jueves, 6 de agosto de 2015

Cementerios para pasear, lugares para quedarse

Deiá
De Atapuerca al Taj Mahal, de las pirámides egipcias a la isla de San Michelle la humanidad siempre ha tenido necesidad de honrar a sus muertos. Algunos pueblos han hecho de este rito una forma de vida y otros han relegado el homenaje a una fecha en el calendario pero todos, de una u otra forma, guardan memoria pública de sus seres queridos.

En el mundo occidental, los cementerios son depositarios de este homenaje que los deudos realizan a la persona desaparecida y la festividad de Todos los Santos la fecha reservada para el reconocimiento y la manifestación de afecto públicos.
Francisco Giner de los Ríos
Me gusta visitar los cementerios de las ciudades a las que viajo y los de las ciudades en las que he vivido. Frecuentemente, son un remanso de paz en el barullo de las grandes urbes y siempre ofrecen alguna curiosidad de las costumbres de sus habitantes.
A los represaliados del franquismo
Hay algunas excepciones en cuando a tranquilidad: el cementerio de Père-Lachaise suele estar tan frecuentado como cualquier otra calle parisina de su entorno. Los turistas se afanan en la búsqueda de tumbas famosas como las de María Callas, Edtih Piaf, Ives Montand y, sobre todo, Jim Morrison, a quien acompañan Balzac, Chopin, Isadora Duncan o Molière. Los visitantes españoles encuentran aquí a Manuel Godoy y a Juan Negrín. También a Gerda Taro, la fotógrafa que encontró la muerte mientras retrataba la guerra civil.
Monte de los Olivos
El cementerio del Monte de los Olivos en Jerusalén ha sido lugar de lucha enconada entre judíos y árabes. El metro cuadrado de tierra alcanza aquí un precio elevado pues todo buen judío que pueda pagarlo desearía descansar en él a la espera del día del juicio final que, de acuerdo con el libro de Zacarías, se iniciará en este lugar. Está situado frente a la puerta Dorada –actualmente cerrada- por la que, según la creencia judía, habrá de entrar el Mesías tras la resurrección de los muertos. Al margen de cualquier creencia en este o en el otro mundo, el Monte de los Olivos es un punto privilegiado para contemplar la ciudad de Jerusalén en toda su espléndida belleza.
Hay cementerios que deben su fama a quienes reposan en ellos. Es el caso del pequeño camposanto de Colliure, que acoge los restos del poeta Antonio Machado. Es un lugar pequeño y recoleto, situado en el centro del pueblo, punto de peregrinación para muchos admiradores del escritor español muerto en el exilio. Próximo a la tumba de Machado, hay una placa dedicada a alguien, a quien sus amigos rinden un homenaje peculiar: "A Banane, nuestro colega y amigo con pesar".

 


Pi y Margal
A este capítulo pertenece también el cementerio civil de Madrid, donde se podría hacer un amplio resumen de la historia de España de los siglos XIX y XX. Pablo Iglesias, Pi y Margal, Pasionaria, Giner de los Ríos, el Teniente Castillo –cuya muerte unida a la de Calvo Sotelo precipitó el alzamiento militar contra la República-, los represaliados por la dictadura franquista…
Teniente Castillo

El mismo repaso, pero en su vertiente literaria, se puede hacer en el cementerio de San Justo, donde se encuentran los restos de los hermanos Álvarez Quintero, Campoamor, Espronceda o Larra, entre otros. 
Panteón de Hombres Ilustres de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles en la Sacramental de San Justo

Campoamor
Canovas en la Sacramental de San Isidro

Cánovas en el Panteón de Hombres Ilustres de Atocha
Esto de los restos hay que tomarlo con cuidado. En el Panteón de Hombres Ilustres de Atocha hay un muy artístico relieve de Querol en el que en un tiempo descansaron los de Cánovas del Castillo para, posteriormente, ser trasladados a la Sacramental de San Isidro.
Cementerio de San Justo
En el cementerio del Pardo –en realidad de Mingorrubio- duermen el sueño eterno algunos de quienes hace apenas unas décadas ocuparon grandes parcelas de poder: Carrero Blanco,  Arias NavarroTomás y ValienteCarmen Polo. También Leónidas Trujillo, un personaje protagonista de historias truculentas incluso después de muerto, personaje central en la novela de Vargas Llosa, La fiesta del Chivo.

El pequeño cementerio del Roncal es depositario de dos pequeños tesoros: los restos de su hijo más ilustre: Julián Gayarre, y el magnífico mausoleo erigido en su memoria por Mariano Benlliure.

Tumba del rabino Löw, creador del Golem
Dos de las necrópolis de Praga me parecen particularmente interesantes. La primera, el viejo cementerio judío, donde se amontonan la memoria de muchas generaciones, limitados por el espacio reservado. El lugar apabulla por la historia que hay detrás y por las historias que nos han llegado. Baste como muestra la lápida del rabino Löw, creador del Golem.

En el barrio de Visherad se encuentra la necrópolis de Slavin o Panteón de Hombres Ilustres. El lema del lugar es: Aunque muertos, todavía hablan y algo de razón tiene habida cuenta que en él descansan, entre otros, Dvorak, Smetana, Jan Neruda o Alfons Mucha. Aunque he hablado recientemente de este lugar, era inevitable incluirle entre mis lugares favoritos.
Diaguilew en San Michele
Igor y Vera Stravinsky en San Michele
San Michele - Venecia
San Michele Venecia
El cementeriode Venecia, como no podía ser menos, ocupa una isla entera, la de San Michele, situada frente a Fundamenta Nuove. Se acuda allí en vida o después de ella, sólo es posible hacerlo cruzando las aguas de la laguna Véneta. Allí descansan para siempre Stravinsky, Diaghilev o Ezra Pound junto a otros nombres ilustres o anónimos. El lugar es hermosamente decadente y remite a otras épocas y otros tiempos.
Eyup -Estambul
San Miniato (Florencia)
Hay cementerios, en fin, cuyo emplazamiento los convierte en parajes totalmente propicios al descanso eterno, lugares en los que apetece quedarse. Entre ellos, me gusta recordar el de Can Tunis, en Barcelona, el de Deiá, en Mallorca, ambos con el Mediterrráneo a la vista, el de San Miniato, con Florencia al alcance, y el de Eyup, desde el que se divisa el Cuerno de Oro y, a lo lejos, el Bósforo y la ondulada llanura de Estambul.

Todos ellos están, como ya cantó Serrat, entre la playa y el cielo / en la ladera de un monte / más alto que el horizonte. Quiero tener buena vista…


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