Al finalizar el año pasado, España contaba con 8.117 municipios, de los que 1.220 tenían menos de 100 habitantes, 2.661 entre 100 y 500 y 1.033 entre 500 y 1.000. En total, 4.914 pueblos con menos de un millar de habitantes. Las series estadísticas del INE reflejan una pérdida progresiva de población, mayor cuanto más pequeño es el pueblo. Todos aspiramos a disfrutar de buenos servicios asistenciales que, evidentemente, no están accesibles en núcleos reducidos. ¿Cómo fijar la población? Cada cual hace lo que puede.
Urueña es un pueblo de la provincia de Valladolid situado sobre un otero, en las estribaciones de los Montes Torozos, en plena Tierra de Campos. Su recinto amurallado acoge un caserío bien cuidado ocupado por 182 habitantes. Pero hay algo que hace especial a Urueña: sus nueve librerías y sus cinco museos. Más que especial, se diría que es un caso milagroso que bien merece una visita.
La sombra de Urueña se extiende hasta la prehistoria -en este lugar se han hallado restos del neolítico- pasa por una ocupación de los vacceos y se asienta en la ocupación romana, donde llegó a ser plaza fuerte, debido sin duda a su posición estratégica sobre la comarca. Aquí se han encontrado monedas con la efigie del general Romano Pompeyo, del siglo I de nuestra era. En el siglo X aparece relacionada con el monasterio mozárabe de San Pedro y San Pablo de Cubillas, que daría lugar a la ermita de la Anunciada, pero es a partir del siglo XI cuando entra en la historia de pleno.
A mediados de ese siglo, Fernando I mandó construir el castillo y un siglo más tarde, doña Sancha, hermana de Alfonso VII el Emperador, manda construir las murallas y puebla la villa. En el siglo XII, la villa pasa a poder de los monarcas leoneses y en el XIV aparece como cabeza de la Merindad del Infantado de Valladolid y arciprestazgo de la diócesis de Palencia, con tres parroquias. Un siglo después forma parte del señorío de la familia Girón en el que permanecerá hasta el XIX. En 1464, Alonso Téllez Girón se convierte en primer Conde de Urueña. Varios nobles radicados en la villa alcanzaron fama allende sus fronteras, con una curiosa propensión de los Minayo por la dignidad episcopal. El 3 de octubre de 1876, Urueña sufrió un incendio que arrasó 89 de sus casas más humildes. De aquel fuego se recompuso también reconstruyendo un nuevo caserío que aún puede admirarse.
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