Cada
vez que se produce un atentado con víctimas occidentales nos
estremecemos como si nos hubieran herido a cada uno de nosotros. No
importa que a diario se produzcan atentados mortales en otras partes
del mundo, incluso geográficamente próximas; lo que nos aturde es
la proximidad étnica: el color, la cultura, la religión, el
europeismo.
Los
informativos proporcionan a diario imágenes cruentas de Gaza, de
Beirut, de Damasco. Atentados provocados por los mismos grupos o
primos hermanos de quienes han atentado el viernes en París.
Cientos, miles de muertos, que apenas nos conmueven.
En
cambio, desde la noche del viernes estamos estremecidos por lo
ocurrido en París. Nos sentimos impelidos a expresar nuestra
repulsa, nuestro dolor, nuestra protesta.
Algunos
vienen con cámaras y hacen fotos, otros usan los móviles. Utilizo
el mío para capturar algunas imágenes. Las velas, los mensajes...
Me llama la atención una flor depositada en la verja de acceso al
jardín de la Embajada. Enfoco la imagen y siento un escalofrío. La
verja me recuerda a la de otra foto tomada el 21 de julio de 2008 en
el campo de refugiados de Qalandia, próximo a Ramallah, en tierra
palestina.
Hay
algo simbólico y aleccionador en esas fotos del niño condenado al
extrañamiento y al olvido y la flor en memoria de los víctimas. Es
verdad, todas las rejas se parecen pero también lo es que Oriente Medio es un polvorín cuya dinamita ocasionalmente explota lejos de donde se elabora.
El
colega se extraña de que recuerde con tanta viveza la foto tomada
hace siete años. Pienso mucho en los pobres palestinos, abandonados
a su suerte, le digo. En realidad, raro es el día que no recuerdo a
aquellos niños, sonrientes, juguetones como todos los niños. Cada
vez que se produce un atentado me pregunto qué ocurriría si alguna vez llegara la paz en Oriente Medio. También me pregunto qué será de los niños palestinos que me
miraban con extrañeza preguntándose, acaso, qué hacía yo allí.
Occidente solo sabe mirarse el ombligo.
ResponderEliminarSaludos
Creo que el miedo es lo que nos hace sentirlo tan dentro, creo.
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