lunes, 10 de agosto de 2015

Estambul, ciudad universal

Santa Sofía

Viajar a Estambul es realizar un viaje múltiple: a Asia y a Europa, al pasado, al futuro y al corazón de la historia.

La ciudad se extiende a caballo de dos continentes, fue la urbe más cosmopolita y multicultural de la Europa del siglo XVI y sigue siendo la mayor de Turquía y una de las más grandes de Europa. Su posición estratégica le ha permitido controlar las rutas entre Asia y Europa y el paso del Mediterráneo al Mar Negro.
También su población en una amalgama étnica, religiosa y cultural, con un censo en torno a los 16 millones de habitantes, la mayoría musulmanes, pero también cristianos, judíos y laicos. De ahí que en la ciudad convivan sinagogas, iglesias y mezquitas, barrios judíos y ortodoxos, cementerios hebreos, cristianos y musulmanes.
Topkapi, Santa Sofía y Mezquita Azul desde el Mar de Mármara
Un lugar plural y variopinto, al que la etimología le hace justicia: Estambul (eis tin poli) significa La ciudad. Una ciudad grande, hermosa, monumental, el centro del mundo conocido durante siglos. Guarda tesoros únicos, cada uno de los cuales bastaría por sí solo para atraer el interés de los visitantes.

Fue fundada por colonos griegos en el siglo VII antes de nuestra era, quienes le dieron el nombre de Bizancio. Constantino la convirtió en la capital del Imperio Romano en el año 330. Tras la división de éste, pasó a ser capital del Imperio Bizantino, con el nombre de Constantinopla. En 1453 cayó bajo dominio turco y se convirtió en capital del Imperio Otomano hasta la disolución de éste en 1922, cuando pasó a ser capital de la República de Turquía. En 1923 pierde la capitalidad en beneficio de Ankara.  En 1930 toma el nombre de Estambul. Su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1985.

De su época romana conserva el Hipódromo, construido en el siglo III por el emperador Septimio Severo y engrandecido por Constantino. Situado en el corazón del viejo barrio de Sultanameh, fue el centro de diversión de Constantinopla durante más de mil años, lugar donde se disputaban carreras y escenario para músicos, bailarines, acróbatas y lidias con fieras. Se cuenta que tenía un aforo de 100.000 espectadores. Los cuatro caballos que se admiran en la basílica de San Marcos de Venecia proceden de aquí.
De aquel esplendor inicial permanece en pie el Obelisco Egipcio, construido hace más de 3.500 años y traído a la ciudad por Constantino desde Luxor. Es de granito rosa, mide 20 metros de altura y pesa más de 300 toneladas; la Columa Serpentina fue traída desde Delfos en el 479 antes de nuestra era; y la Columna de Constantino, también conocida como columna de bronce por haber estado recubierta inicialmente de este metal, que fue arrancado para acuñar monedas. Mide 32 metros y es la que se encuentra en peor estado: los jenízaros tenían por costumbre subirse a ella para demostrar su valor. La explicación nos la proporciona una pareja de policías que patrullan por la zona en una sola moto y que acceden a posar, divertidos, cuando se lo pido.
La Fuente Alemana fue donada al sultán por el kaiser durante su visita a Estambul en 1895 como símbolo de la amistad iniciada entonces.

Para percibir de un solo golpe de vista lo que la ciudad ofrece basta situarse en la plaza de Sultanameh y mirar en derredor. Además de los restos romanos ya enumerados, ahí están frente a frente, Aya Sophia y la Mezquita Azul, en un diálogo de piedra y belleza difícil de superar.

Aya Sophia, la Iglesia de la Sabiduría, nuestra Santa Sofía, es la muestra más esplendorosa del periodo bizantino. Fue mandada construir por Justiniano en el año 537 y convertida en mezquita por los otomanos en el siglo XV. Ataturk, presidente de la República turca, la transformó en museo en 1935.
Fue la primera construcción de base cuadrada de este tamaño cubierta por una cúpula central, de 56 metros de altura, y dos semicúpulas. Es la cuarta iglesia del mundo más grande con un área cubierta, tras San Pablo de Londres, San Pedro de Roma y el Duomo de Milán. Todo en ella desprende belleza y serenidad; admiran especialmente los mosaicos de vidrios de colores y los transparentes sobre hojas de oro de su interior.
Mezquita Azul
Sultanameh es también el nombre de la Mezquita Azul, llamada así por el color de los más de 21.000 mosaicos de Iznik que decoran sus cúpulas. Fue levantada a comienzos del siglo XVII por el sultán Ahmet I y es la única mezquita en Turquía con seis minaretes. Esta cuestión dio lugar a grandes controversias porque se interpretó como un intento de rivalizar con La Meca. La visita resulta espectacular en días soleados, cuando la luz se filtra a través de sus 260 ventanales, alineados en cinco niveles.

Como en todas las mezquitas, la visita ha de realizarse descalzo y las mujeres, con la cabeza cubierta. Conviene, pues, ir provistos de calcetines y de un pañuelo. En caso de olvido, cada mezquita provee a  las visitantes de piezas para cubrirse. A unos y otras se les pide vestuario respetuoso, no más que en cualquier otro templo como la catedral de Sevilla. Sorprende ver que las familias se reúnen en las mezquitas en plan festivo y los niños corretean alegremente.
Basílica Cisterna

Basílica Cisterna

A un lado de la plaza puede visitarse una reserva de agua subterránea construida por Justiniano en el año 532. Habilitada para el recorrido turístico, sus 336 enormes columnas de mármol y sus dimensiones justifican el nombre de Basílica Cisterna con el que es conocida. Sorprenden los bajorrelieves de mármol que representan cabezas de medusa y las colonias de peces que pueblan sus aguas en permanente oscuridad. La visita resulta sumamente sugestiva.
De Santa Sofía parte el camino que conduce al Palacio de Topkapi, otro de los tesoros de la ciudad. El palacio es, en realidad, un complejo de edificios distribuidos en torno a cuatro patios. Su construcción fue iniciada por el sultán Mehmet II en 1459, seis años después de haber conquistado Constantinopla, y fue residencia de los sultanes otomanos entre 1465 y 1853. Al advenimiento de la República Turca, en 1923, fue transformado en museo. Admiran la riqueza de sus tesoros y, muy especialmente, las dependencias del Harem.
Topkapi es considerado una de las grandes obras musulmanas en su género y es uno de los monumentos más visitados de la ciudad. En los jardines del recinto hay un restaurante y un bar que se asoman al Mar de Mármara, desde el que se puede contemplar el paso de barcos que transitan entre el Mediterráneo y el Bósforo o que se dirigen al Cuerno de Oro. Proporciona un regocijo intelectual difícil de expresar comer en este lugar por el que quizá se paseen las sombras de los antiguos sultanes y visires, sus esposas y concubinas y por que navegan buques con pabellón de todos los países del mundo, que fue paso obligado de los submarinos soviéticos en su salida al Mediterráneo.

En la placeta de acceso a Topkapi se encuentra la Fuente de Ahmet III y, próximo al palacio, el Museo Arqueológico. En una ciudad con tal sobreabundancia de tesoros, el museo pasa algo desapercibido. Conviene hacer un hueco para visitarlo: guarda auténticas joyas de las épocas griega, romana y bizantina, incluido el Tratado de Kadesh, firmado entre egipcios e hititas, una tabla de arcilla que pasa por ser el primer tratado de paz de la historia.
Torre de Galata

La Torre de Gálata se alza poderosa en la zona moderna del lado europeo, como un faro que observara la vida de Estambul. Sus 61 metros de altura (140 sobre el nivel del mar) se levantan sobre la colina del Gálata en el barrio de Beyoglu, dominando la vista del Mar de Mármara, el Cuerno de Oro y el Bósforo. Construida en 1348 por los genoveses como torre defensiva, fue prisión de guerra con los otomanos y posterior atalaya de incendios. Hoy está al servicio de turistas y viajeros que encuentran en ella una magnífica atalaya para contemplar la ciudad. Se accede directamente en ascensor al noveno piso, donde se ha instalado un restaurante en el que reponer fuerzas, que en horario nocturno ofrece música en vivo y bailes tradiciones.

Dice un proverbio turco que uno no puede considerarse totalmente dichoso hasta que no ha disfrutado de una puesta de sol desde la Torre Gálata. Es un sabio consejo.

La mezquita Suleymaniye, está considerada la mejor representación del arte islámico. Sobre una colina desde la que se domina buena parte de la ciudad, fue mandada construir por Solimán el Magnífico al arquitecto Mimar Sinán. Impresiona de ella sus azulejos de Iznik y las vidrieras de sus 138 ventanas. En el complejo de jardines y cementerios que rodea la mezquita se alzan las tumbas del propio sultán, de su esposa Roxelana y del arquitecto.
San Salvador en Chora
San Salvador en Chora
San Salvador en Chora
Lejos del centro y próxima a la puerta de la Acrópolis de las murallas se alza la iglesia de San Salvador en Chora. La fábrica actual data del siglo XI, fue remodelada en el XIV, cuando se  incorporaron los frescos y mosaicos, y transformada en mezquita tras la conquista de Constantinopla por los turcos. Ha soportado el paso de los siglos y sus mosaicos y frescos con imágenes de la vida de  Jesucristo y de la Virgen María constituyen la mejor muestra del arte bizantino en la ciudad. Si el viajero aprecia los iconos, éste es un buen lugar para hacerse con uno. Los realizan auténticos artistas con arreglo a técnicas antiguas y el precio no es excesivo.

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