miércoles, 31 de octubre de 2012

Cuando vencíamos al tiempo

Niño Jesús de Praga

En los últimos tres años he recorrido metódicamente todos los lugares sagrados de los sitios por los que he pasado, en los que he encendido velas al santo patrón o patrona local. No por propia devoción sino porque en este tiempo he tenido dos amigas enfermas de cáncer: Paloma y Belén. La primera, creyente, la segunda, no. Yo soy creyente pero en ninguna religión, creo en otras cosas.

Acuérdate de la vela, me decía Paloma antes de cada viaje, por corto que fuera. Así lo hacía y, ya puesta, ponía una segunda por mi amiga no creyente, que esas cosas, daño no hacen. Mi sentido del método había llegado a un punto que con frecuencia bromeaba con Paloma: o ella se curaba o yo iba a acabar beata perdida.

Para Paloma, octubre era un mes aciago: en un mes como éste habían muerto sus padres y su suegro. Me da mala espina este mes, había confesado recientemente a una amiga. Cuando me desperté esta mañana mi primer pensamiento fue: ya sólo queda un día. Pero a esas horas ya había muerto. Sólo 16 días después que Belén. 
Peniche (Portugal)
Nacer y morir son las dos caras de la misma moneda, decimos, y decimos bien. Ver morir a quienes queremos es el precio que pagamos por cumplir años  pero perder a dos personas queridas en medio mes es duro de asimilar.

Así que, tratando de encontrar consuelo en los recuerdos, me ha venido a la mente una anécdota vivida años atrás, creo que en 1996 –que también era bisiesto- cuando quisimos torcer el tiempo.

Por entonces, un grupo de amigas nos reuníamos un viernes al mes a cenar en el restaurante Bellman del Hotel Suecia, situado en la calla Marqués de Casa Riera, esquina con los Madrazo, a un costado del Congreso de los Diputados. En el hotel –ya cerrado- se habían alojado Hemingway y el Che Guevara y en el restaurante pasaba las horas muertas el diputado guerrista Pepe Acosta, frecuentemente acompañado de algún compañero de grupo. El responsable del local nos preparaba siempre una mesa en el mismo lugar, en el rincón del fondo a la derecha, según se entraba por la pequeña puerta de la calle de los Madrazo.

El grupo no podía ser más heterogéneo: una italiana, dos argentinas, una holandesa y dos españolas; una actriz, una psicóloga –argentina, naturalmente-, una empresaria, dos abogadas y una periodista. Cada mes una imponía la tarea que todas teníamos que llevar en la siguiente cita. Hicimos las tareas más peregrinas: desde una muestra de labor –creo recordar que un zurcido y un ojal- hasta relatos breves, dibujos o recetas de cocina.  Los trabajos los guardaba siempre Nani. 

Nuestra Señora de los Ángeles en Colliure
En octubre de aquél año una de las amigas estaba divorciándose y el proceso estaba resultando más doloroso y complicado de lo previsto. Así que en la reunión de aquel mes decidimos dar por concluido el año en noviembre, sin esperar a diciembre, para conjurar su maleficio. Si el año no era capaz de comportarse como era debido, nosotras no íbamos a andarnos con contemplaciones, lo finiquitamos y a otra cosa. En consecuencia, celebraríamos la cena de Nochevieja en la reunión de ese mes. Y, naturalmente, con toda pompa y boato y respetando todas las tradiciones.

Allí nos presentamos el día fijado vestidas con nuestras mejores galas, dispuestas a cumplir una por una las costumbres de nuestros respectivos países de origen: comeríamos lentejas y uvas, beberíamos cava y tiraríamos algo, si no por la ventana, ya veríamos dónde. A mí me tocó esto último por lo que acudí provista de una taza desportillada.

Cenamos, reímos, brindamos y dimos por finalizado el año aciago de 1996. La botella de cava, que había llevado Belén, y mi taza la romperíamos discretamente contra un contenedor que habíamos localizado en la calle Marqués de Cubas. Pero, al salir a la calle Marqués de Casa Riera y divisar la tapia del Banco de España que está frente al hotel, metí la mano en el bolso y, animada quizá por el cava que habíamos bebido, dije algo como: siempre he querido hacer una cosa así, y estampé la taza contra la tapia. Las demás me miraron horrorizadas porque, justo al lado del hotel había una patrulla de la Policía Nacional.

Cuando me percaté, ya no quedaba nada de la taza. Me recompuse como pude y pasamos junto a los policías que nos miraban, entre sorprendidos y desconcertados. Arregladas como íbamos, seguramente pensaron que éramos un grupo de diputadas y no nos dijeron nada.      

Por lo común, las dos argentinas llegaban y volvían juntas, en el coche de una de ellas. A las demás, Belén nos iba distribuyendo a domicilio. Ocurrió que, cuando Belén quiso abrir el coche no hubo manera de encontrar la llave. Se te habrá caído en el restaurante, dijimos. En ese caso, ¿quién volvía a pasar delante de la policía? 

Volvimos sobre nuestros pasos y pasamos, con aire inocente, las cuatro amigas. Las llaves no aparecieron y tuvimos que volver a casa en taxi. Bien empiezo yo el año, se lamentaba Belén. Si no nos gusta cómo se porta 1997, lo terminamos en marzo, propuso Nani.

¡Qué días aquellos, en que nos creíamos capaces de vencer al tiempo! 

12 comentarios:

  1. Solo dejarte un abrazo, de esos que pretenden llegar muy dentro, aunque no suelan conseguirlo.

    Tener hermosos recuerdos no nos libra del dolor, pero permite una sonrisa entre las lágrimas.



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  2. Estas son las situaciones en que no se sabe qué decir.
    Lo siento muchísimo.
    Un abrazo.

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    1. Estas son las situaciones en que es suficiente con estar. Gracias. Un abrazo.

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  3. No podemos remediar que las personas queridas mueran, la muerte forma parte de la vida. Nos quedarán los recuerdos que durarán mientras vivamos.

    Un abrazo.

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    1. Nos quedarán los recuerdos que durarán mientras podamos recordar...
      Un arazo.

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  4. Una amiga reciente casi de tu edad siempre dice que hay que vivir a lo ancho, especialmente desde que no deja de enterrar día sí, día también.

    Aún con la delicadeza y cuidado que lo has contado, no deja de ser impactante. Lo siento muchísimo, de verdad. Lo siento por Paloma, por Belén, por ti, por vosotras.

    Llegó el momento de vivir a lo ancho con los que quedan, y empezar a vivir de las rentas de los recuerdos de los que nos dejan.

    Un abrazo apretao...o dos

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    1. Siempre he procurado vivir a lo ancho, a lo alto y a lo largo. Y así me gustaría vivir hasta que a mí también me llegue la hora. Doy gracias a la vida por las personas que puso en mi camino, que me han dejado hermosos recuerdos cuando se han ido.
      Abrazos para tí también.

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  5. Qué bonito lo de vivir a lo ancho.
    Qué bonita la fantasía de vencer al tiempo.
    Qué bonita tú.

    un beso bien fuerte con achuchón, por supuesto

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    1. Qué bonito ver cómo las personas a las que quieres van construyendo su vida...
      Un achuchón fuerte, fuerte.

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  6. Cuenta con una vela griega de esas largas y ortodoxas para Paloma, para Belén y para ti. Un beso fuerte.

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