jueves, 29 de septiembre de 2011

El motín de la tercera

Como ya me queda poco para jubilarme, ando barajando diversas actividades a las que dedicarme cuando no tenga que ir al curro diario. En el bien entendido de que todas mis actividades favoritas terminan siempre en el teclado del ordenador.
- Escribiré cuentos para la niña, le cuento a mi chico.
- Buena idea, responde él, que tiene debilidad por la nieta.
- Mantendré al día el blog y no como ahora, que voy a salto de mata, añado.
- ¡Qué bien!, reitera él.
- Podías escribir el guión de una serie de televisión, se te dan bien los personajes, propone una amiga    
Le doy vueltas a la propuesta y se lo cuento a mi chico.
He pensado en un episodio en el que un grupo de sindicalistas acampan en el pasillo de la tercera planta, justo ante la puerta del despacho del ministro. Piden hablar con el titular para exponerle sus problemas porque no ha respondido a las muchas peticiones que le han dirigido en los últimos meses. Quieren explicarle que tienen mucho trabajo y pocos efectivos y consideran que eso redunda en el buen servicio a los ciudadanos.
El ministro pide las sales y se larga por la escalera interior. Seguidamente, empiezan a salir los subalternos: el subsecretario, el jefe del gabinete, el ayuda de cámara. Tratan de convencer a los congregados de que el pasillo no es lugar adecuado para acampar pero ellos se desentienden de discursos. Insisten en que quieren hablar con el titular, que sea él quien oiga sus cuitas.  
- Me lo van a matar a matar a disgustos, dice el ayuda de cámara mientras dirige una mirada asesina al personal de seguridad por haberse dejado colar a los acampados.
Ajenos a la invasión sindical, en un despacho anejo, la secretaria de Estado mantiene una reunión con los sindicalistas jefes de lo público, los representantes de ceceoó y de ugeté. Terminado el encuentro, se asoman al pasillo para despedirse y se topan con el fregado.
- Nos han invadido, informa la secretaria de estado.
- Y ahora, ¿Cómo salimos de aquí?, se preguntan al unísono.
La secretaria, que es mujer decidida, los conduce a la salida por la terraza, dejando atrás a los concentrados.
Entretanto, el ayuda de cámara ha tenido un ataque de inspiración. Cierra los aseos y da la orden a seguridad de que quien salga del pasillo, no vuelva a entrar. Cuando los acampados se percatan de que los compañeros que han ido al servicio no vuelven, se amotinan al grito de:
- ¡Queremos mear! ¡Queremos mear!
Mi chico me interrumpe cuando estoy lanzada en el relato.
- Eso resulta difícil de creer, salvo que lo cuente Rafael Azcona y el pobre ya murió.
- Sí, eso me parece, admito, creo que me voy a centrar en el blog y dejarme de series.    

4 comentarios:

  1. Faltan datos. Quiero decir, falta violencia. La violencia está infravalorada en ciertos casos.

    Te propongo escribir un relatico/guión/novela-corta con los siguientes personajes y 'concetos', que diría el ministro aquel:

    Revolución
    Pío Moa
    Códice Calixtino
    Ángel Garó
    Garrote vil
    El final de 'Los Serrano'
    Felipe de Borbón
    Exilio

    Hala.

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  2. jajajajo tu chico...es dificil de creer...precisamente por lo surreaverosimil que suena, nena.

    No me perderia ni un solo capitulo, ni un solo titulo de una serie escrita por ti ¡adelante!

    ¡Besitos!

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  3. Tita: lo que te cuento va a misa. Clica en el enlace para comprobar.

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  4. jajajajaja, si, segun leia tu post me parecio que eso era tan surrealista, como solo la realidad lo es.

    Abrir tu enlace antes de comentar y completar la composicion fue todo uno....

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