El pasado 31 de enero, Máximo López Vilaboa, concejal del Ayuntamiento de Aranda de Duero, publicaba un artículo en Diario de Burgos donde recordaba que ahora se cumplen 40 años de la huelga de la factoría Michelin. Pocos días después, un amigo me mandaba las fotos que acompañaban el artículo. Te he conocido, decía. Cuando la Pubilla ve la foto pregunta ¿Por qué estabas tan seria?
¿Cómo explicarle a una niña, hija, nieta, biznieta, tataranieta de arandinas, lo que significó esa empresa para Aranda y lo que supuso la más larga huelga que hasta entonces se había convocado no sólo en la población sino en la provincia? Lo intentaré.
¿Cómo explicarle a una niña, hija, nieta, biznieta, tataranieta de arandinas, lo que significó esa empresa para Aranda y lo que supuso la más larga huelga que hasta entonces se había convocado no sólo en la población sino en la provincia? Lo intentaré.
La
empresa Michelin llegó a Aranda de rebote, para compensar al alcalde
Luis Mateos por la traición franquista de llevarse el Polo de
Desarrollo Industrial a Burgos, con nocturnidad y alevosía.


La
empresa Michelin era una empresa peculiar. A pesar de su enorme volumen
de ventas y de haberse extendido por varios continentes, en lo
laboral no era el prototipo de una empresa moderna. François Michelin era el tercero de la saga en dirigir la empresa que había
sido fundada en 1889 por los hermanos André y Edouard Michelin, éste
padre de otro Edouard, el progenitor de François. La familia dirigía la empresa de
manera personal, sin consejo de administración. Nuestro Michelin era
hombre de convicciones arraigadas, tanto las económicas como las
religiosas, creía que las relaciones empresariales se regían por el
mismo principio que la familia, de manera paternalista.
A
François Michelin le pareció excelente la elección de Aranda, una
zona poco desarrollada, con una población mayoritariamente
conservadora, donde los sindicatos no tenían influencia alguna. Una fuente inagotable de mano de obra barata y dócil.
En
la comarca, donde aún faltaban veinte años para que se volviera a hablar de vinos de calidad y se creara la Denominación de Origen Ribera del Duero, la llegada de Michelin se contemplaba como una tabla de
salvación laboral: las nuevas generaciones ya no tendrían que
emigrar. Sólo algunos empresarios locales expresaron sus suspicacias
de que la gran factoría obligara a subir los salarios.
La
mayoría de trabajadores que se contrataron inicialmente procedía de
la comarca. Luis Mateos, que era el padre de la criatura y siempre se
consideró como el tutor de Michelin, puso especial énfasis en que
se primara la contratación de los arandinos y, por extensión, de los
ribereños, y así se hizo. Los jóvenes con alguna preparación
encontraron acomodo en la fábrica como mandos intermedios, quienes
carecían de preparación profesional, se incorporaron como operarios
no cualificados. Entre éstos, había muchos agricultores, pequeños
propietarios de tierras que trabajaban en la fábrica en sus turnos
correspondientes y, luego, seguían atendiendo sus cultivos, cereal,
y remolacha, principalmente. Para estos, muy especialmente, la
fábrica fue una bendición pues, además de permitirles seguir
viviendo en sus pueblos, les garantizaba un contrato fijo con el
correspondiente pago a la Seguridad Social, y unos ingresos añadidos
de sus cosechas. Empero, un número considerable de los mandos
intermedios procedían de fuera -de Aragón, del País Vasco, de
Madrid- jóvenes técnicamente cualificados, más urbanitas,
desconocedores de la comarca y del carácter de su gente. El equipo
directivo, en aquellos primeros años, procedía de las fábricas del
País Vasco o de las de Francia y poco o nada tenían que ver con la
comarca.
Efectivamente,
los salarios de Michelin estaban por encima de la media local. No
solo eso, los trabajadores -los michelines, a todos los
efectos- gozaban de otra serie de privilegios: economato, campamentos
infantiles de verano, centro deportivo, actividades culturales
propias. En una población donde la vida ya era confortable, estaba
naciendo una clase media joven, que vivía sin grandes agobios, veraneaba
cada año, y asistía a fiestas en las que ellas vestían de largo y ellos,
con suerte, se codeaban con los jefes.
La
expansión demográfica fue vertiginosa. De los 13.632 habitantes
censados en 1960 se pasó a 18.828 en 1970. Los setenta fue la década
del baby boom. En 1981 se registraron 27.849 habitantes. Aunque para entonces, las cosas habían cambiado mucho. Pero, eso es otra historia.
A medias, nos has dejado a medias...
ResponderEliminarBueno...la verdad como hijo de esos michelines que teníamos campamentos de verano etc...me gusta la historia economica algo he estudiado.
ResponderEliminarPor otro lado la visión que tengo de niño con otros niños y niñas...de muchas cosas...la verdad...la verdad es que me encantaría volver a encontrar a algunos y as vernos charlar y poder opinar...somos en los años de infancia 1967... En campamentos de verano..el primero a Asturias desde madMad..gente de allí de Valencia Bilbo como decían eran bolsones..Guipúzcoa.. Valencia Valladolid...y Madrid...etc...
Saludos estaba intriganeo con la huelga de 1981...:)
Es en serio
ResponderEliminarAlberalbertofuentesgutierrez@greenmai
albertofuentesgutierrez@greenmail.net
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