lunes, 17 de agosto de 2015

Wamba, el rey godo y el osario

¿Alguien de los aquí presentes logró aprenderse la lista de los reyes godos? A mí que no me miren, nunca puse mucha intención pero, entre tanto nombre imposible, siempre chocaba uno sonoro, rotundo y raro entre los raros: Wamba. Bien, pues este buen hombre parece que llegó a ceñir la corona a su pesar y por un hecho fortuito. Ocurrió que Recesvinto fue a morir en el verano del año 676 en un lugar de nombre Gérticos y, de acuerdo con la tradición, su sucesor había de ser proclamado en el lugar del óbito del anterior rey. Se pusieron a buscar y apareció Wamba, hombre de edad avanzada y poco dado a realezas. Más, aceptó y fue proclamado rey el 1 de septiembre de aquel año y aún reclamó ser confirmado, lo que ocurrió en Toledo, siendo ungido el 20 del mismo mes por el obispo Quirico. De donde cabe deducir que el metisaca eclesiástico nos viene de antiguo y que en materia de nombres los godos son muy suyos.
Aseguran las crónicas que Wamba fue el último rey en dar esplendor a la corona visigoda y que tras él se inicia la decadencia. Se pasó el reinado sofocando luchas: de la nobleza entre sí y contra la monarquía, de los católicos contra los arrianos, de los hispanorromanos contra los visigodos, una rebelión de los vascos y una tentativa de invasión árabe… Un sin vivir, en suma.
Por si no tuviera poco con lo de casa, aún tuvo que salir a las Galias a apaciguar otras rebeliones. Asegura la tradición que tras la victoria de Narbona se volvió con las reliquias de San Antolín, otro príncipe visigodo que había sido ejecutado en Toulouse un siglo antes, reliquias que se depositaron en lo que luego sería la cripta del santo en la catedral de Palencia.
Ya puesto, convocó el XI Concilio de Toledo para corregir los abusos y vicios eclesiásticos. Con escaso resultado, si hay que atenerse al devenir de la historia. Y con peores consecuencias para el propio rey, pues se cree que el obispo de Toledo tomó parte en la conjura para destronarle. Los conjurados engañaron a Wamba, lo narcotizaron y, en ese estado, le tonsuraron, le vistieron de monje y le obligaron a abdicar.
Haciendo buena la hipótesis de que el hábito hace el monje Wamba se retiró al monasterio de San Vicente de Pampliega, en Burgos, donde murió y recibió sepultura en el 688. Ni siquiera después de muerto tuvo el pobre rey sosiego pues en el siglo XIII, Alfonso X el Sabio mandó trasladar sus restos a una iglesia ya desaparecida junto al Alcázar de Toledo. El sepulcro fue profanado durante la francesada y en 1845, en una suerte de justicia poética, fueron trasladados a la catedral de Toledo y depositados en la sacristía, donde permanecen.
Después de una vida tan azarosa y quizá para compensar tanto trajín, los suyos dieron su nombre al lugar de donde procedía y Gérticos pasó a llamarse Wamba. Esta localidad, situada en la comarca de los Montes Torozos, en la provincia de Valladolid, es el único municipio español cuyo nombre contiene la letra w.
Cuando los viajeros llegan a Wamba, una apacible y soleada tarde de primavera, no se ve un alma en la plaza, donde se alzan, casi colindantes, la Casa Consistorial y la iglesia de Santa María. Los pájaros, en cambio, parecen despendolados por el estreno primaveral y llenan el espacio de trinos, en una formidable algarabía. Un letrero en la puerta de la iglesia indica que número al que deben llamar si desean visitarlo.
Mientras esperan a la guía los viajeros pueden deleitarse en la contemplación de la portada románica, que se abre a poniente sobre un arimez con tejaroz soportado por canecillos de cabezas de animales y de personas con gestos de burla. Orna la entrada un tímpano –en el que aparece la fecha de edificación en 1195- y tres arquivoltas de medio punto decoradas con motivos geométricos. Las columnas que soportan los arcos muestran capiteles vegetales.
La guía aparecerá enseguida, dispuesta a relatar la historia de esta iglesia singular que tiene dos partes diferenciadas. La cabecera, con tres ábsides rectangulares, el primer tramo de las naves y el muro norte corresponden a lo que fue templo prerrománico, de repoblación o mozárabe, levantado en el siglo X. Las bóvedas son de cañón semicircular y los arcos de herradura se apoyan en pilastras. En el muro del testero central quedan restos de pinturas murales, de entre los siglos X al XII, con figuras de leones.   
El cuerpo de la iglesia es románico y se levantó a partir del siglo XII, cuando la iglesia pasa a depender de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. Tres naves de tres tramos bien engarzadas con la cabecera mozárabe, con arcos apuntados sobre pilares rectangulares con dos semicolumnas adosadas. Aunque la mayoría de capiteles son vegetales, los hay historiados sumamente interesantes, como el conocido como el peso de las ánimas, y otros que muestran viejos oficios. En esta iglesia fue enterrada la reina Urraca de Portugal, esposa de Fernando II de León y madre de Alfonso IX.

A esta construcción, se añadió por el crucero norte un compartimento cubierto de bóveda de aristas, con una columna central, pinturas y esculturas y un osario, del que se conservan miles de esqueletos de los siglos XIII al XVIII, de hombres, mujeres y niños. Como te ves, yo me vi. Como me ves, te verás, advierte una leyenda en el osario. Por si alguien había pensado otra cosa.  
De vuelta a la plaza, los pájaros siguen con su trinar. El sol tiñe de dorado el caserío, tan cuidado que el Wamba originario se sentiría honrado de darle nombre. 

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