jueves, 14 de abril de 2016

Románico en el Valle de Ezcaray


Quedamos en que Ezcaray es un pueblo con once siglos de historia, aunque puede que nos quedáramos cortos. Restos hallados en el valle del Oja hablan de poblamientos en el paleolítico y en el neolítico. Los historiadores sospechan que por aquí pasaron los autrigones, los visigodos y los árabes. Pero cuando estos últimos fueron expulsados por el empuje de la Reconquista, el valle quedó deshabitado. Hasta que Sancho Garcés I de Navarra, pasó por aquí a la vuelta de la conquista de Nájera y, al ver sus posibilidades defensivas y de provisión de recursos, se trajo a vascones de las montañas alavesas y navarras para repoblar la zona. De ahí el nombre de Ezcaray, que en vasco significa Haitz-Garai o peña alta, en alusión al pico de San Torcuato, una tachuela de 200 metros que se levanta a la entrada del valle. Ya en el siglo XIII, la justicia reconoció a los habitantes de Ojacastro el derecho a declarar en euskera en los juicios y ahora no es extraño el uso de esta lengua en la vida cotidiana.  

En 1076, Alfonso VI anexiona el valle a Castilla y sería el rey castellano Fernando IV quien en 1312 concede Fuero al "Valle de la villa de Ojacastro, Ezcaray e Zorraquín y Valgañón", que estaría en vigor hasta 1876 cuando, tras la tercera Guerra Carlista, se retiran los fueros. En el siglo XV fue mayorazgo de los Manrique de Lara.

La guerra de la Independencia tuvo en la comarca un escenario encarnizado. Las tropas francesas, acantonadas primero en Pancorbo y luego en Santo Domingo de la Calzada, exigían más y más aportaciones para el sostenimiento de la guerra en Portugal que los pueblos del valle del Oja fueron atendiendo en la medida de sus posibilidades. Ezcaray vendió el prado del Cardizal y cedió los bienes de la cofradía de la Virgen de Allende pero no pudo impedir que las tropas de Napoleón se establecieran en la villa, ocasionando cuantiosos daños en la industria, que acabaron provocando el cierre de la Real Fábrica de Paños. 

Ya quedó dicho que los viajeros quedaron maravillados de los encantos de Ezcaray, pero ¿qué pasó con las otras poblaciones del valle? De la carretera que lleva a la villa, parte un desvío a Santurde y Pazuengos. Santurde, tuvo castillo, perteneciente al mayorazgo de Ezcaray, propiedad de los Manrique de Lara durante años, del que queda apenas una torre de sillería. Pazuengos tiene algo de magia. En la batalla de Pozuengos se ganó el apelativo de Campeador el burgalés de Vivar, Rodrigo Díaz, después de defender en las huestes de Sancho II los derechos castellanos a la plaza que se disputaba con Navarra. Por si fuera poco, cuenta la leyenda que de aquí saltó -y dejó marca de su herradura- el caballo blanco de Santiago y fue a parar en Clavijo. Que uno y otro lugar disten 69 kilómetros es un detalle que carece de importancia, como comprenderéis fácilmente si sois aficionados a transitar por el Camino de Santiago.  
 

Los viajeros son aficionados al Camino y más aún al románico, así que, en el camino de vuelta, siguiendo por la LR-111 en dirección a Pradoluengo, a la altura de Zorraquín sienten un desasosiego como el de los galgos en día de caza. Efectivamente, ahí en un alto está su iglesia parroquial, románica del siglo XII con añadidos del XVI y XVII, dedicada a San Esteban. Llaman la atención sus campanas, dos en la torre y dos en la fachada sur, con aspecto de recién salidas de la fundición. Pero lo que es realmente admirable es su portada, decorada con dos arquivoltas de medio punto y sus capiteles, como acabados de tallar. El conjunto se completa con una puerta de madera, probablemente del siglo XV, reforzada y decorada con herrajes. Los viajeros quedan tan embelesados ante la portada que no se percatan del paso del tiempo hasta que suena la campana que da las horas formando un estrépito tal que no queda un pájaro quieto alrededor. 


Apenas repuestos del sobresalto, alcanzamos Valgañón, que posee el bosque de acebo más grande de la Rioja y uno de los más importantes de Europa, con ejemplares de más de 10 metros de altura. En el siglo XIII tuvo aljama propia pero su época de prosperidad fue en el siglo XVII, cuando contaba con una pujante industria textil: fábricas de paños, tintes y batanes. Llegó a contar con un hospital propio. Los viajeros hacen un alto para contemplar la iglesia de Tresfuentes y las fuentes propiamente dichas.

Este agua que brota con idéntico caudal en cualquier época del año, a razón de 12 litros por segundo, procede del acuífero Pradoluengo-Anguiano, que se extiende desde el río Oja al Leza, con una superficie de 220 kilómetros cuadrados y unos recursos estimados de 23 hectómetros cúbicos. En 1680 se realizaron obras para acondicionar el manantial, construyéndose la fuente de estilo herreriano, formada por un muro de sillería con tres pilastras adosadas y rematada por una cruz.

La fuente se encuentra junto al ábside de la iglesia levantada en el siglo XIII, después de que la Virgen se apareciera a una pastora llamada Inés. Este prodigio atrajo la atención de Fernando III el Santo, quien en 1224 vino hasta aquí en compañía de su madre, doña Berenguela, y del obispo de Burgos a consagrar la iglesia, bajo la advocación de Virgen de Valgañón, una talla románico tardía también del siglo XIII. A lo largo de los siglos la iglesia ha sufrido distintos añadidos pero el ábside, correspondiente a la fábrica primitiva, presenta un buen aspecto. Está dividido por haces de columnas en tres paños, en cada uno de los cuales se abren ventanas trilobuladas adornadas con personajes y animales que representan la lucha entre el bien y el mal,  y cruzado horizontalmente por dos impostas de dientes de sierra.

Como Ezcaray, Ojacastro, Santurde, Santurdejo, Pazuengos y Zorraquín, Valgañón pertenece a la comarca del Alto Oja. Una zona que reúne una amplia oferta tanto en paisajes naturales, incluida la estación de Valdezcaray, como fiestas tradicionales. Si por azar o a propio intento estás por aquí el penúltimo fin de semana de agosto, puedes participar en la fiesta de la Patatada, consistente en una cena popular organizada por la Asociación "Virgen de Tresfuentes", en la plaza de Valgañón, en la que se reparten millar y medio de raciones de patatas a la riojana elaboradas por el vecindario. Por si esas fechas no te vienen bien, aquí tienes un calendario festero que ocupa casi cualquier época del año.

Los viajeros beben agua de la famosa fuente y siguen camino con el firme propósito de volver a patearse el valle. Además, la viajera ha echado el ojo a un fular de lana en Ezcaray pero cuando se ha decidido a comprarlo ha encontrado la tienda cerrada. Así que habrá que arreglarlo. 

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