lunes, 26 de septiembre de 2011

Hombres ilustres

No tratamos bien a nuestros próceres, no tenemos práctica, nos resulta más propio atizarlos en el cogote. Excepto para asuntos de honda enjundia intelectual, como la tauromaquia, nos es ajena cualquier tentación de chovinismo. Despreciamos a nuestros contemporáneos e incluso a nuestros antepasados.
En Madrid existe, recostado en la basílica de Atocha, un Panteón de Hombres Ilustres en el que, en teoría, deberían reposar los restos de nuestros próceres. Deberían. La realidad es que el recinto, que ni siquiera llegó a concluirse con arreglo al proyecto original, cobija una serie de mausoleos de políticos: Martínez de la Rosa, Muñoz-Torrero, Mendizábal, Olózaga, Argüelles, Dato, Canalejas, Cánovas del Castillo y Sagasta. Varios de ellos obra de Benlliure y algún otro de Querol. 

 El Panteón depende de Patrimonio Nacional y actualmente está en obras. La entrada es gratuita y la visita reducida, el jardín está cerrado. Se prohibe tajantemente hacer fotografías, bajo pena de excomunión, nadie sabe por qué puesto que los derechos de autor de los escultores habrán pasado al dominio público, se supone.Nada invita a la visita.
En la galería abierta al público se encuentran los mausoleos de Cánovas y Sagasta, dos políticos que protagonizaron la alternancia bipartidista en el periodo de la Restauración española de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Sagasta era presidente del Partido Liberal –el progresista- y Cánovas, del Partido Conservador. Al margen del Pacto del Pardo, en el que se sustentaba el reparto de poder, no era ajeno a él un sistema caciquil que pervivió hasta bien entrado el siglo XX, en la hipótesis de que hubiera desaparecido realmente.
La historia ofrece ironías que no siempre somos capaces de aprender.
En aquellos años de decadencia del imperio español –aquél en el que no se ponía el sol- le tocó a los progresistas presidir el gobierno que rindió los últimos vestigios de esplendor -1898: pérdida de Cuba y Filipinas- y a Sagasta asumir la responsabilidad de aquella crisis.
Quizá pensara en ello el todavía presidente del gobierno, Rodríguez Zapatero, cuando hoy ha firmado la disolución de las Cortes. También él se ha comido el marrón de lo que se presenta como la madre de todas las crisis.

2 comentarios:

  1. Acabo de tomar nota de la visita, otra excusa perfecta para perderse en Madrid.
    Me encanta la reflexión, que buena eres cuando te pones;)

    ResponderEliminar
  2. A ver cuándo dejas las excusas y te decides a venir.
    Gracias, guapa, siempre es un placer encontrarte en esta tu casa.

    ResponderEliminar

Lo que tú digas