viernes, 16 de noviembre de 2012

Dolor de proximidad

En periodismo, la proximidad es un elemento decisivo. Nos sobrecoge conocer que han muerto cuatro jóvenes en una fiesta de Madrid pero leemos sin emoción que en Siria han muerto cien personas en un bombardeo. Por la misma razón, apenas echamos una ojeada a los titulares que hablan del eterno conflicto palestino-israelí.
Vista de Gaza desde Sderot
En estos días, las armas han vuelto a sonar en un lugar secularmente masacrado. Desde la franja de Gaza se han disparado misiles hacia las poblaciones de Israel y el ejército israelí ha vuelto a emplear los principios de ojo por ojo y ciento por uno. La historia de siempre.
Las nuevas paradas de bus de Sderot, convertidas en bukers antiproyectiles
Israel administra a su antojo los accesos a los territorios ocupados
Sabemos, por la misma reiteración de sucesos, que los misiles palestinos no tienen la eficacia del armamento israelí porque aquellos carecen del respaldo económico que sí tienen los israelíes. El armamento palestino es casi rudimentario, comparado con la sofisticación de las armas judías. Es una cuestión de presupuesto, no de intencionalidad. Los palestinos quieren matar a los judíos porque éstos los echaron de su tierra y les oprimen. Los judíos quieren matar a los palestinos porque éstos les amenazan y, en ocasiones, les matan.

¿Qué futuro les espera a los niños palestinos?
El bien nutrido presupuesto del ejército israelí les permite afinar objetivos, hasta el punto de que han conseguido dar muerte a uno de los líderes de Hamás –partido que domina la Franja de Gaza- y a varios civiles que pasaban por allí. Los misiles disparados desde Gaza llegan adonde llegan y matan a quien pueden.

Apenas un cuarto de página en los periódicos. Ocurre que los lugares de los que hablan las noticias me son familiares. Yo estuve allí y al leer y al oir las noticias siento un pinzamiento en el ánimo que no percibo cuando hablan de Siria, por ejemplo. La proximidad.

Sderot
Oigo hablar de los palestinos y recuerdo sus campos de refugiados, donde permanecen desde hace décadas generaciones y generaciones de familias, condenadas al ostracismo, a la miseria, olvidados de la historia.

Sderot
Oigo hablar de los israelíes y pienso en Sderot, población ubicada en la misma frontera de Gaza, cuyas viviendas disponen todas de un bunker donde guarecerse cuando las alarmas advierten de un nuevo ataque. Donde hasta las paradas de bus se han bunquerizado, donde lo primero que se enseña en los colegios son los planes de protección y evacuación, donde los carteles indicadores muestran signos de los últimos ataques. Donde la vida toda está condicionada por la amenaza del otro lado.

El proceso se mantiene desde hace décadas y, sin apenas variación, desde la constitución del estado de Israel en 1948. Los palestinos matan cuando pueden. Los israelíes matan cuando quieren. Unos y otros nos enseñan sus muertos, lloran sobre sus cadáveres. Nada nuevo, nada que no sepamos. Nada que no pudiera arreglarse si las grandes potencias hubieran querido o quisieran alguna vez. 

Control del paso de Qalandia
Campo de refugiados de Qalandia
Nada nuevo. Excepto que a mí me duele porque conozco a personas, judíos y palestinos, que trabajan codo con codo para encontrar una solución justa para todos, que se reúnen, hablan, discuten, elaboran programas, crean empresas, enseñan que pueden convivir en paz. Me duele porque, sin embargo, siguen cayendo las armas y matando a niños. Me duele constatar que tampoco aquí le dan una oportunidad a la paz.

Los niños son niños en cualquier parte del mundo
Es lo que tiene la proximidad. Duele pero, como ocurre siempre, otras noticias vendrás y se llevarán mi pesar. El único dolor que es definitivo es el de quienes están allí, ajenos a los intereses de unos y de otros: palestinos y judíos que quieren vivir en paz y no pueden porque no les dejan. Esa sí que es proximidad.

6 comentarios:

  1. Nos da vergüenza reconocer lo egocéntricos que somos, normalmente sentimos lo que nos afecta directamente. No obstante sabemos, o deberíamos saber, que la generosidad para estar con ellos, aunque solo sea manifestando nuestro dolor con ellos o nuestra indignación contra sus asesinos, nos hace sentir vivos, más humanos y mejores, todo antes que olvidarles o ignorarles. Como decía don Agustín o cantaba Chicho “uno solo tiene aquello que da”.

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    1. Es verdad que sólo se tiene aquello que se da, pero lo olvidamos con demasiada frecuencia.
      Bienvenida, María, estás en tu casa.

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  2. No pretendo ser un bruto, pero ya conocemos, por escuchado cientos de veces, que la población civil formada por niños, mujeres y mayores, son "daños colaterales" en toda guerra que se precie como tal. Lo que no suele decirse, es que estos daños colaterales son los objetivos de ambas partes en conflicto, su fin, colapsar los centros hospitalarios principalmente.

    Las cuatro niñas muertas, no son por una guerra lo son por negligencia de un Ayuntamiento que debía de velar por ellas y por el resto de personas que por allí han pasado; lo que realmente han hecho ha sido llenarle el bolsillo a un fascista reconocido.

    Saludos

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    1. Ya lo dijo Napoléon: en todas las guerras siempre se mueren los mismos. En algunos sitios, las bajas son causadas por armas convencionales. En el primer mundo, los asesinos no tienen ni que mandarse las manos. Basta con crear las condiciones económicas adecuadas, ir desarmando el estado de bienestar, vaciando de contenido las leyes, privatizando los servicios. Es la guerra 2.0

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  3. A veces me paro frente a la prensa y solo tengo ganas de llorar, es tanto el dolor, tan inmensa la injusticia.
    Otras, egoista, me protejo y limito mi empatía a aquello que creo que puedo abarcar o entender, o simplemente a aquello en lo que creo que puedo influir de algún modo.
    En ambos casos soy consciente de la enorme suerte que tengo de vivir mi aquí y mi hoy.

    Un beso

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    1. Somos afortunad@s en la medida en que no vemos la sangre. Por eso les preocupa tanto los suicidios. Podríamos darnos cuenta de que estamos bajo otro tipo de armamento, tan eficaz o más que las bombas.

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