martes, 14 de enero de 2014

Ancha es la sombra de Méndez Pozo, como Castilla



El levantamiento de los vecinos del barrio burgalés de Gamonal está siendo analizado desde todas las vertientes. Los economistas apuntan al endeudamiento municipal; los sociólogos aluden a la elevada tasa de paro del vecindario de esta barriada; los políticos sostienen que se trata de un levantamiento antidemocrático; los responsables de Interior declaran que es una invasión de jóvenes antisistema; los vecinos rechazan la creación de un bulevar y la construcción de un aparcamiento subterráneo. Y todos, todos, pronuncian en voz baja un nombre Antonio Méndez Pozo ¿Qué tiene que ver este aparejador, empresario, gestor en esta historia? Todo o nada, según se mire.
Burgos es una ciudad tranquila –demasiado, dicen los jóvenes- habitualmente apacible, con una población envejecida que goza de buenos servicios públicos o semipúblicos a un precio razonable. Con buenas instalaciones deportivas, buenas y muy concurridas bibliotecas, un teatro público y varias salas privadas, varios cines, con oferta cultural, con un trazado urbanístico muy a la medida de las personas, donde es posible encontrarte con los amigos, disfrutar de un rato de charla. Un lugar donde apetece estar, con permiso de su climatología.
Padece la ciudad una fama de ciudad conservadora en parte porque aquí vino a instalarse el Generalísimo de todos los ejércitos tras el golpe de Estado que derivó en la guerra civil, y en parte porque el hecho de ser sede de una Capitanía General y de un Arzobispado le confirieron durante décadas un carácter de lugar de curas y militares. Que no es personal muy dado a progresismos.
Todo ello, más su propia idiosincrasia de ciudad de interior han contribuido a hacer de Burgos una ciudad como esculpida en el tiempo. Una ciudad de piedra donde nunca pasa nada. No sé si será casualidad que la película del mismo nombre se rodara en una población de la provincia: Aranda de Duero, una población que, paradójicamente, pasa por ser la más progre de las localidades burgalesas.
Pues esta ciudad de Burgos se ve sacudida de vez en cuando por movimientos convulsos que la llevan a primera plana de los informativos como en 2005, la última vez este fin de semana. Los vecinos del barrio de Gamonal llevan meses protestando pacíficamente contra un proyecto urbanístico que, por un lado, reordena la principal arteria de la ciudad –la calle Vitoria- quitándole vías al tráfico y plazas de aparcamiento y, por otro, supone la construcción de un aparcamiento subterráneo. La empresa constructora tiene previsto ofrecer la concesión de uso de esas plazas al precio de 19.800.000 euros por un plazo de 40 años.
Ocurre que Gamonal es un barrio eminentemente obrero donde la crisis se está cebando en sus jóvenes, que no encuentran empleo, y en los trabajadores de mediana edad, que tampoco. Un barrio obrero con tradición combativa y hábito de organización. Que está padeciendo los recortes que el Ayuntamiento de Burgos ha impuesto en servicios públicos, como guarderías o transporte. Que es deficitario –muy deficitario- en plazas de aparcamiento porque cuando se construyó el barrio –allá por los años 60 y 70 del pasado siglo- el coche era un bien minoritario.
Y así, mientras los vecinos de Gamonal reclaman un fortalecimiento de los servicios públicos se encuentran que el Ayuntamiento les ofrece unas obras valoradas en 8 millones de euros que no han pedido y que, en vez de ampliar los espacios disponibles, les va a quitar las pocas plazas de aparcamiento existentes. Crean una coordinadora para negociar con el Ayuntamiento pero el alcalde –un hombre joven formado políticamente en la actividad municipal pero con pocas habilidades para la negociación- se niega a cualquier negociación alegando que el proyecto figuraba en su programa y en el del PSOE.
Así hasta que aparece la maquinaria de obras que deberá ejecutar el proyecto. El viernes pasado, cuando los ánimos en el barrio están caldeados, la coordinadora decide disolverse y desmarcarse de cualquier expresión violenta. Esa misma noche, tras una manifestación del vecindario, ocurren los primeros incidentes que se saldan con varias detenciones y algunos heridos, parece que de poca consideración. Grupos “incontrolados” queman algunos contenedores y provocan destrozos en alguna entidad bancaria. Lo de incontrolados es algo relativo puesto que ni uno solo de los muchos comercios del barrio resulta afectado.
Al día siguiente, la manifestación, cada vez más numerosa, se dirige a la comisaría a reclamar la libertad de los detenidos, y luego, a la sede del Grupo Promecal, propiedad de Méndez Pozo, el empresario que resultó condenado en el Caso de la Construcción, uno de los escándalos de corrupción vinculados al ladrillo y al Partido Popular, hoy dueño de varios periódicos de Castilla y León, incluido Diario de Burgos, y de Castilla-La Mancha, de una agencia de comunicación y cotitular de la televisión regional con otro empresario bajo sospecha, en este caso implicado en la trama Gürtel, José Luis Ulibarri.
El Ayuntamiento, entretanto, se mantiene en su posición de llevar a cabo las obras “para no dar una baza a los violentos”. ¿Por qué? ¿Por qué el empecinamiento del Ayuntamiento y por qué los manifestantes se enfrentan al primer periódico de la provincia? La respuesta a estas preguntas es un nombre sacralizado y maldito a la vez: el mismo Antonio Miguel Méndez Pozo.
De Méndez Pozo se han dicho desde los mayores elogios a los peores insultos. Llegó a Burgos a los 20 años a estudiar Aparejadores, se puso al amparo de un arquitecto consagrado, creó su propia empresa constructora y prosperó, prosperó, prosperó y prosperó. En un momento dado sus compañeros de profesión denunciaron las maniobras que se permitía en el Ayuntamiento de Burgos, donde calificaciones y licencias urbanísticas se concedían y negaban a su antojo. La denuncia cuajó como el caso de la construcción, donde salieron a relucir los trapos sucios de la clase política y del empresariado burgaleses, con mención expresa a José María Aznar –a la sazón presidente de la Junta de Castilla y León- y se zanjó con varias condenas: al alcalde y al empresario, las mayores. Méndez Pozo calló los secretos que sabía, no implicó a nadie pudiendo hacerlo, y fue a la cárcel. El silencio como inversión.
Salió mucho antesde cumplir los siete años de condena y siguió haciendo negocios que siempre le salieron bien, como si no hubiera pasado nada. Siempre al amparo del poder: en Castilla y León con el PP, en Castilla-La Mancha, con el PSOE (es amigo personal de Bono, que habla maravillas del empresario). Montó entonces el grupo de comunicación -Promecal- y a la inauguración de la sede empresarial asistieron los Príncipes de Asturias, que hasta entonces no habían aparecido por la ciudad. Un toque de distinción.
Con el tiempo, ha logrado que todo, absolutamente todo lo que ocurre en Burgos pase por su control, directamente o a través de peones suyos: sea la economía, la política local, la cultura, la información. Además de las varias empresas constructoras o vinculadas con el sector y del grupo de comunicación de su propiedad, Méndez Pozo preside la Cámara de Comercio de la provincia, está presente en la Fundación Atapuerca y detrás de cuantas iniciativas se pongan en marcha en la ciudad. Porque hay una cosa que conviene saber: aquí las cosas se hacen a través de Méndez Pozo o no se hacen.
¿Cómo es este hombre hecho a sí mismo con tan buen resultado? En su cara amable, un seductor, alguien que quiere, que exige, ser querido y no entiende –“Con lo que yo he hecho por Burgos”- que haya quien le critique. Un hombre detallista, afectuoso y generoso con los afines y que tiene la lealtad como valor supremo. Esa es la cualidad que exige a sus colaboradores, una lealtad acrítica, una disponibilidad próxima al “sí, bwana”. Si reúnes las condiciones para ser considerado de los suyos tienes la vida asegurada, da igual si eres un figura, un viejo comunista, un inútil o un indocumentado, siempre tendrá una generosa sinecura que proporcionarte. Una parte de la población le jalea y le admira, sobre todo, “porque da trabajo”.     
Pero Antonio Miguel Méndez Pozo, Michel, tiene otra cara menos amable. La de una persona implacable con quienes considera no afines. Capaz de borrarte de un plumazo y hacerte desaparecer de la vida civil, personalmente o a través de sus peones, empeñados en demostrar que quien no adora al jefe no merece residir en el paraíso. En suma, si te enfrentas a él, si no haces aquello que él espera de ti, puedes ir preparando las maletas y abandonar la ciudad. Nadie, ni por la derecha ni por la izquierda, se atreverá a acogerte y enfrentarse a un hombre que tiene en sus manos todas las riendas del poder.
Eso vale para los trabajadores de sus empresas pero también para la política. Méndez maneja los hilos del poder local a través de sus buenas relaciones con las cúpulas de los partidos y a través de su manejo de la información. En 2012, Diario de Burgos lanzó una campaña contra Eduardo Villanueva, un concejal pillado in fraganti con una abultada factura telefónica. Un concejal del grupo popular que, finalmente, hubo de dimitir. Lo nunca visto, se decía en Burgos, DB contra el PP. Ahora se ha extendido la versión de que el concejal se habría opuesto a las obras y el empresario habría mandado un recado al Ayuntamiento para dejar sentado quién manda aquí.
¿Qué intereses tiene Méndez en las obras del bulevar de Gamonal? Una nimiedad, el diseño del proyecto, menos de medio millón de euros, sobre un presupuesto total de ocho millones, cuando el negocio está en las plazas de aparcamiento. Pero una parte de la opinión pública tiene la opinión de que él es quien controla el poder civil a la manera de los caciques tradicionales. Y cree que el Ayuntamiento decidió acometer la obra del bulevar empujado por el constructor. Nunca sabremos qué hay de cierto en tal suposición, de la misma manera que nunca sabremos si los proyectos que se adjudican a las empresas de Méndez es porque son las mejores, porque goza de información privilegiada o las empresas de la construcción han formado un cártel que se reparte el pastel.
Luego está la gestión de la información. Si la televisión regional, que financia la Junta de Castilla y León, está en manos de los dos constructores, lo mismo ocurre con los dos periódicos locales, el ya mencionado Diario de Burgos y El Correo de Burgos, propiedad también de Ulibarri, que se distribuye encartado con El Mundo. Y como perro nunca muerde a perro, la información en general y la del levantamiento de Gamonal en particular, ha sido una información de parte: de la parte del Ayuntamiento. De manera que de los manifestantes se ha dado la imagen de alguien intolerante y violento cuando llevan meses pidiendo diálogo.
Y luego está la fatalidad, los hados, la chispa. Incluso los pueblos más pacíficos, cuando se creen menospreciados tienen un punto en que dicen: hasta aquí hemos llegado. Los jóvenes carecen de futuro, la participación, la política, todo está mediatizado, los mayores ven recortadas sus prestaciones, sus ingresos. El poder se cree investido de divinidad. Salta una chispa, por pequeña que sea, y prende la mecha.
En Gamonal de Burgos estamos en la fase de chispa. Si el poder, quienquiera que sea el titular, es inteligente, dialogará y pactará una salida honrosa para todos. Si se impone la ley del más fuerte se habrá abierto una brecha de muy difícil solución que empiece en Burgos y no se sabe dónde ni cómo puede terminar.
Pero hay una cosa que unos y otros tienen claro. Cualquiera que sea la salida, el poder va a seguir en manos de su actual titular. La sombra de Méndez Pozo es ancha, como Castilla.  

6 comentarios:

  1. Nostalgia de periodismo del bueno.
    Aplausos a parte, el caballero viene a ser un Fagra de interior, pero más listo.
    Por ahora, los vecinos van ganando el primer asalto, esperemos que hasta la victoria final.

    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo peor de estos caballeros es que no se someten al escrutinio de las urnas: son los ungidos por la gracia divina. Es listo, sí, listísimo. Pone por delante a sus trabajadores para que sean ellos quienes reciban los insultos que le están dirigidos al jefe. Y ellos se/lo defienden.
      Estamos tan acostumbrados a perder que cuando ganamos, por pequeña que sea la victoria, nos extrañamos. Hummm. ¿Qué pasará luego?
      Gracias, nena.

      Eliminar
  2. Magistral, valiente e independiente. Ay, qué gusto.

    ResponderEliminar
  3. Un buena radiografía de lo que se ha convertido nuestro país. Felicitaciones

    Un fuerte abrazo!

    ResponderEliminar

Lo que tú digas