lunes, 21 de septiembre de 2015

Aficiones: Zurbarán

¿Qué lleva a los naturales de Burgos a seguir al Barça? ¿Qué virus portaban los seguidores incondicionales de Curro Romero a pesar de sus espantás? ¿Por qué alguien se aficiona a la novela negra y se lleva el fantasma de Agatha Christie a su casa?

En 1964, el Casón del Buen Retiro abrió sus salas para conmemorar el tricentenario de la muerte del pintor, en una muestra grandiosa, extraordinaria. Los adjetivos son de mi cosecha, creía que exclusiva, pero parece que no.

La adolescente que era la sesentera que es estudiaba entonces interna en Madrid y la profesora de Arte llevó a sus alumnas a ver la exposición. Aquella era la primera vez que la adolescente visitaba un museo y quedó deslumbrada ante tanta belleza. No se cayó del caballo como Saulo de Tarso porque ya entonces era poco dada a lo ecuestre pero los efectos fueron similares. En aquel instante le pareció que el arte era dios y Zurbarán, su profeta. Con el tiempo fue abriendo el abanico de profetas pero Zurbarán sigue ocupando un lugar entre sus preferencias. Y sus monjes, los que más. Esa mirada intensa de Fray Jerónimo Pérez, la expresividad de Fray Hernando de Santiago. Esa luz de los hábitos. Invito a quien crea que exagero a que se pase por la sala de Zurbarán del Museo de la Academia de Arte de San Fernando, a ver qué pasa.

La adolescente que era quedó hechizada de por vida y desde entonces, tiene en los museos en general y en el Museo del Prado en particular, su segunda vivienda.

Con el lema "Una nueva mirada", el Museo Thyssen ha dedicado este verano una exposición al pintor Francisco Zurbarán, que tuvo la mala suerte de nacer en un momento de esplendor artístico español donde transitaba el genio de Velázquez, del que fue amigo. Mientras paseábamos por las salas del Thyssen vuelvo a contarle al colega por enésima vez cómo era la exposición del Casón del Buen Retiro. Me gustaría cotejar mis recuerdos, que seguro que están idealizados, con la realidad, le digo. ¿No compraste el catálogo de la exposición?, pregunta. Sí, hombre, para catálogos tenía yo la economía, respondo.

Para eso está internet. Gracias a Uniliber descubrimos que la Librería Anticuaria Sanz, en el número 3 de la calle General Pardiñas, de Madrid, tiene un catálogo. Y allá que nos vamos. Y no, no fue idealización de adolescente, la exposición era soberbia.

La sesentera creía que efecto tan fulminante y duradero era consecuencia de su ignorancia adolescente, un caso raro, pero resulta que no. Que no fue el único caso. Buceando por google en busca del catálogo aparece un texto de Calvo Serraller en el que habla de la exposición de Zurbarán del 64. “Me llevó a dedicarme a la crítica de arte”, dice.

Verdaderamente, los caminos del arte – y los vericuetos de las aficiones- son inescrutables, pienso, mientras contemplo los catálogos de ambas exposiciones con magníficas reproducciones de la obra de Zurbarán, al que algunos consideran el Caravaggio español y el más enigmático entre todos sus ilustres colegas del Siglo de Oro.

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