martes, 25 de agosto de 2015

Praga: el barrio judío

 La visita al barrio judío –o de Josofov- es una de las citas obligadas de Praga. Los tres vocablos: barrio, judío y Praga evocan –al menos en mi caso- imágenes de persecuciones, de hacinamiento, de oscuridad. No hay nada de tal. Esa es la primera de una serie de sorpresas que nos deparará la jornada.

Accedemos al barrio desde la Plaza de la Ciudad Vieja –ya dije que ésta es el corazón de la capital checa- por la calle Parizka. Esta vía, que termina en el puente sobre el Moldava, no desmerece de cualquier calle parisina ni en trazado, ni en las edificaciones que se levantan a uno y otro lado ni, sobre todo, en las tiendas que el viajero encuentra. Las primeras firmas de lujo tienen aquí su sede.

¿Qué ha pasado con lo judío? ¿Nos hemos equivocado de ruta? Enseguida nos percatamos de que estamos en la dirección correcta cuando, en la acera de la izquierda, no topamos con la sinagoga nueva-vieja y con la sinagoga alta. ¿Y este lujo que nos rodea, tan alejado con lo que se supone es un barrio judío? También tiene su explicación.

El área en que nos movemos fue gueto judío aislado de la ciudad desde la Edad Media hasta 1850. Con algunas excepciones en el tiempo, los judíos vivieron bajo leyes represivas que, además de prohibirles vivir fuera de la zona asignada, les obligaban a portar un círculo amarillo como estigma. El emperador José II de Habsburgo redujo algo la discriminación por lo que el barrio tomó el nombre de Josofov.

 
 Ayuntamiento del barrio judío

En 1850 el barrio Josofov se incorpora a Praga y, a finales de siglo, las autoridades deciden sanearlo. Derriban las viejas casuchas, excepto el ayuntamiento, algunas de las sinagogas y el cementerio. En su lugar, se levantó un barrio señorial plagado de edificios magníficos, acorde con los estilos en vigor a finales del XIX y comienzos del XX,  muchos de ellos con historia propia.

La sinagoga nueva-vieja es la más antigua de las que existen en Praga y en Europa. Se llamó nueva porque cuando se construyó, en 1270, vino a sustituir a otra más antigua. Una leyenda refiere que debe el nombre al hecho de que las piedras angulares para su construcción fueron traídas por los ángeles tras la caída del Tempo de Jerusalén a condición de fueran devueltas cuando éste fuera reedificado. Ha sobrevivido a incendios y a numerosos pogromos.

¿Cómo ha podido subsistir esta sinagoga más de siete siglos? Dos leyendas vienen a explicarlo. La primera asegura que, cada vez que se producía un incendio una legión de ángeles en forma de palomas venía a protegerla con sus alas. La segunda, atribuye la defensa al golem, un ser mágico creado por el gran rabino Loew para proteger a la comunidad judía, cuyos restos reposarían en el desván de la sinagoga.

La sinagoga nueva-vieja puede visitarse todos los días excepto en las fiestas judías. Protegen la entrada tres ancianas judías que proporcionan una quipá a cada varón que accede a ella y ponen muy mala cara si el varón rehúsa colocárselo. Las ancianas, imagino que voluntarias al servicio de la comunidad, amonestan también a un grupo de adolescentes que, una vez en la sala, bromean entre ellos, recordándoles que estamos en lugar sagrado.

A pesar de la austeridad propia de las sinagogas, impresiona en ésta el arca, donde se guardan los rollos de la Torá, y el estandarte judío. Hay que observar detenidamente éste porque en el interior de la estrella de David está dibujado el sombrero amarillo que debían portar los judíos en el siglo XIV.

Sinagoga alta y, en primer término, sinagoga nueva-vieja

 Al otro lado de una estrecha callejuela, frente a la vieja sinagoga, en la misma calle París se encuentra la sinagoga alta, llamada así porque la sala de oración está en el primer piso, algo inusual en el siglo XVI, cuando se construyó. Al otro extremo de la misma calleja se encuentra el viejo ayuntamiento judío.


Visitamos también la sinagoga Maisel, reconstruida a caballo entre los siglos XIX y XX, que muestra una preciosa colección de objetos de plata, grabados y utensilios judíos, la sinagoga Klausen, con su curioso limosnero, y la sinagoga española, que se levanta en el lugar que ocupó la primera sinagoga de Praga, conocida como Escuela Vieja. El edificio actual fue construido mediado el siglo XIX, con abundancia de estucados árabes. En su interior se puede ver una exposición sobre la historia de los judíos de Bohemia. A su lado, la conocida escultura en memoria de Franz Kafka, el escritor praguense de origen judío.

 
 Sinagoga española



Monumento a Franz Kafka

 El cementerio judío se encuentra en un extremo del barrio, próximo al río. A lo largo de tres siglos, desde 1478 a 1787, éste es el único recinto donde se permitía enterrar a los judíos. La falta de espacio obligó a crear múltiples estratos de enterramientos, unos encima de otros. Hasta 12.000 lápidas se cuentan en el lugar, aunque el número de cuerpos enterrados es mucho mayor.

Pudimos disfrutar de uno de los escasos momentos de soledad del cementerio, lo que hizo de la visita un momento especial. El lugar invita a la reflexión sobre nuestra capacidad de tolerancia.

Justo en el otro extremo del barrio se encuentra el convento de Santa Inés de Bohemia, uno de las primeras edificaciones góticas de Bohemia. Fue fundado por Inés, hermana del rey Wenceslao I y encomendado a las monjas clarisas. Se clausuró en 1782 y pronto abandonado. Recuperado el pasado siglo, guarda una amplísima colección de escultura y pintura medieval centroeuropea entre los siglos XIII al XVI, procedente de la Galería Nacional.

Aunque sobre gustos no hay normas, éste es uno de lugares más hermosos que recuerdo de Praga. Un compendio de belleza, armonía y sosiego en una ciudad casi siempre abarrotada de turistas.

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