lunes, 17 de agosto de 2015

Los museos de Urueña

Si ya es una rareza que un pueblo que no llega a 200 habitantes cuente con nueve librerías más aún lo es que el mismo lugar acoja cinco museos y una sala de exposiciones. Eso es lo que ocurre en Urueña, a un paso de Valladolid, en plena Tierra de Campos.
Los museos están especializados en dos aspectos de la cultura: la música y la lectura. En la calle Catahuevos, tiene la música su propio museo, en el que se recoge la colección de Luis Delgado, con algunas piezas extraordinarias y únicas; y ocupa una parte importante en el Centro Etnográfico de Joaquín Díaz. Éste se ha instalado en una casona noble –la Mayorazga, en la calle Real- propiedad de la Diputación Provincial de Valladolid y en ella se puede ver el fondo documental y sonoro de Joaquín Díaz: grabados, libros, discos e instrumentos musicales. Mención aparte merece la colección de fonógrafos y gramófonos de Luis Delgado y Gema Rizo.
En la calle Costanilla se abre el Museo del Cuento, un lugar donde perder a los niños o recuperar la infancia. Se trata de una exposición permanente de las creaciones de Rosana Largo. Los cuentos clásicos: Alicia en el País de las Maravillas, la Bella Durmiente, Blancanieves, Caperucita…, las fábulas de Esopo, Samaniego o Lafontaine, y cuentos orientales, junto a una colección de libros desplegables.
En esa misma calle se levanta un edificio singular, un Espacio para la Lectura, la Escritura y sus Aplicaciones, conocido como Centro E-LEA Miguel Delibes. El lugar tiene un área pedagógica orientada a actividades escolares y otra de investigación y documentación vinculada a las tecnologías de la información y comunicación y sus aplicaciones. Cuenta el centro con un patio ajardinado en el que se organizan presentaciones, conferencias y tertulias literarias. Y cuenta, además, con una zona de exposiciones en la que se hace un repaso al siglo XX a través de los recuerdos de papel: libros y papeles de la vida cotidiana: enciclopedias, folletos, revistas de moda, tebeos, telegramas. Una inmersión total en la memoria colectiva. Los viajeros recorrieron la muestra varias veces buscando sus libros favoritos que en algún caso encontraron y en otros no. Faltan Las cien figuras españolas, informan a la persona que atiende el centro. Es que se trata de una colección particular y tiene lo que tiene, nos responde.
Porque esa es la nota general de los museos de Urueña: esa sinergia entre lo público y lo privado, esa forma de poner lo que se tiene al servicio de lo que tienen los demás, que da como resultado un rincón como aislado en el mundo, lo más parecido al Edén en el cultural, y a la vez vinculado a la realidad cotidiana.
Otro tanto puede decirse del Museo de las Campanas, ubicado en la calle Nueva o Corro del Conde, esquina a Honda. El local no es muy amplio pero encierra un pequeño tesoro, la colección de Manuel Quintana, fundidor de Saldaña (Palencia), cedida a la Fundación Joaquín Díaz. Más de veinte ejemplares de distintos tamaños, que estuvieron en uso entre los siglos XV y XX. Varios paneles explican con claridad y precisión el origen, uso y significado de las campanas pero los viajeros harán bien en atender las explicaciones de la persona que atiende el museo, Aurora, porque nada puede equipararse a la palabra de quien ama su trabajo.
El colega y la viajera dejaron el museo de las campanas con harto pesar, dudando de si serían capaces de distinguir una campana hembra o esquilón de la campana macho o romano, los esquilines de las pascualejas, la Bárbara de la María, la sardinera del aguijón pero seguros de haber vivido un momento mágico entre estas campanas, que tañeron para los hombres y mujeres que sabían interpretar sus sonidos.  
Un lugar así, tan aparentemente idílico, habrá de tener algún aspecto negativo, piensan los viajeros, pero mientras recorren las calles disfrutando de la buena temperatura la primavera viste sus primeras galas. Y no se les ocurre ninguno.

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