1. Si, pero aún queda mucho, que digo mucho, muchísimo camino por recorrer, no solo por parte de ellas, por parte de ellos también.

    Un abrazo.

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  2. yo sabía lo que te iba a decir hasta que me has nombrado, y me he emocionado, y ya sólo puedo decirte que gracias!!!
    como dicen por ahí arriba, nos queda mucho camino, pero habrá que seguir andando, o no lo conseguiremos... porque la meta la tenemos clara... y que no va a ser fácil... así que pasito a paso, yo creo que, igual nosotras no, pero las hijas de nuestras hijas, verán el final de ese camino que nosotras recorremos...
    y que sí, que tu actitud me parece la más acertada (yo después de todas las navidades intentando entender este país en base a los resultados electorales, he llegado a la conclusión de que no lo voy a entender por mucho que me esfuerce, así que dejo de esforzarme, y me dedico a intentar entender otras cosas más interesantes)
    como siempre un placer pasar por aquí!! hoy además emocionada por tus palabras!!
    besotes!!

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  3. Pues ¿sabes? me voy a apuntar al plan de los ojos marrones, y que cada mochuelo se haga cargo de su olivo, que bastante tenemos cada una con lo nuestro, que ser libre tiene un precio y aunque lo pago muy agusto, mi trabajo me cuesta.
    Besos

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